- Fecha de publicación
- Escrito por Liberación
Cantante y compositor internacionalista
Esta semana deseo rescatar dentro de la cultura comprometida y consecuente que se enmarca en la memoria histórica de Latinoamérica a un cantautor, dueño de una de las mejores voces de Estocolmo. Me refiero a Javier Alejandro Castro Onofre, quien nació en Guayaquil, el 17 de noviembre de 1968. Cuando nació, sus padres ya tenían un sólido currículum de actividad política dedicado a la justicia social y bienestar del pueblo.
Su padre, Luis Felipe Castro Villamar durante los años 70 y 80, refundó y presidió la Federación de Trabajadores Agrícolas del Litoral del Ecuador, siendo su madre, Rosa Jacinta Onofre Palomino, su cómplice en todo.
Como todo ecuatoriano dice «aprendí con mi madre, las primeras melodías de la música ecuatoriana de la costa como de la cierra ecuatoriana. Con mi padre la música protesta de América Latina y la clásica. Con mi hermana Alba Elena quien era mayor, escuchaba la música romántica de los años 70 con cantantes como Sandro.
Entrando en el tema político de tus padres, ¿cómo asimilaste esa vida?
La vida política de mis padres era muy agitada. La primera vez que conocí a mi padre fue visitándole en una cárcel, yo tendría como cinco años. No olvido el esmero de mi madre por explicarme que mi padre no era una mala persona y cuáles eran las razones por las que estaba en la cárcel. Por mucho tiempo quedé sin entender por qué mi padre estaba preso por luchar para que no hubiera niños descalzos y trabajando en las calles de mi ciudad. Las amenazas, intento de asesinato, arrestos, allanamiento de morada, clandestinidad y tantas cosas más por las que tenían que pasar mis padres, creaban un ambiente de inestabilidad para mí y mis hermanos. Debido a ello determinan en agosto de 1979 enviarme con mi hermano Luis Antonio, a un internado a la ex Unión Soviética.
Cuéntanos un poco de tu ida y estadía en Rusia
El recuerdo de mi llegada al aeropuerto de Moscú, sigue vivo en mi memoria. En agosto en Rusia aún es verano, pero para un guayaquileño una temperatura de 15 - 20 grados es invierno. La persona que nos recibió en un intento de animarnos nos ofreció helado y recuerdo que yo me dije: «este gringo está loco». Luego nos llevó a una estación de tren, donde nos esperaba gente que debía llevarnos al internado que se encontraba a 317 km al noreste de Moscú en una ciudad llamada Ivánovo, más conocida como la ciudad de las novias por haber tres mujeres por cada habitante varón.
Por iniciativa de Nadezda Krupskaya, esposa y colaboradora de Lenin, el internado fue construido en 1933 por los trabajadores de Ivánovo. Allí se organizó el primer Consejo Ciudadano durante la revolución de 1905 en Rusia. El internado tenía por objetivo acoger, educar y garantizar los estudios superiores de los hijos de los dirigentes revolucionarios de Europa. Los primeros niños que se educaron en ese internado eran alemanes, búlgaros y polacos. También estudiaron dos cubanos, los hermanos Henrique y Aldo Vilar, que durante la segunda guerra mundial lucharon junto a las tropas Soviéticas contra los nazis alemanes.
Luego, a medida que iba cambiando el panorama geopolítico mundial, empezaron a llegar niños latinoamericanos, africanos, árabes, asiáticos y de América del Norte. Los hijos de Mao Zedong estudiaron en ese internado.
¿Cómo aprendiste a ejecutar la música y canción latinoamericana?
Fue en ese internado donde aprendí a ejecutar la música y canción latinoamericana. Cuando llegué al internado en 1979 existía en la escuela un conjunto de música folklórica y latinoamericana compuesto exclusivamente por niños chilenos que se llamaba KLAMAKUÑ, que significa Ponchos Rojos. El cual era el mejor grupo que había y se consideraba un privilegio estar en él. Con el tiempo se fueron acabando los talentos entre los niños chilenos y al quedar a cargo del grupo en 1981 Robinson Yáñez, el cantautor chileno residente en Uppsala, a quien la comunidad solidaria de Estocolmo conoce muy bien, empezó a buscar talentos entre los latinoamericanos. Tuve la suerte de que se fijara en mis habilidades musicales y desde ese tiempo el canto y la música se convirtieron en parte de mi personalidad.
En ese internado se fue fraguando mi concepto del papel que deben jugar en una sociedad el arte y sus servidores. Aprendí que sentir empatía es una virtud por la cual muchas mujeres y hombres pagaron con sus vidas. El practicar música no solo con latinoamericanos sino también con africanos, árabes, asiáticos y europeos dio lugar a que se ampliara mi cosmovisión ecuatoriana. Sin darme cuenta al terminar mis estudios en ese internado e ingresar a la universidad, ya era un internacionalista.
Entendía muy bien que luchar, trabajar o hacer música por África, el Medio Oriente, Asia o cualquier país de América Latina era hacerlo por el Ecuador. Fíjate Galvarino que hay compatriotas que han puesto en duda mi nacionalidad porque llevo muchos años sin probar la gastronomía ecuatoriana o por no haber dedicado todo mi tiempo exclusivamente a la comunidad de mi país. Me alegra que entre los objetivos de la Revolución Ciudadana del Ecuador, que lidera el economista Rafael Correa Delgado, estén el latino americanismo y la identidad universal. Porque en esos términos he compuesto e interpreto mis canciones y las de mis conciudadanos del mundo.
¿Cuándo llegaste a Suecia?
