Por primera vez, desde el 2006, la Socialdemocracia celebró el Día Internacional de los Trabajadores siendo el partido oficialista. En su discurso en Sundsvall, el primer ministro Stefan Löfven mantuvo su promesa de, a más tardar el 2020, presentar los índices de cesantía más bajos dentro de la Unión Europea.
Este primero de mayo se cumplieron 125 años desde que unas 50.000 personas se congregaran en Gärdet, Estocol-mo, para celebrar el Día de los Trabajadores. Sin embargo, el interés que se viera entonces pertenece a las glorias pasadas del partido de los trabajadores, la Socialdemocracia.
Pero a pesar de que los tiempos de Hjalmar Branting no pueden sentirse más lejanos, hay algo que no ha cambiado: la importancia de un puesto de trabajo.
Este año las consignas de la Socialdemocracia fueron Conocimiento, Libertad, Futuro.
Tres fueron los oradores principales de la jornada, Stefan Löfven, en Sunds-vall, Karl-Petter Thorwaldsson, en Norrköping, y Jonas Sjöstedt, en Uppsala.
En Norrköping, una lluvia torrencial obligó al jefe de la LO, Karl-Petter Thorwaldsson, a estar bajo techo, lo que no impidió que pronunciara un encendido discurso colmado de cifras pero también de anécdotas personales, como su historia familiar, de su madre, de escasos recursos, y de Gertrud, la anciana que a sus 90 años, logró por fin un lugar en una casa de reposo escribiendo una columna en el vespertino Aftonbladet.
Y contó que cada vez que se encontraba con Gertrud, ella le hacía la misma pregunta: «¿Quién saca la voz a nombre de quienes no son publicados en las páginas de debate de los diarios?»
Thorwaldsson recordó que la Suecia de hoy es una Suecia donde se mantienen las diferencias de clase. O, estas nuevamente han hecho su aparición, sobre todo luego de los últimos ocho años de gobierno burgués.
«En las últimas décadas hemos visto un retroceso hacia una mayor inseguridad, una creciente pobreza y un aumento de la brecha entre clases», dijo.
Y recordó que hace poco la LO presentó el informe anual sobre las diferencias de salarios en Suecia. Esta mide la diferencia de sueldos entre la llamada «élite del poder» –o sea, los directores– y los trabajadores comunes y corrientes.
«Hace 35 años atrás, en 1980, el ingreso de la élite del poder era 4,9 veces el sueldo de un trabajador. Hoy en día es 16,8 veces el sueldo de un trabajador. Suecia presenta la brecha que crece más rápidamente dentro de los países de la OCDE. Algo ha sucedido. Nuestro país ha comenzado a ser desgarrado».
Thorwaldsson tocó también el tema de la educación, nombrando los catas-trofales resultados de las escuelas en los últimos informes de PISA.
También nombró algo que Suecia tenía en común con Chile:
«Suecia es por cierto el único país en el mundo que permite que colegios financiados por los contribuyentes puedan hacer jugosas ganancias. Anteriormente compartíamos esta posición única con Chile, pero el año pasado la presidenta socialista de Chile, Michelle Bachelet, puso fin al lucro en la educación».
Y agregó que ahora Suecia es el único país que permite que la educación de los niños sea un taller experimental lucrativo.
«La igualdad es nuestro principal objetivo», enfatizó Thorwaldsson y, dada su brillante retórica, su carisma y su procedencia humilde, sin duda que dan ganas de creer en lo que dice, porque, en realidad, ¿qué tan difícil es?
«Give ‘em hell»
La pregunta pendía en el aire, y seguramente alcanzó velozmente Stefan Löfven, que por su parte había viajado a la norteña ciudad de Sundsvall para pronunciar su primer discurso allí y por primera vez en su cargo de primer ministro.
«Claro, ¿qué tan difícil es?», contestó, bromeando, a la reportera de Afton-bladet cuando ella le preguntó, al finalizar su discurso, si había dado órdenes de que hiciera buen tiempo en la ciudad.
Y, ante la pregunta de lo «casi agresivo» de su discurso, contestó que estaba cansado de que el gobierno anterior, de la Alianza, priorizara durante ocho años la reducción de impuestos en lugar de invertir en el empleo y en la educación.
