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Enséñale a tu hijo

 

Escribe Frei Betto
Enséñale a tu hijo que él Brasil merece la pena que él debe crecer feliz por ser brasileño. Hay en este país jueces justos, aunque esta verdad suene a cacofonía. Jueces que, como mi padre, nunca emplearon a familiares, aunque tuviesen hijos abogados, que nunca usaron su cargo como medio para recoger mordidas y que sirvieron también gratuitamente a los pobres, contrariando a patrones ávidos o a empresas que se vieron obligadas a aprender que, para ciertas personas, la honra es innegociable.

Enséñale a tu hijo que en este país hay políticos íntegros, administradores competentes, autoridades honradas, que no se dejan corromper, no esconden la suciedad bajo la alfombra, no temen desagradar a los amigos y molestara los poderosos, que se atreven a pensar con su propia cabeza y a preservar antes la honra que la vida.

Enséñale a tu hijo que el no tener talento deportivo o rostro y cuerpo de modelo, y sentirse feo ante los patrones vigentes de belleza no es motivo para que pierda la autoestima. La felicidad no se compra ni es un trofeo que se gana venciendo a la competencia, sino que se teje con valores y virtudes y le da a nuestra existencia un sentido por el cual vale la pena vivir y morir.

Enséñale a tu hijo que el Brasil tiene dimensiones continentales y las más fértiles tierras del planeta. Que no se justifica, pues, tanta tierra sin gente y tanta gente sin tierra. Así como la liberación de los esclavos tardó pero llegó, la reforma agraria habrá de implantarse. Ojalá que fuera regada con muy poca sangre.

Que tu hijo sepa que los sin tierra que ocupan zonas baldías, desocupadas, hoy son llamados "bandidos", como en otro tiempo recayó dicha acusación sobre Gandhi sentado en los rieles de los ferrocarriles ingleses y sobre Luther King ocupando escuelas vetadas a los negros.

Enséñale a tu hijo que los pioneros y los profetas, desde Jesús a Tiradentes, de Francisco de Asís a Nelson Mandela, son invariablemente tratados, por la élite de su tiempo, como subversivos, malhechores y visionarios.

Enséñale a tu hijo que el Brasil es una nación trabajadora y creativa. Millones de brasileños se levantan temprano todos los días, comen por debajo de sus necesidades y gastan la mayor parte de sus vidas en el trabajo, a cambio de un salario que no les asegura siquiera el acceso a tener casa propia. Sin embargo, esa gente es incapaz de hurtar un lápiz de la oficina, un ladrillo de la obra, una herramienta de la fábrica. Se siente honrada por no descender al ras que nivela a delincuentes de cuello blanco con gentes en zapatillas. Es gente hecha de aquella materia prima de los recogedores de basura de Vitoria que entregaron a la policía sacos llenos de dinero que unos asaltantes de banco habían escondido en uno de sus camiones.

Enséñale a tu hijo a evitar la vía preferencial de esta sociedad neoliberal que trata de inculcarnos que ser consumidor es más importante que ser ciudadano, que inciensa a quien despilfarra el dinero y que le da más importancia a la estética que a la ética. Convéncelo de que la felicidad no proviene de la suma de placeres, que la vida espiritual es un tesoro guardado en el fondo del corazón, y que quien consigue abrirlo disfruta de alegrías inefables.

Que sepa tu hijo que el Brasil es la tierra de indios que no se inclinaron ante el yugo portugués, y de Zumbí, de Angelim y de Frei Caneca, de la madre Juana Angélica y de Anita Garibaldi, de Dom Helder Camara y de Chico Mendes.

Enséñale a tu hijo que no necesita estar de acuerdo con el desorden establecido y que será feliz al unirse a quienes luchan por transformaciones sociales que logren que este país sea libre y justo. Entonces él transmitirá a tu nieto el legado de tu sabiduría.

Enséñale a tu hijo a votar en conciencia y a no tener asco de la política, pues quien actúa así será gobernado por quien no lo tiene, y si la mayoría lo sintiera sería el fin de la democracia. Que tu voto y el de él sean en pro de la justicia social y de los derechos de los brasileños inmerecidamente tan pobres y excluidos, por razones políticas, de los dones de la vida.

Enséñale a tu hijo que a una persona le bastan el pan, el vino y un gran amor. Cultiva en él las ansias del espíritu, la reverencia hacia los más viejos, el cuidado de la naturaleza, la protección de los más débiles.

Que tu hijo sepa escuchar el silencio, reverenciar las expresiones de vida y dejarse amar por Dios que habita en él.


Traducción de J.L.Burguet.



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