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Nuevo libro de Laura Yasan |
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escribe Juan Cameron El nombre de la poeta bonaerense Laura Yasan aparece en las nóminas de importantes encuentros internacionales del género. Autora de cinco libros, ha obtenido con ellos premios y reconocimientos que la ubican en la palestra de la poesía continental, junto a varias figuras destacadas. La poesía de Yasan resulta seria, de buen oficio escritural y ajena a esos embates extraliterarios que tan mal han hecho al oficio en nuestro continente. En una primera lectura nos puede resultar un tanto árida, o estar enfocada a través de cierto viso intelectual. Fenómeno que pronto se diluye al entrar de lleno en sus temas y en su ritmo escritural. Algunas piezas, incluso, alcanzan una suerte de placentera emoción estética a causa del juego, el descubrimiento y un muy buen manejo semántico. Ocurra por ejemplo con Asunción de su libro Cotillón para desesperados, poema en el que el recurso de la acumulación y la hipérbole extienden el absurdo hacia la comicidad y la observación inteligente. En tales casos, lo lúdico aflora con facilidad. Yasan pertenece a una generación que rechaza el sentimentalismo y explota, más bien, todas las posibilidades que el término ofrece. Pero no rehuye a la expresión de ternura; sólo que es muy cuidadosa para exponerla: «cuando el sol se haya consumido/ y la tierra sea un páramo helado (...) aún para entonces/ tu corazón y el mío/ se seguirán diciendo tonterías/ antes de dormir» (en Antes de dormir, de Loba negra). Y del mismo modo esta medida se respeta al tratar el casi obvio tema del desamor: «fotos despedazadas con los puños/ secretos como gritos (...) y los ojos se volvieron cadenas/ y las cadenas barcos/ y los barcos se hundieron como ojos/ en las profundidades de una noche tremenda» (en En los bellos días de noviembre, de Cambiar las armas). Tal como afirma Jorge Boccanera, en el prólogo de este mismo libro, se trata de «una voz descarnada que relata con una dosis de sarcasmo la distancia entre lo vivo y lo marchito, entre el anhelo y lo cumplido». Su actitud más bien se acerca al desafío, a una mirada un tanto cínica - aunque no burlona - como si acaso quisiera aclarar algunas cuestiones: de esta edad no se vuelve/ ya no somos artistas promisorias/ no es hora de ofrecer/ si el botín es fracaso/ de esta edad no se vuelve/ no hay paga por promesas (de De la otra mitad, en Loba negra). A mediados del año anterior Editorial La Bohemia entregó su libro más reciente, Tracción a sangre. El mismo sello había editado dos de sus anteriores producciones en Argentina. El volumen aporta con veintinueve textos, de verso largo y sostenido, en las dos secciones del libro: Octubre y moneda de riesgo. Varios de ellos contribuyen a la antología contemporánea. Ejemplo de lo dicho puede ser el poema que lleva por título el mismo de la primera sección: «no tengo más que un fósforo para toda la noche y es octubre/ un caballo cansado que me pasa la lengua por el pelo/ un harapo de miedo». La poeta ha ganado en eufonía, su respiración se hace más extensa y con ello otorga una mayor «profundidad» al verso. Dicho de otra manera, su capacidad de connotación se ramifica hacia otros sectores, todo lo cual contribuye, en este poemario reciente, a intensificar la carga semántica. El producto resulta ser, como lo propusiera en algún libro anterior, un arma eficaz y certera. Si fuera necesario clasificar a Laura Yasan dentro de alguna corriente, de seguro habría que señalar una posición casi opuesta a la de Alejandra Pizarnik. En esta última la desesperación nace de la imposibilidad de la palabra en ser ente creador; de su nostalgia por no ser símbolo. En Yasan la corriente es extrópica. Parte de la palabra pero ésta, mero instrumento humano, no alcanza la realidad; la palabra no basta o, mejor dicho «no hay nada verdadero en las palabras (...) todo lo que conozco/» - nos dice en Palabras no - «es este parador en medio de la ruta/ un bloque de concreto bajo el cielo infinito. Similar postura se observa en la chilena Verónica Jiménez (1965) cuando sentencia: «nada tiene que ver el amor con el amor./ Nada tiene que ver el amor con las palabras que engendra» (en Palabras hexagonales). Estas aparentes coincidencias son las que determinan una generación. Nacida en Buenos Aires, en 1960, Laura Yasan tiene una amplia experiencia como tallerista, oficio que ha desarrollado en diversas instituciones penitenciarias, hogares de menores y de ancianos, bibliotecas públicas y en forma privada. Entre sus publicaciones figuran Doble de alma (1995), Cambiar las armas (1997), Loba negra (1999), Cotillón para desesperados (2001) y Tracción a sangre (2004). En 1998, con Loba negra, obtuvo el Premio de la Editorial Universitaria Centro Americana (EDUCA), en Costa Rica y el 3º Premio del Fondo Nacional de las Artes (Buenos Aires). Ha aparecido también en las recopilaciones III Antología Ilustrada de poesía joven (1988) y Zapatos Rojos 2000. Su poemario Cotillón para desesperados recibió mención especial del jurado en el IV Premio Internacional de Poesía Ciudad de Medellín (2002). Ha sido traducida al inglés y aparece también en Poetry Ireland Review (Irlanda, 2002). Integra desde ese mismo año el consejo de redacción de la revista literaria Los rollos del mal muerto. |
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