A principios de la década pasada Aixa García cruzó el charco junto a su familia para llegar a España como exiliada económica. La crisis Argentina les empujó a buscar otras latitudes en las que pelear por salir adelante. El exilio no era nuevo para ella. De joven tuvo que salir del país junto a sus padres rumbo a México por los peligros de la dictadura de Videla.
Tampoco lo son la pelea por las libertades y la lucha por los derechos humanos. Nuestra compañera argentina, una de las fundadoras de la CORREPI (Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional), comunicadora social y activista de género, nos habla ahora, de vuelta ya en su país, para ponernos en contexto sobre la historia de las luchas sociales en las que participó y sigue participando.
Más allá de Buenos Aires
Cuando hablamos de Argentina rápidamente pensamos en Buenos Aires. Nuestro desconocimiento de todo lo que abarca este enorme país nos lleva a centrarnos en su famosa capital. «Buenos Aires es el gran puerto, la gran urbe a la que todo está referido en un país profundamente centralizado. La falta de trabajo en el resto del país, hace que se concentren en los alrededores de la capital grandes masas de población.» Pero existen otras realidades, como las de la extensa Pampa o la de las comunidades indígenas. «La pampa argentina es un extenso mundo rural donde abunda el terrateniente y la pequeña industria dependiente de las grandes multinacionales.»
Al norte del país tenemos varios pueblos originarios como los Toba, los Coya o los Qom. «Son pueblos que han sido siempre relegados, con una población vulnerable, viviendo siempre en la precariedad y la resistencia. Defienden sus pequeñas porciones de tierra y sólo son atendidos cuando en época de elecciones se les busca para conseguir votos.» Los Qom de Formosa y el Chaco, en una situación importante de necesidad, son un ejemplo de resistencia frente a los ataques que sufren en cuestión de vulneración de derechos humanos. La ciudad de Jujuy alberga todavía algunas de la ruinas de estos pueblos originarios.
Al sur tenemos a los indígenas mapuche, colindando con sus hermanos de Chile. «Históricamente la Patagonia les pertenece pero están en la pelea por el reconocimiento legal de sus tierras. Viven en resistencia por la falta de las necesidades básicas, por la represión policial y por el racismo de la gente. Están buscando la presencia política con sus propios representantes indígenas como ha sucedido en Bolivia con Evo Morales. Se trata de una reivindicación y de una visibilización de su condición humana que merece todos los respetos y todos los derechos. En las escuelas nunca se habla de ellos a nuestros niños y niñas.»
Sobre la situación económica del país, Aixa nos habla de un territorio con grandes riquezas que sin embargo depende de manera extrema de la economía global y los designios extranjeros. «Hay un ancho territorio y una cantidad de recursos, no sólo acá sino en todo el planeta, como para que todos podamos vivir de lo más bien. Si hubiera un reparto de la riqueza en vez de una concentración en pocas manos podríamos disfrutar de la vida y elegir cómo queremos vivirla. Pero el patriarcado capitalista, como yo le llamo, siempre está latente.» Así, más que hablar de economía, Aixa replantea la cuestión por la de ¿cómo sobrevivimos? «Tenemos un sobreprecio que se ajusta sobre los precios de origen. Esto que llaman inflación, lo sufrimos de modo que cada tres meses hay un reajuste que viene de las grandes empresas y que repercute en toda la cadena productiva. Una carga variable de entre el 30% y el 50% que influye sobre el trasporte, los intermediarios y proveedores. De modo que nunca vas a tener un precio fijo sobre los productos más básicos, sino que su coste va a ir variando en función de la especulación que hace la gran empresa.» Esto supone que igualmente, cada seis meses hay reu-niones entre los sindicatos para tratar de ajustar los sueldos a la variación de los precios. En definitiva una precariedad y una inestabilidad constantes.
Economía y política
Para Aixa las cuestiones económicas tienen una relación directa con las cuestiones políticas y viceversa. «En nuestro caso concreto, somos un país dependiente desde 1810, es decir desde el mismo día que nacimos como nación. La independencia de la corona española fue llevada a cabo principalmente por la burguesía criolla que buscaba hacer sus propios negocios sin el control de los reyes de España.» Esta situación comenzó a tratar de revertirse a principios de los años 70 del pasado siglo, no sólo en Argentina sino en todo el contexto latinoamericano. Con el auge de la Revolución Cubana comenzaron a darse procesos para nacionalizar los recursos de cada país y dejar de depender de las empresas trasnacionales, al tiempo que políticamente se planificaban estrategias para combatir el capitalismo. La réplica vino encabezada por los Estados Unidos y sus pactos con las grandes corporaciones que ya venían de lejos y que tuvieron como práctica la implantación de dictaduras militares en Chile, Uruguay, Paraguay o la propia Argentina. «Estas dictaduras no fueron una respuesta militar a una guerra entre iguales, sino la implantación del terror y la persecución contra las iniciativas de lucha social que estaban creando alternativas al modelo capitalista.»
