inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 16-Diciembre-2005

Bush arremete con el garrote y los dólares

 

La política exterior del presidente norteamericano George Bush si es que tiene una- se asemeja al movimiento de un elefante dentro de un bazar. No satisfecho con lanzar a sus marines a invadir países o bombardearlos, exigir a otros gobiernos realizar medidas a las que se niega, desconocer organismos internacionales o sus decisiones, ahora el gobierno de Bush se propone chantajear a las Naciones Unidas con su presupuesto.

Prácticamente desde que asumió la presidencia, Bush ha abandonado cualquier pretensión de sostener una política internacional coherente y que busque la paz y el desarrollo. Las iniciativas -aunque cuestionables- de su antecesor Bill Clinton sobre Medio Oriente, relaciones con Rusia y China o la Unión Europea, han quedado totalmente en el olvido y Bush sólo se ha concentrado en lo que denomina la lucha contra el terrorismo. Un concepto que no termina de definir y que pretende abarque todo lo que sea opuesto a la política expansionista norteamericana.

En busca de ese objetivo de combatir el terrorismo no descarta utilizar la fuerza, mentir, o aplastar los más elementales derechos ciudadanos que se supone debería defender, acercando su modelo de sociedad a las dictaduras fascistas de los años 30 y 40 en Europa, o a los ensayos latinoamericanos más recientes de las décadas del 60 y 70.

En este pervertido concepto de la seguridad, EE.UU ha llegado a aceptar que prácticas de torturas condenadas en todo el mundo, sean recicladas y transformadas en técnicas válidas de interrogatorio, como el submarino a los presos, mantenerlos horas de pie o desnudos y mojados en una celda fría, o golpearlos con la mano abierta, según los manuales que la CIA distribuye en sus prisiones legales. Vaya a saber que otro manual se aplica en las prisiones secretas o móviles que ha organizado por todo el globo.

Según el concepto norteamericano, es tortura sólo si produce un daño severo en el prisionero. El ex ministro de Justicia Jay Bybee (2002) en base a esta interpretación, definió como daño severo aquella acción que provoca la muerte. La administración Bush no ha anunciado públicamente su adhesión a esta interpretación, pero parece coincidir en gran medida.

Ahora, con un cinismo inigualable, la secretaria de Estado, Condollezza Rice, aseguró en Europa que su país respeta las leyes internacionales y las convenciones sobre derechos humanos, y se negó a confirmar las existencia de prisiones secretas y admitir el traslado de presos entre países. Prisioneros que están desaparecidos, ya que nadie conoce su identidad o lugar en el que están recluídos, ni en qué consiste la acusación.

Un poco tarde, la Cruz Roja Internacional (CRI) solicitó a EE.UU acceso a todos esos presos. El vocero del Departamento de Estado John Bellinger, rechazó ese pedido.

Días atrás, el gobierno norteamericano también negó la posibilidad de que integrantes de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU pudiera entrevistarse con los presos en la base de Guantánamo. EE.UU autorizaba la visita pero negaba la posibilidad de entrevistar a los detenidos.

Ahora, en el último desatino de la política exterior, el embajador norteamericano en la ONU, John Bolton, amenazó con retener los fondos de su país para la ONU e impedir su presupuesto para 2006-2007, si no se aceptan las propuestas norteamericanas de reforma de ese organismo.

También Bolton atacó duramente declaraciones de la alta comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Louise Arbour, según las cuales los esfuerzos globales para prohibir la tortura se habían vuelto una víctima de la denominada guerra contra el terrorismo. Arbour, una ex jueza de la Corte Suprema de Justicia de Canadá, no se refirió explícitamente a EE.UU o a informes según los que ese país usó tortura o tratos inhumanos contra sospechosos de terrorismo. Pero el embajador norteamericano en la ONU dijo a la prensa que era ilegítimo e inapropiado que una funcionaria civil internacional criticara la conducta en la que estamos comprometidos en la guerra contra el terror, sin más evidencia que lo que lee en los periódicos.

Aunque lentamente, el mundo parece comenzar a despertar y comienza a razonar más allá de la cantinela de que todo es válido en la lucha contra el terrorismo.



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