«La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos señores que asaltan el erario nacional»
Vicente Huidobro, “Balance Patriótico”, agosto, 1925
Don Diego Portales era muy diablo al sostener que la aristocracia chilena, que después devino en plutocracia y hoy en casta, puede ser fácilmente manejada por el famoso “peso de la noche”, es decir, una larga siesta en que todos están contentos por el reparto de empresas, sean estas privadas o estatales, o cargos burocráticos, todos ellos dependientes de una monarquía presidencial; en el caso de diputados y senadores, de los jefes de partido, que juegan con el mapa de las circunscripciones, distritos e, incluso, municipios. Don Pedro Aguirre Cerda, con razón, decía que Gustavo Ross Santamaría quería comprar el Estado, al igual que lo hacía con las acciones – cualquier parecido con la actualidad es mera coincidencia– por favor, no sean mal pensados.
No creo que la historia entregue lecciones –pues nunca se repite– sin embargo, parece evidente que siempre las castas en el poder se dan cuenta muy tarde de que los jóvenes, los pobladores y el resto de la gente sencilla y auténtica, que vive, trabaja y ama, rechaza la vieja forma de hacer política. Los sueños, la esperanza –que es como la parafina para vivir– no se vende en este gran almacén que, a veces, es nuestro país. Hay un agotamiento visible, evidente, palmario, que se puede sentir y tomar con los dedos de la mano, de la partidocracia, de la plutocracia, la pitutocracia, la tecnocracia, la burocracia, la vía chilena al enriquecimiento sin escrúpulos… ¿Qué tiene que ver con la vida diaria el 75% de los chilenos que gana menos de $250.000 mensuales, o de los 800.000 cesantes, una disputa entre millonarios para determinar hacia dónde van millones de dólares en acciones, aparentemente entregadas en fideicomiso ciego, (sordo, cojo, mudo…), entregadas a agencias financieras de la misma casta?
¿Quién va a creer, salvo que sea muy ingenuo, que el acto de colocar el dinero en financieras se va a terminar en Chile la colusión entre los negocios y la política, cuando esta relación es de la esencia de todo estado plutocrático? ¿Acaso alguien puede pensar que Chile será un Estado moral, transparente, controlado por los ciudadanos, por el solo hecho de dictar leyes?
En búsqueda de textos que avalaran mi hipótesis con respecto a la necesidad de una revolución joven, no violenta, en base al sufragio y a propuestas creativas, responsables, encontré un escrito de nuestro gran poeta crea-cionista, Vicente Huidobro, que otrora fuera candidato presidencial, con muy poco éxito electoral, pero que remeció la conciencia de los chilenos. El Chile que describe Huidobro es casi igual al del próximo Bicentenario: son las mismas llagas, la misma exclusión, la misma miserable política pluto-crática, la misma carencia de oportunidades para los jóvenes, la misma brecha entre ricos y pobres, la misma excrecente educación y salud. Nuestras riquezas, al igual que hoy, estaban en manos de los extranjeros, que contrataban tinterillos para defenderlos en los pleitos.
“Un país que apenas a los cien años (actualmente doscientos) está viejo, carcomido, lleno de tumores y de supuraciones de cáncer, como un pueblo que hubiera vivido dos mil años y se hubiera desangrado en heroísmo y conquistas”.
“Todos los inconvenientes de un pasado glorioso pero sin gloria. No hay derecho para legar a la decadencia sin haber tenido el apogeo”.
“Un país que muere de senectud, todavía en pañales, es algo absurdo, es un contrasentido, algo así como un niño atacado de arteriosclerosis a los 11 años”.
“Chile aparece como un caballo muerto, tendido a lo largo de la cordillera de Los Andes”.
“Algo huele a podrido en Dinamarca, decía un autor inglés. Todo huele a podrido en Chile”.
“Los políticos se cotizan como las papas”.
“Vengan los cuervos, Chile es el gran panizo, a la chuña, señores, corred que quedan las migajas sobre la mesa. ¡Es algo que da náuseas!”
“El país no tiene confianza en los viejos. No queremos nada de ellos, el que no se ha vendido está esperando que lo compren”.
“Todo lo grande que se ha hecho en América y, sobre todo, en Chile lo han hecho los jóvenes, así no pueden reírse de la juventud. Bolívar activo a los 26 años, Carrera a los 22, O’Higgins a los 34, Portales a los 36”.
“Que se vayan los viejos y que venga la juventud limpia y fuerte con los ojos iluminados de entusiasmo y esperanza”. “La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos señores que asaltan el erario nacional”.
“El Congreso es una feria de la imbecilidad, un Congreso de onces buenas y discursos desastrosos”.
Con esto termino algunas frases marcadas del “Balance Patriótico” de nuestro gran poeta Vicente Huidobro. Pareciera que todas –o casi todas– están escritas para el Chile de hoy; esta es la gracia de los grandes genios, cuyas letras perviven en el tiempo y están como acusándonos, o mejor, llamándonos a la acción.
Como decía el gran escritor Miguel de Unamuno, en el prólogo de la vida de Don Quijote y Sancho Panza, mejor que ir a liberar la tumba de Jesucristo –como lo hacían en Las Cruzadas– sería iniciar el viaje para liberar a aquella del “gran caballero de la Mancha”, es decir, los ideales, la esperanza, frente a la miseria de un país donde todo se vende y todo se mide según el dinero que se tiene.
Liberar a Chile del secuestro perpetrado por las castas respecto de la sociedad civil es la gran y urgente tarea de los jóvenes, de las mujeres, de los pobladores, de los intelectuales y artistas no contaminados. La gran tarea de nuevo se ubica en la no violencia activa, tal cual lo propusiéramos previo al plebiscito de 1988.