En Argentina la dictadura se proclamó en 1976 pero la represión, las desapariciones y las torturas venían ya de antes. Con la dictadura se ampliaron las importaciones y se cerró la salida al producto nacional. «Se suspendieron los sindicatos y se torturó a los resistentes, se instituyó la falta de derechos y aumentaron la inflación y la pobreza. Las multinacionales se llenaron los bolsillos, es la cara que no se ve pero que es consecuencia directa de los años de genocidio y muerte. Y son siempre ellas las que permanecen en un segundo plano, con el mismo poder cuando todo parece haber cambiado como cuando llegó la democracia. Las dictaduras llegan a un tope, un máximo de eficiencia y cuando éste se colma hay que abrir un nuevo contexto, es una cuestión de negocios.»
La democracia abre un nuevo contexto de posibilidades para renovar los «business», ese es el poder de la economía dirigida por los grandes capitales.
En 1983 con la llegada de Alfonsín a la presidencia comienza a reestructurarse el dañado tejido social de los barrios destruidos, de los muertos, los desaparecidos y los bebés robados por la dictadura. «A pesar de todo, la democracia es un nuevo escenario que da pie a la lucha por los derechos.»
2001: la historia social frente a la oficial
Siempre hubo un bipartidismo tradicional en Argentina: Por un lado los radicales, conservando siempre los privilegios de una élite y por el otro los peronistas, que sacaron adelante políticas populares como la inclusión de los derechos laborales, la jornada de 8 horas, la legalización de los sindicatos, el voto femenino… «La puja fue siempre la de la burguesía y los terratenientes por hacer frente a las conquistas sociales de los peronistas. Aunque este bipartidismo se fue diluyendo poco a poco para convertirse en una sola clase política, lo que sí ha perdurado es la intención de las clases populares por apropiarse de la riqueza del país y de sus recursos y poder escribir su propia historia en su propia tierra.»
Por eso Aixa conserva una memoria histórica que recorre en paralelo la de la historia oficial de Argentina, es la historia de las luchas populares y las resistencias ciudadanas que permiten los cambios sociales como el que ocurrió en 2001 en su país. «Entonces la llamada crisis económica de aquel momento derivó en la ampliación de poder de las grandes compañías trasnacionales, la apropiación de los bancos de todo tipo de bienes, el secuestro de los ahorros de la gente y las políticas de privatización de todo lo que hasta entonces era considerado nacional, es decir de todos». Como respuesta la gente tomó las calles, se crearon asambleas de barrio y organizaciones de base, centros de educación popular, cooperativas y recuperación de oficios que dieron un respiro a la economía regular, incluso se dio la apropiación de espacios de poder en varios municipios. «Todo esto que ocurrió en 2001 tiene un pasado, viene de lejos, no surge de la nada. La iniciativa popular tiene un pasado de lucha y resistencia que se dio durante la dictadura y más allá, sin aquellas experiencias la reacción a la crisis del saqueo institucional de la que hablamos no hubiera podido darse.» Aixa recuerda a los religiosos de la Teoría de la Liberación, a las Madres de la Plaza de Mayo, a los que actuaron de manera clandestina bajo el terror militar, a los que fueron piquetes y lucharon por los derechos humanos; «a todos los que dejaron su paso para que se pudieran desarrollar conciencias autónomas.»
Después de lo ocurrido, también se produjeron cambios en la política institucional. «Es cierto que hubo una reafirmación como pueblo aunque después el poder que otorgamos a las instituciones supone delegar en ellas lo que nosotros debemos hacer. Con todo, hay que reconocer que a partir de los Kirchner ha habido leyes muy inclusivas como las de identidad de género, las leyes de persecución de trata de mujeres y niños o la descentralización de la universidad con la que se ha ganado en autonomía. Hoy hay un poder económico mejor redistribuido y recursos que se han destinado a reforzar las causas por las que se ha luchado desde abajo.»
Entre aquellas asambleas populares que se desarrollaron en los barrios a partir de 2001, los vecinos tomaron decisiones sobre muchos temas que les incumbían. Uno de los importantes fue el de cómo protegerse en sus propias calles, cómo mantener su seguridad. «Lamentablemente este es un problema, para lo bueno y para lo malo siempre hubo clases y una división profunda en nuestra sociedad.»