La medida del gobierno burgués, para disminuir la cesantía juvenil –la reducción de impuestos al contratar jóvenes– la calificó de cara y de ineficaz: «idiotez total», dijo.
En su discurso resaltó el tema de los jóvenes que no estudian ni trabajan. Entre ellos, la cesantía sube a un cuarenta por ciento. Alrededor de unos 86.500 jóvenes de entre 15 y 24 años estarían en esta situación. Reconoció que poco se sabe acerca de ellos, pero que la sociedad hace muy poco para llegar a ellos.
«Un 60 - 70 por ciento de estos jóvenes que no estudian ni trabajan corren el riesgo de encontrarse en la misma situación el año que viene. Por lo tanto es de suma importancia que hagamos algo al respecto», dijo Löfven.
Y anunció que el gobierno designará un coordinador nacional que supervisará las labores para poner a estudiar o a trabajar a esta juventud.
Según él, se trata de un esfuerzo mancomunado a nivel nacional para que alrededor de 90.000 jóvenes sean nuevamente incluidos en la sociedad.
«Debemos dar a todos ellos un buen comienzo en la vida, no podemos dejarlos desamparados», dijo Stefan Löfven.
Muchos comentaristas políticos se extrañaron del tono «casi agresivo» del primer ministro, quien comenzó su discurso con un ataque frontal en contra de la Alianza, y lo que esta dejara después de ocho años en el poder.
Sin embargo, a pesar de lo que digan los politólogos, las cifras hablan por sí solas: la cesantía ha aumentado, la educación nunca había estado peor y el déficit presupuestario se ha disparado.
«Suecia es un país fuerte. Podemos superar crisis y catástrofes. ¡Pero nadie sabe si hubiéramos aguantado cuatro años más con un gobierno burgués!», exclamó Löfven.
Y explicó lo ocurrido el año pasado, cuando, a punto de concretarse el cambio de presupuesto del gobierno, desde su casa el líder de los Demócratas de Suecia, Jimmie Åkesson, en un mensaje de texto les dio las instrucciones a sus camaradas de partido para que votaran por el presupuesto de la derecha, con el propósito de echar abajo el gobierno reciente y democráticamente elegido.
«Give ‘em hell» (Dénles un infierno) decía el cínico mensaje del líder del partido racista, dando a entender que los SD cumplirían sus amenazas de hacer caer al gobierno. A esto le seguirían unos días de caos pocas veces antes visto en Suecia.
«Y lo lograron. Les dieron un infierno a todos los enfermos que quedaron sin seguro de enfermedad, a todos los jóvenes que esperaban nuevas oportunidades educativas, a todas las familias con hijos que dependían de un mejor bienestar, a todos los pensionados que ansiaban una mejor economía, a todos los desempleados que tuvieron que permanecer en la ‘Fase 3’», explicó Stefan Löfven, con rabia contenida.
Vale decir que, a pesar del «infierno» que Åkesson quiso dar a una gran parte de la población sueca, el partido sigue creciendo en las encuestas de opinión, mientras que la Socialdemocracia sigue bajando.
Tal vez en parte ayude el hecho de que la derecha sigue acusando al gobierno de incompetente, y criticando las medidas actuales, o sea sus propias medidas, ya que en la actualidad el gobierno de la Socialdemocracia y el Partido Verde se rigen por el presupuesto de la Alianza, gracias a los Demócratas de Suecia. «Han demostrado, en estos meses en el poder, que son incapaces de gobernar», dijo Anna Kinberg Batra en una entrevista reciente en la televisión, refiriéndose al gobierno de Stefan Löfven. Pero omitió mencionar que el presupuesto de Löfven aún no ha comenzado a regir. Sin duda que a la Socialdemocracia le haría falta algo de la falta de vergüenza de los líderes de la Alianza.
Aunque un dardo bien dirigido lanzó Löfven en contra del ex ministro de educación, Jan Björklund:
«Durante ocho años, la escuela sueca ha sido dirigida de acuerdo al parecer personal de un mayor, y bajo un solo principio económico: las grandes sumas van a los recortes de impuestos y las migajas a los escolares de Suecia».
