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No al TLC |
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escribe Carlos Morales SAN JOSE. Cuando uno estudia las artes histriónicas, el humor o la farsa topará, indefectiblemente, con las reflexiones del filósofo francés Henri Bergson, quien resalta la repetición como uno de los elementos infalibles en el proceso de lo cómico. Es decir, cuando un mismo hecho se reitera mecánicamente, termina provocando risa. Y, cuando uno ha superado ya las cinco décadas, no sabe si reír o llorar ante las burdas y repetidas maniobras con que las grandes potencias imponen a los países pobres, sus modelos y voracidad, a través de los siglos& Manipula-ciones y camelos que, dolorosa-mente, los propios pueblos -una y otra vez subyugados- parecen ol-vidar con la misma constancia con que les han sido impuestos. Quizás por eso Marx decía que, cuando la Historia se repite, se repite primero como tragedia y después como farsa. Tal es lo que he sentido ante la gran campaña estadounidense por implantar en Centroamérica y Do-minicana ese irónico Tratado de Libre Comercio de las Américas o TLC& ¡Como si pudiera ser libre o justo el negociado de una águila imperial con unos famélicos cara-colitos del Caribe! El gobierno de Mr. Walker Bush ha gastado millones de dólares y movilizado decenas de misiones, diplomáticas y técnicas, para con-vencer a nuestros países de que el TLC, no sólo nos conviene, sino que nos resulta indispensable& Casi de vida o muerte. (Remember Mr. Zoellick). Por supuesto que, para lograr-lo, Washington ha desplegado to-dos los recursos previsibles y, ade-más, ha disparado los billones nece-sarios para que, en las banana re-publics, los consultores, la prensa, los ministros y los presidentes bai-len al ritmo que desde allá se les orqueste. Los organilleros de por acá han cantado el Hossana y han procla-mado, entre las ventajas del extenso contrato (7.000 folios), sus instru-mentos nuevos y sus métodos in-novadores. El comercio recíproco sin fronteras y sin aranceles nos dará empleo y nos salvará del hambre y la miseria, extraen de sus páginas los exportadores, lacayos y acólitos de aquende. En ese punto, y como prueba de que ya algo similar había ocu-rrido en esta comarca, me viene a la memoria la frase señera de don Joaquín García Monge, cuando en su diatriba a los filibusteros de 1856 y a los vende patrias de su tiempo, dijo en 1901 ante el Monumento Nacional: Y con igual energía así los condenaba: Si es sumamente grave que aventureros extraños se atrevan a comprar la patria, lo sería mucho más, e ignominioso, que hijos del país de bruces se la vendieran. Es la comedia repetida como tragedia Pero, lo peor de todo, es que cuando el intelectual y patriota nos hizo la advertencia, ya el en-gaño había ocurrido muchas veces y, después de ellas, también siguió sucediendo& Y acá seguimos co-mo si nada. Todos los pactos para salvar a México en el siglo XIX culminaron, en 1848, con la expoliación de la mi-tad de su territorio, tras la farsa de una supuesta independencia de Texas. El Plan Marshall, para recons-truir a Europa de la masacre de los años cuarenta, fue todo un ramillete de promesas económicas y, al cabo, la gran mayoría de los ilusionados pueblos como en la célebre pe-lícula de Berlanga ni siquiera vie-ron pasar a los yankis. La bullanguería con que se anunció, en los sesentas, la Alianza para el Progreso, todavía resuena en mis orejas de niño; aunque ya de viejo supe que era una argucia para arrinconar a Cuba y no para ayudar a Nuestra América. En 1993, bajo el señuelo de abrirse al mercado gringo y de que se crearían 500.000 nuevos em-pleos, México firmó el NAFTA de la apertura, y hoy lo que más se recuerda de él aparte de la fuga de Salinas de Gortari es una carica-tura de Proceso en la que se observa un desvencijado comisariato crio-llo con un gran rótulo que dice: ¡CERRADO POR LA APER-TURA!& Al final se han perdido 1.4 millones de empleos, y la miseria sigue en aumento. En diciembre de 1994, cuando con toda pomposidad Bill Clinton llamó a la Cumbre de Miami como si fuera la salvación de las Améri-cas, no podíamos menos que des-creerla; porque ya la treta era vieja y los métodos muy gastados; tanto que -desde los cincuenta- John Foster Dulles había dicho: EE.UU no tiene amigos en Latinoamérica, tiene intereses. Cada vez que la superpotencia del norte pretende acondicionar su economía o imponer su big stick hegemónico, vuelve a sonar el or-ganillo y pone a bailar -como moni-tos a los socios de la región. Muy a menudo, las campanitas son una arenga por la democracia, unas elecciones libres o un tratado de reciprocidad comercial, como aconteció