La CORREPI contra el gatillo fácil
La desigualdad social es un factor que condiciona el día a día y supone entre otras cosas, el mencionado problema de seguridad ciudadana. «La desigualdad produce ladrones y con el agravante del tema de la droga, como con los conocidos narcos de Santa Fe en Rosario, la situación se hace más violenta. Son siempre los pequeños traficantes, los pequeños ladronzuelos los que acaban encarcelados, nunca los grandes narcotraficantes que siguen reproduciendo las mismas situaciones.» Es la necesidad la que acaba atrayendo a la gente sin recursos a estos negocios, siendo ellos los que acaban masacrados en las luchas de narcos o terminan por aprender una capacidad para ejercer la violencia que repercute en la sociedad. «La violencia acá es muy fuerte, yo sentí la tranquilidad en las calles de España cuando vivía allá. Aquí uno se crea estereotipos contra los demás que son en sí mismos perjudiciales para la concepción de la vida de cualquier ser humano pero que nacen de la propia necesidad real de autoprotegerte.»
Lo que parece claro que ante este problema de inseguridad, la policía no es ninguna solución. «No puedes fiarte de ellos. Es sabido que a menudo pactaban con las empresas de alarmas para soltar a unos cuantos ladrones por barrios y producir unos cuantos atracos de modo que la gente recurriera a la compañía de alarmas para comprar una.» La policía se llevaba su comisión.
También de modo más descarado la misma policía iba a pedir dinero a las puertas de las casas y una negativa podía suponer que te desvalijaran la casa al día siguiente con total impunidad. «El policía no es un garante de la seguridad es un corrupto del que no te puedes fiar. Incluso en las altas instancias policiales sigue habiendo mucha gente que colaboró durante la dictadura y siguen ejerciendo hoy en día con total impunidad. Ya no es como en la dictadura, lo que ocurre ahora es que la forma de represión ha cambiado.»
El problema sin embargo va más allá de prácticas corruptas y abuso de poder, es más que frecuente que la policía se tome la justicia por su mano y de manera inmediata, disparando y matando a jóvenes criminales o sospechosos de serlo. En 1991 Walter Bulacio un menor de edad sin antecedentes, es detenido por la policía y llevado a comisaría donde muere tras una brutal paliza. La CORREPI había nacido poco antes con un grupo de abogados presidido por Mª Carmen Verdú. «LA CORREPI (Coordinadora contra la represión policial e Institucional) no hubiera sido posible sin la predisposición y la entrega de los abogados/as de los casos Budge, Bulacio y demás que fueron llegando, y la decisión política de la Liga de los Derechos del Hombre, en su momento, que nos brindó el lugar para reunirnos, y los y las militantes de base que estábamos en ese momento tampoco.» El caso de Bulacio hizo que tomara fuerza al salir a la luz las denuncias de familiares por casos parecidos. «A finales de los 80 y principios de los 90 se suponía que con la democracia la brutalidad policial y por supuesto militar se había acabado. La gente no quería saber este tipo de cosas, es más si salías a denunciar eras marginado socialmente. Unos cuantos defensores de los derechos humanos comenzamos a reunirnos todos los martes, formamos una red de apoyo y fuimos recogiendo todas las denuncias de familiares que nos iban llegando. El trabajo de recopilación es fundamental para visibilizar que existe un problema, se recogen los datos y se puede comenzar una investigación para poder denunciar la situación. Yo tengo un calendario de muertos.» La CORREPI tiene recopilados más de 4.300 asesinatos de jóvenes a manos de la policía. Casos como el de Maxi y Darío que pusieron en marcha una biblioteca popular y fueron asesinados en 2001, o el de Ismael Sosa, asesinado en la provincia de Córdoba el pasado mes de febrero cuando asistía a un concierto.
Lo llaman «gatillo fácil» pero no hay que olvidar que existe una responsabilidad institucional, no sólo policial. «Se trata de descriminalizar a los jóvenes, ser joven no es un delito. El hecho de robar o delinquir no justifica que se pueda asesinar a la gente. Estamos en un estado de derecho, tenemos leyes para juzgar estas cosas y también para juzgar a los policías que siguen actuando con total impunidad a pesar de ser denunciados.»
La fuerza de las familias de salir a las calles a denunciar sus casos y enfrentar a los policías y gobiernos de turno, fue fundamental también para poder conformar la coordinadora. «Actualmente se siguen los casos de más de 20 provincias y se auto-gestionan con las publicaciones y el armado de agendas que brindan a fin de año para que puedan colaborar el resto de la ciudadanía.»
Firme en sus convicciones y en la necesidad de seguir trabajando por una sociedad mejor, Aixa lanza su mensaje de lucha: «Hoy los jóvenes no tienen el miedo que teníamos quienes vivimos la dictadura. Tienen una conciencia y una capacidad de verbalizar sus reivindicaciones que nosotros no teníamos. Es importante denunciar lo que ocurre en otros lados porque las injusticias se reproducen por igual y todo nos repercute. Quienes nos agreden son siempre los mismos y las mismas. Las organizaciones de base tenemos que salir a las calles, ese es nuestro espacio, el que nos pertenece y nuestra forma para encontrarnos y visibilizarnos.»