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Responsabilidad ciudadana |
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Escribe Cándido El descrédito nace de la comprobación de que quienes invocan permanentemente dichos valores, son los primeros en vaciarlos de todo contenido, en su aplicación práctica. La hipocresía, la doble moral y consecuentemente la corrupción, son las manifestaciones cotidianas con la que conviven los ciudadanos. Esto, unido a la creciente marginación social a la que condena a millones de in-dividuos en forma creciente el modelo capitalista imperante, ha generado, junto al descrédito y las protestas multitudinarias, un sentimiento de inseguridad colectiva, y de indefensión frente a las amenazas y agresiones reales de que son objeto los ciudadanos. Que no son las más graves las que registra la crónica policial de cada día, frente a las que la receta habitual de la ideología del sistema, es más policías, más cárceles, más leyes «antiterroristas». El gigantesco aparato de propaganda del sistema, dotado de las más avanzadas tecnologías, es utilizado por los medios de comunicación, propiedad de la minoría dominante, para inculcar casi siempre en forma subliminar, valores antisociales, de aceptación o rechazo de determinadas opciones, y fundamentalmente de castración de las facultades críticas sin las cuales la libertad del individuo es una mentira. Los valores éticos, de solidaridad, de altruismo, de pertenencia a una comunidad, a una misma familia humana, dentro y fuera de las fronteras nacionales, han sido sustituidos por la feroz inducción al consumismo, que diseña el comportamiento de todas las escalas sociales, como si fueran los perritos de Pavlov. Cuando digo consumismo no aludo exclusivamente a la fomentada «necesidad» de adquirir objetos materiales, la mayoría de ellos totalmente prescindibles, sino al adoctrinamiento de los gustos culturales a las inclinaciones sociales de los individuos, a la tolerancia e intolerancia, a la violencia, al racismo y la xenofobia, al machismo y el desprecio al ser humano. Esto es lo que reciben mayoritariamente miles de millones de individuos de todas las edades en el mundo, cada día a través de los medios de comunicación. Cuando esa política se aplica masivamente en los niños, es absolutamente criminal. Un porcentaje mínimo, resquicios de luz que no alteran el sombrío panorama general, puede considerarse cultura, educación, información objetiva. Los resultados están a la vista y se reflejan en todos los aspectos de la sociedad. Lo grave es que gente que normalmente está en desacuerdo con esos «valores» propagandeados por el sistema, capitula cada día, frente a la exigencia de los hijos y sus propias debilidades, sin ser capaz de formular una negativa razonada. Es aquí donde los ciudadanos que se proclaman y actúan como contrarios a un sistema catastrófico, deben asumir conscientemente su responsabilidad. Y crear redes de actuación así como se han creado para las grandes demostraciones contra la guerra mentirosa en Irak, y los efectos catastróficos del neoliberalismo. La suma de conductas individuales, ha sido decisiva a lo largo de la historia para cambiar su rumbo. |
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