Al final de su discurso el primer ministro recordó las luchas internacionales de la Socialdemocracia en décadas anteriores señalando la posición actual del gobierno frente a Palestina, y recordó la importancia de la acción ciudadana en la lucha en contra de la desigualdad a todo nivel, en la sociedad sueca.
Sjöstedt prefiere a Estados Unidos
Por su parte el dirigente del Partido de Izquierda, Jonas Sjöstedt, decidió viajar a Uppsala, al norte de Estocolmo, este 1 de mayo. En su discurso destacó, al igual que Thorwaldsson y Löfven, el tema laboral y la política al respecto del gobierno anterior.
«Después de ocho años de política de derechas, el mercado de trabajo está hecho pedazos. Fredrik Reinfeldt prometió acabar con la exclusión, pero el desempleo era mayor cuando se retiró que cuando asumió. Para muchos jóvenes es casi imposible encontrar hoy un trabajo fijo», dijo Sjöstedt.
A diferencia de su discurso ante la campaña electoral, del año pasado, ahora el líder de la Izquierda no nombró su anterior punto principal: las ganancias en el sistema de bienestar. En cambio nombró tres tópicos de importancia: El próximo año poner fin al contrato temporario de trabajo, el 2017 poner fin a que las agencias de colocaciones suplan las necesidades permanentes de un lugar de trabajo y, en el 2018, a más tardar, que se promueva la ley del derecho al tiempo laboral completo. Medidas concretas que no cabe duda abogan por mejores condiciones de trabajo. No obstante, las palabras de Jonas Sjöstedt le sonaron este año a más de algún latinoamericano de izquierda como vacías, luego de que éste, en una entrevista con la televisión sueca contestara que prefería a EE.UU. antes que a Venezuela.
La entrevista fue transmitida recientemente por el canal estatal sueco en el programa Partiledaren, donde los dirigentes de todos los partidos han sido entrevistados. Al final del programa, el entrevistador hace una serie de preguntas cortas, y el entrevistado puede elegir solamente entre dos alternativas. Obviamente las alternativas son elegidas con el máximo de perspicacia para poner en aprietos al líder de turno.
Al término de la entrevista con Sjöstedt, el conductor le pregunta, entre otros temas, qué prefiere, USA o Venezuela sin ninguna explicación de por medio –a lo cual éste responde rápidamente y sin titubear: USA. (Vale decir que Anna Kinberg Batra no contestó ni lo uno ni lo otro a ninguna de las preguntas, cuando le tocó el turno a ella).
La elección de Jonas Sjöstedt ocasionó una ola de malestar dentro de correligionarios y simpatizantes y un debate en las redes sociales.
«Pero ahora el líder del partido de Izquierda, Míster Jonas Sjöstedt, ha cruzado una línea que no puedo aceptar. Ha tomado partido a favor de todo lo que hemos luchado en contra desde diferentes trincheras durante todas nuestras vidas. Al escoger a EE.UU. ante Venezuela, escogió a un país que ha estado involucrado en prácticamente todos los conflictos bélicos de los tiempos modernos. Ha invadido, provocado conflictos y en todos los lugares donde se ha metido ha dejado tras sí un caos. Pienso en Chile, la primavera árabe, Libia, Honduras, Siria, por mencionar algunos», escribe en Facebook y en Magazín Latino la columnista Sara Olave.
Gabriel Pérez Santiago, miembro del Partido de Izquierda de Malmö, escribe, por su parte, en el diario digital Alltid.se, que no se puede dejar de lado las experiencias de la izquierda latinoamericana.
«Exijo una explicación de por qué Jonas Sjöstedt eligió los Estados Unidos frente a Venezuela. Porque la elección conciente que Jonas Sjöstedt hizo en el programa «Partiledaren» no es sólo una declaración sobre en qué país uno mismo, literalmente, quiere vivir. Eso es hacerse más tonto de lo que se es. ¿Una pregunta interesante para Jonas Sjöstedt sería qué significa el socialismo y la solidaridad internacional para él?», escribe Gabriel Pérez Santiago, en Altid.se.
Hasta el momento el líder del Partido de Izquierda no ha contestado la crítica. ¿Tal vez ni siquiera se haya enterado?
En 2012 fue criticado, para la misma fecha, luego de que declarara que no quiere ver retratos ni de Lenin ni del Che Guevara en la marcha del Día de los Trabajadores.