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Contra el egoísmo, sí se puede

 

Uno se ha ido acostumbrando más y más -si no a aceptar, por lo menos a tristemente constatar- que entre otros negativos valores prevalecientes de los últimos tiempos, el egoísmo se ha hecho moneda corriente entre las naciones y también entre los individuos.

En los que más tienen, porque de esa forma sin contar con el otro, aún pueden alcanzar ha tener más. Y en los que poco o nada tienen, ha cundido la desconfianza o desesperanza, de que muy pocos o nadie realmente quiere ayudarles.

El mundo en que nos toca vivir no es de generosidad y bondad, es tiempo de injusticias multiplicadas, desde el sistema que impera nos quiere educar para que lo aceptemos como realidad inamovible.

Prepotencia militar, abusos, saqueo de recursos naturales y sociales, ley de la selva que impone el poder, y que la televisión recrea con policías y gangsters cada noche en los hogares como si fuera ésta la única forma de convivencia social. Millones de dólares dedicados a la publicidad de productos y marcas para obligar a consumir futilidades, para alimentar la ilusión de ser alguien y olvidar al prójimo. Una operación en marcha para que nadie piense, un verdadero y multitudinario lavado de cerebro.

Pero pasa que también hay resistencia y grandes reservas de sentido crítico, que sabe que nadie solo puede, y que el hermano, el amigo, el vecino, el compañero de trabajo, lo social y comunitario son cosas inherentes y vitales a los hombres en sociedad.

En definitiva una ética, siempre valedera y encontrable cuanto más se necesita.

Si los países poderosos con sus políticas dejan en el abandono, librados a su suerte a millones de víctimas de guerras, catástrofes naturales y enfermedades, pobreza; otros millones de personas son capaces de acudir en ayuda. Incluso pequeños países como Cuba dan el permanente ejemplo de compartir sus médicos y maestros en sitios donde otros no quieren llegar, sin importarles que sean éstas difíciles regiones latinoamericanas o las lejanas alturas del Himalaya en Pakistán, ayudando a las víctimas del reciente destructivo terremoto.

De estos generosos y dignos ejemplos de los que no hablan los noticieros porque son cosas del pasado, existe uno que confirma de que es posible pensar y actuar de otra manera si existe voluntad y generosidad.

Nos referimos al que está protagonizando Venezuela, con la ayuda que le está brindando a los pobres en Estados Unidos, de los cual ni Bush ni la gran democracia americana se quieren acordar.

La compañía estatal de petróleo venezolana (PDVESA) que es propietaria en Estados Unidos de la distribuidora CITGO, a raíz de la situación que se creó en el estado de Massachussets luego del huracán Katrina decidió entregar combustible a bajo precio en los sectores más pobres y afectados, incluyendo guarderías, escuelas, albergues de ancianos y hospitales de la ciudad de Boston. Esta iniciativa ahora, Venezuela la ha decidido extender a Nueva York, concretamente en el Bronx, donde los niveles de pobreza y abandono de la población son los más altos. El objetivo es ayudar a los estadounidenses de bajos ingresos a soportar el encarecimiento del combustible para la calefacción durante los próximos fríos meses de invierno. Allí se venderán hasta 30.200 metros cúbicos de combustible con un 40 por ciento de descuento. La primera entrega canalizada a través de organizaciones sociales sin fines de lucro llega a 75 edificios donde habitan unas 8 mil personas. Venezuela que para este plan humanitario destinó ya el transporte de 45 millones de litros de combustibles a Massachussets, provee a Estados Unidos de la casi totalidad del petróleo que se usa en calefacción.

Las grandes petroleras norteamericanas -con las cuales los Bush, Cheney, Rumsfeld, Rice, tienen tanto que ver- se desentienden del frío que puedan tener que soportar sus propios pobres. Gestos como éste del gobierno y pueblo venezolanos muestran que siempre contra el egoísmo criminal de los poderosos, puede existir y es posible tener otra sensibilidad social y otra ética, diferente a la que sólo le guía el afán de ganancia y poder del capitalismo.

Etica que vuelve a demostrar una vez más, que los pobres son capaces de compartir y ayudar siempre, y que pese a todo, en ellos sigue estando el sostén de una verdadera democracia y la posible salvación de la Humanidad.



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