en Cuba, en 1901, cuan-do después de la guerra de España y convertida la isla en una especie de protectorado, gracias a la En-mienda Platt, los patrones de Was-hington estimaron indispensable el control económico y concibieron para ello un TLC, cuya equidad, como el de hoy, era penetrar el mercado cubano y ahogar, de paso, a los pequeños y medianos pro-ductores, como de hecho sucedió. Los poderosos industriales del azúcar y tabaco, y, en general, el sector exportador -como aquí y en México- apoyaron el desigual con-venio, y la paradójica reciprocidad del más fuerte otra vez se impuso. No obstante, también hubo allá una voz que -como la de García Monge- se alzó rotunda y condenó a los mercaderes del pacto, exal-tando esos valores inmortales de la Patria que tanta falta nos hacen hoy. Manuel Sanguily, ex coronel del ejército de Martí, intelectual y senador en funciones, pidió la pa-labra poco antes de la ratificación parlamentaria, y dijo algo que sue-na a poesía y viene como anillo al dedo: No poseo la fuerza suficiente a decidiros& En breve otra pala-bra os señalará rumbo distinto y haréis lo que ella dicte. No sentiré amargura ninguna. Lamentaré, sí, por mi patria, no por mí, verme en el suelo bajo su lanza de oro& Pero esto sólo duéleme en lo ínti-mo del ánima; que tus armas mejo-res son que las mías, aunque no tu causa& Podré reconocerme derri-bado; pero jamás me harás confe-sar que no es la más hermosa da-ma que vieron ojos humanos la que yo venero y bendigo desde el fondo del corazón atribulado. Desde aquella fecha -en Cuba- cuando se habla de la más her-mosa dama que vieron ojos huma-nos, se sobreentiende a la Patria. Otra vez la Patria, la lanza, la rapiña, el águila, las larvas& Y hace apenas unos días, la prensa internacional anunció que el criminal verdugo de Irak, culpable de más de 50.000 muertes en esa tierra, sin incluir a sus 2.110 marines, espera firmar pronto un tratado de comercio recíproco con el go-bierno títere de Jalal Talabani, en-tronizado en las libres elecciones que mayor derramamiento de san-gre recuerden& ¿Lloramos? ¿O reímos? Nótese con qué falta de ima-ginación, cada vez que los EE.UU pretenden resarcir una guerra o im-poner su hegemonía, inventan lo del tratado comercial o lo de las elecciones libres. Con sólo la documentación de esta burla histórica, bastaría para no creerles y repudiar su unilateral TLC centroamericano, pero, si ade-más agregamos que, contra criterio de la OMC (89 demandas), ellos mantienen sus odiados subsidios agrícolas; son dueños de casi todas las megaempresas costarricen-ses que se beneficiarán de las ex-portaciones; no les preocupan un bledo los cebolleros, frijoleros, arroceros, maiceros, tomateros que ya, como en México por el TLC, es-tán cerrando aquí su comedero& Si sabemos, sí, que podrían crearse 2.000 empleos nuevos en los calls centers, en los sportbooks o en los casinos, pero van a quedarse sin trabajo más de 20.000 costarricen-ses que representaban la soberanía alimentaria y que no eran mano de obra sierva y menguada& Si sabe-mos que la más moderna medicina se pondrá al alcance del país y se multiplicarán los Cima Hotel para banqueros y exportadores, pero no se podrán comprar las marcas (protegidas a futuro) del atenolol, el voltarén, el diazepán, la insulina y el lisalgil, que es lo que demanda el 90% de la población& En fin, si sabemos que la interconectividad electrónica alcanzará los rangos de Singapur, pero pocos la podrán adquirir, porque en breve plazo el monopolio será privado y el ICE se irá al carajo& Entonces, si sabemos todo eso y aunque ya conozcamos la historia y sus resultados, estamos obliga-dos a gritar: ¡fuera los mercaderes del templo!, aunque nadie nos haga caso. Porque de lo que se trata, en el fondo, es Hungtinton, dixit un choque de civilizaciones. La del Dólar contra la del Hombre. Mer-caderes contra labriegos. Solidari-dad contra consumismo& Mien-tras ellos nos quieren imponer la guerra del comercio -la competitivi-dad, que llaman-; nosotros hemos aspirado siempre a un desarrollo integral, a una convivencia sin co-dicia, a una seguridad social com-partida, a un estado fuerte, colec-tivo, donde el comercio puede ser importante, pero no lo es todo; ni siquiera lo principal. Y es preferible salvaguardar nuestras institucio-nes centenarias ahora, antes que mañana seamos un burdel como la pisoteada Cuba de Batista; un infierno, como el actual Irak o un estado libre asociado como el pobre Puerto Rico. Hay que decir no al TLC y, aun-que todo parezca perdido en esta farsa con cara de tragedia, no des-mayar, pues como dice nuestro pueblo: quien quita un quite. |
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