En octubre de 1989 llegué a Suecia. Hasta ese momento nunca había trabajado de forma integral en un movimiento de solidaridad. En la Suecia de hace veinte y cinco años atrás la solidaridad era fuerte. De lleno me entregué a este movimiento con mi guitarra y canto. Hoy sigo en la misma trinchera haciendo al igual que muchos otros, mucho más que solo componer y cantar.
Conozco muy bien los pormenores de una actividad solidaria. Agradezco a mis compañeras y compañeros latinoamericanos de la solidaridad por esa mano de vuelta que dan hoy al apoyar las batallas que enfrenta la Revolución Ciudadana del Ecuador. Es agradable ver cómo mis hermanos latinoamericanos se sienten ecuatorianos con cada llamado a la solidaridad que se les hace.
Eres un buen compositor ¿Por qué no has grabado un Cd o participado en festivales?
La grabación de un Cd es algo que requiere de tiempo y recursos. Nunca me he dedicado a la música como profesión, pero lo hago con mucha seriedad. No tengo discos grabados, he tenido y sigo teniendo ofertas de amigos y colegas de la música, pero parece que el tiempo no quiere que esto se lleve a cabo. Gracias a una entrevista estoy inscrito en la Asociación de Compositores de Suecia- STIM.
Una periodista sueca que había trabajado en Ecuador se enteró que había un cantautor ecuatoriano estudiando en la escuela superior de Gotland, me ubicó y decidió hacer un programa sobre mis impresiones de Gotland y su gente. Durante la entrevista pusieron algunas de mis canciones y para eso tuve que grabar en el estudio de la radio. El técnico me preguntó si estaba inscrito en la STIM. Le respondí que no, que se requería tener una grabación de un estudio profesional reconocido a nivel nacional. En estos momentos no recuerdo su nombre, pero él me inscribió y me advirtió que me llegaría buena plata por los minutos de mis canciones. En ese estudio grabé cinco de mis canciones. En efecto me pagaron novecientas coronas por siete minutos de mis canciones. Pero la primera vez que obtuve pago en Suecia por cantar fue cuando el fundador de Radio Nueva América de Järfälla, Héctor Abarca, me preguntó si podía hacer unas rancheras mejicanas para unos ejecutivos del banco SEB. Me vestí de campesino Mexicano y obtuve el mejor pago por hora que jamás me hayan dado en Suecia.
En Suecia he participado en muchos eventos musicales pero jamás compitiendo. Creo que nunca he tenido un espíritu competitivo en lo musical y tal vez por eso nunca me han llamado la atención los festivales competitivos. Recuerdo que inscribí para el primer festival Víctor Jara de Estocolmo mi canción «Entre el Atlántico y el Pacífico», festival que por cierto lo ganó mi guía musical del canto latinoamericano, Robinson Yáñez. Pero por alguna razón no llegué a presentar la canción al festival.
¿En qué organizaciones has participado o colaborado en este país?
He colaborado como encargado de cultura en la Asociación Lautaro de Fittja, en el Comité de Solidaridad con Nicaragua Carlos Fonseca Amador. Colaboré con el Taller Quimantú y siempre guardo gratos recuerdos de Luis Covarrubias y su señora esposa Elena Pizarro. En el 2007 junto con otros compañeros de la música fundamos el Grupo Wayra.
Respecto a la Asociación Cultural y Solidaria Osvaldo Guayasamín ¿Qué me puedes decir?
En junio del año pasado con algunos compatriotas ecuatorianos fundamos la Asociación Cultural y Solidaria Oswaldo Guayasamín, y obtuvimos de la Fundación Guayasamín de Quito la autorización por escrito de portar el nombre de este gran artista universal. En estos momentos tenemos a un representante de nuestra asociación en Quito, para planificar actividades culturales en Suecia en coordinación con la Fundación. Ellos están muy contentos con la exposición multicultural que realizamos en su homenaje el sábado 25 de abril en Björkhagens skola y que durará hasta fines de mes. Aprovecho de dar las gracias a la escuela y al Semanario Liberación por su auspicio, a la periodista que nos entregó una reseña de la vida del maestro, y a todos los artistas que expusieron sus obras, los que nos apoyaron con su baile, poesía y canto. Además debemos destacar a la embajada de Nicaragua y Cuba que estuvieron presente en esta inauguración. El seis de julio del corriente año el maestro cumple 95 años, hablo en presente porque así lo sentimos al gran maestro en nuestra asociación
Recuerdo mi primer encuentro con sus obras. Estaba en segundo año de periodismo en la universidad Lomanosov de Moscú. Una amiga rusa que estaba ya terminando su carrera me fue a sacar de clases. Quería que con urgencia viera la exposición de un artista importante para mí y ciertamente así lo fue. Yo que estaba acostumbrado a las pinturas de Razin, Goya, Dalí, Picasso y demás celebridades europeas, nunca imaginé que un latinoamericano pudiera estremecerme hasta la raíz con sus pinturas. Guayasamín de un pincelazo me trasladó a los pies y manos de los campesinos del litoral y de la cierra del Ecuador. Mientras recorría la exposición daba crédito a la importancia que tenía para mi gente la ausencia de mis padres, hermanos y demás familiares en mi vida.
Me identifiqué de lleno con lo que veía y sentía a través de sus pinturas Oswaldo Guayasamín. Creo que pese a todas las ausencias soy un hombre afortunado. A cada uno de nosotros nos marca y se nos recuerda por las obras, por los hechos, por las actitudes que hemos tenido y tendremos. Cada vez que coja mi guitarra y componga una canción a cualquier pueblo de este mundo sentiré que le estoy cantando a mi lindo Ecuador.
Galvarino Orellana (Freddy Cancino S.)
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