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¡Abran cancha, carajos! |
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escribe Víctor Montoya Como todos los viernes, pasado el mediodía, el cartero dejó caer por el buzón de la puerta el semanario Liberación. Lo recogí picado por el bichito de la curiosidad, entretanto el Tío esperaba sentado en su trono, junto a mi gato negro acurrucado a sus pies. Cuando volví a entrar en el cuarto del Tío, con el semanario bajo el brazo, imité los redobles del tambor con la boca y, moviéndome de un lado a otro, como un luchador en el cuadrilátero, anuncié a voz en cuello: ¡Abran cancha, carajos! ¡Aquí llega Liberación! Mi pobre gato, de puro susto, arqueó el espinazo, lanzó un maullido, dirigió la cabeza en dirección a la puerta y zarpó de un salto (para qué decir felino, si todos saben que el gato no puede dar otro tipo de salto). El Tío me siguió los movimientos con la mirada seria, inconfundible, hasta que con voz grave preguntó: ¿Han publicado el relato de mi vida? ¿Qué relato? Ése que debía aparecer en la página 26, diagramado con la hermosa fotografía que me saqué en el interior de la mina... No, no publicaron le confirmé, sabiendo que una negativa de este calibre era como un disparo contra su ego. ¿Y por qué no publicaron? Posiblemente porque esta semana tuvieron noticias más trascendentales que tu vida. El Tío se mantuvo tranquilo, aunque su rostro denotaba un halo de tristeza, pero una tristeza tranquila, meditabunda y hasta cierto punto comprensible. Ni modo, pues. Donde manda capitán, no manda marinero dijo el Tío. Luego añadió: Lo importante es que, así el semanario no llegue a tiempo por mucho que se lo espere con las mismas ansias con que se espera a un ser amado, está cumpliendo 25 años este 2005. Ojalá no se muera ni se apague como una vela. Ya veo que sus lectores y colaboradores quieren que siga vivito y coleando, y que siga siendo el faro que ilumina los senderos de la liberación en el oscuro campo de la injusticia social que asola al mundo. De eso no cabe duda le dije. Liberación, a estas alturas del partido, es como un gallito de pelea, espuelas agudas, piquito acerado y plumas coloradas. Es cuestión de lanzarlo al centro del ruedo de la prensa oficial para verlo levantar vuelo o rozar sus alas contra el suelo. No se achica ni se rinde, pelea hasta vencer los obstáculos y lanza un quiquiriquí a modo de celebrar su triunfo. (Aclaro que este gallito colorado no tiene nada que ver con el gallo contante y sonante del coronel retratado por García Márquez, aunque ése también era un gallo dispuesto a sacarse la cresta por el coronel, a quien no había quien le escriba ni quien le mande un peso). El Tío me pidió el semanario, mojó la punta de sus dedos con la lengua y lo hojeó de atrás hacia delante. Estos medios alternativos aprenden a sobrevivir incluso a prueba de balas dijo clavando la mirada en la caricatura de George W. Bush. Sin estos periódicos sería más fácil que el enemigo, actuando de manera invisible, nos ponga vendas en los ojos y se burle de nuestras desgracias. El semanario Liberación, hecho con escasos recursos y a puro pulmón, es defensor de los ideales que pregonan la solidaridad de pueblo a pueblo y de pobre a pobre, o como tú dirías: de diablo a diablo. Es el portavoz de los sin voz, el grito de protesta contra los desmanes y la arrogancia del Tío Sam... ¡¿Cómo?! exclamó el Tío con las cejas levantadas y la mirada desorbitada. ¿Quién es el Tío Sam? Es el personaje siniestro que, sombrerito de copa alta, perilla blanca y frac negro, representa al imperialismo norteamericano. El Tío Sam, a diferencia tuya, es el mayor Satanás que pisa la tierra y el más nocivo para la humanidad. No pertenece al reino de los cielos ni al reino de los infiernos. Es como una ave de rapiña que arremete contra el débil y se apodera del bien ajeno, es un asesino armado hasta los dientes y un ser que no tiene compasión por los desposeídos. ¡Qué carachos! dijo ahogando un profundo suspiro. Y yo que creía que en este mundo existía un solo Tío y no dos... El Tío permaneció sentado en su trono, con el semanario abierto entre las manos. De seguro que en esos instantes las únicas ideas que le cruzaban por la mente tenían que ver con la imagen simplona que le pinté del imperialismo norteamericano. Por eso, con aire malhumorado y voz templada, preguntó: ¿Y contra ese monstruo se enfrenta Liberación, como David se enfrentó a Goliat? Ni más ni menos... Entonces tienes que seguir escribiendo en Liberación recomendó el Tío. Además, aprendiste a escribir en sus páginas, dándole en el clavo casi siempre y cagándolo de vez en cuando. Tampoco olvides que tienes un hincha en la redacción, un compañerito que saca la cara por tus escritos como el fan del rock saca la cara por su cantante por mucho de que éste tenga amigdalitis. ¿A quién te refieres? A Washington contestó y seguidamente prosiguió: A ese compañerito que no es el héroe de la independencia de los Estados Unidos ni el perrito de Condorito, pero sí el pequeño gran hombre del semanario Liberación. Todo esto merece un brindis, ¿verdad? le dije mientras me dirigía hacia la vitrina del comedor. El Tío me siguió con la mirada y relamiéndose los labios, como insinuándome que le sirva un buen trago. Así lo hice, saqué la media botella de Ballantaines y serví dos copas.. ¡Brindemos por los 25 años de vida del semanario Liberación! dije a tiempo de llevarme la copa a los labios. ¡Salud y lucha, compañerito! repuso el Tío y, recordando mis palabras, acotó: ¡Abran cancha, carajos! ¡Aquí llega Liberación! |
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