inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 11-Nov-2005

El Primer Mundo descubre a sus pobres
¿Arde París?

 

Por Ernesto Tamara.
Después que el gabinete del gobierno francés se reunió para imponer "firmeza" ante los disturbios, la capital francesa vivió una de sus noches más violentas el pasado domingo, cuando aparecieron por primera vez armas de fuego. La revuelta en los suburbios de grandes ciudades francesas como París, Marsella, Lille o Lyon, se han continuado extendiendo y el pasado domingo se registraron disturbios en 200 ciudades. Hasta ahora, más de 3.500 vehículos han sido incendiados, decenas de locales gubernamentales, incluyendo escuelas, centeneres de detenidos, y varios policías heridos. No muy lejos en el tiempo, están los misteriosos incendios de hoteles de inmigrantes en la capital francesa que causaron más de 30 muertos, y que desnudaron al mundo la situación de pobreza y marginalidad en la que viven millones de personas en los países ricos.

En Grigny, al sur de la capital francesa, más de 30 policías fueron heridos por disparos con armas de perdigones y dos de ellos, ambos antidisturbios, han sido hospitalizados con heridas de consideración, indicaron fuentes policiales. "Buscaban claramente hacernos daño", dijo a la emisora France Indo uno de los agentes. El llamado del presidente Jacques Chirac el pasado sábado a la calma, al pronunciarse por primera vez desde que se iniciaron los disturbios, no produjeron ningún resultado. Chirac anunció que la prioridad será establecer el orden y acelerar la acción judicial contra los manifestantes, lo que parece sólo incentivar las protestas.

División de clases
Parece que con estos disturbios, la división entre países ricos y pobres, entre sur y norte, está quedando perimida y se vuelve a establecer el viejo concepto de división de clases.

Europa y Estados Unidos, que se han estado blindado contra el ingreso de inmigrantes pobres, gastando millones de dólares en vallas, muros, policías, cárceles, etc., descubren violentamente que en su seno tienen el mismo mal: pobreza, marginación, y una bomba social de mecha muy corta. El desmantelamiento de las estructuras del Estado que anteriormente proporcionaban asistencia social para compensar la pobreza, fueron empujando de millones de personas a suburbios que se fueron transformando en casi ghettos de pobres, y ampliando la brecha entre ricos y pobres en una sociedad que provoca el consumo entre sus habitantes. La semana pasada, en una entrevista al diario argentino Clarín, Francis Fukuyama, el autor del libro"El fin de la historia" que proclamaba el triunfo del neoliberalismo en el mundo como solución de todos los males, confesó que está revisando su obra, y que en su último libro, "La construcción del Estado", escribe: "En este libro defiendo la construcción del Estado como uno de los asuntos de mayor importancia para la comunidad mundial, dado que los Estados débiles o fracasados causan buena parte de los problemas más graves a los que se enfrenta el mundo: la pobreza, el sida, las drogas o el terrorismo". Sin abandonar su defensa del liberalismo económico, sostiene que el Estado debe fortalecer su acción en varios campos.

Algunos analistas temen que esta "correción" de los neoliberales llegue demasiado tarde, y los estallidos en Francia y el problema migratorio en general, le estarían dando la razón.

El estallido, para nada político, en los suburbios franceses tiene antecedentes numerosos antecedentes en otras ciudades y en otros países. Basta recordar la ola de distubios en Los Angeles en 1992 cuando la población negra se rebeló por la paliza de la policía a Rodney King, o los violentos enfrentamientos en los barrios de Londres también contra la represión policial a las minorías étnicas.

Detrás estas reacciones -casi siempre contra la violencia de los poderes del Estado- se encuentra una situación de pobreza y marginación. Ese panorama no era ignorado por las autoridades que disponían de suficiente información como para esperar un estallido social en cualquier momento.

En 1996 cuando se realizó una cumbre contra la pobreza en el mundo, los países ricos también tuvieron su alarma. Entonces, voluntarios del grupo de ayuda de la iglesia Secours Catholiques revelaron que ese año trataron 751.000 casos de pobreza, involucrando a dos millones de personas: la mitad, niños. Cinco años más tarde, según el INSEE (Instituto de Estadística e Impuestos (Insee-Dgi, enquête Revenus fiscaux de 1996 à 2001), en el 2001, casi 3 600 000 personas (6,1% de la población) poseen un nivel de vida inferior al umbral de pobreza. El número de personas que recurren a la ayuda alimentaría en Francia se encuentra en aumento destacaron.

Del otro lado de océano, cuando el hucarán Katrina develó la pobreza y marginación de los habitantes de Nueva Orleans y alrededores, muchos se sorprendieron. Después de la asunción de George W. Bush a la presidencia en enero de 2001, el número de pobres siguió aumentando año tras año. Según la la Oficina Nacional del Censo, en 2004, 21 de cada 100 norteamericanos son pobres. El ente oficial informó que el número de personas que vive por debajo de la línea de la pobreza subió a 37 millones de personas en 2004, contra 35.9 millones de 2003, mientras que la tasa de pobreza subió al 12.7 por ciento, contra un 12.5 por ciento del año anterior.

Pobreza e identidad
Según el escritor francés Tahar Ben Jelloun "Hoy Francia vive un despertar abrupto. Descubre que su geografía humana no es sólo blanca, que no sólo es de varios colores, sino que además es pobre y se la ha privado de consideración. Claro está, las difíciles condiciones de vida, el desempleo y la desesperación no bastan para explicar esta revuelta que empezó en Clichy-sous-Bois y se ha propagado a otras ciudades.
Hace falta retroceder mucho más en el tiempo y reconstruir la historia de la aparición de esta juventud iracunda. Existe un problema más grave que el de la pobreza: el de la identidad. No es que estos jóvenes se debatan entre dos países, como Argelia o Francia, por ejemplo, sino que no se identifican con ninguno de los dos. Francia es su país, pero no los reconoce, no les hace sitio en la mesa, y esto les hace sentirse excluidos, rechazados, y les devuelve una imagen de sí mismos que rechazan. Al haber perdido la confianza en el Estado, algunos (se cree que una minoría) han organizado su marginalidad".

"Estos jóvenes no son extranjeros, no son inmigrantes, son franceses venidos a menos, con un destino frustrado por la pobreza, por un entorno social malsano y por una historia que se ha convertido en una desventaja. Son franceses de segunda clase por ser hijos de inmigrantes, por no ser completamente blancos de piel y por no sacar buenas notas".

"Apenas un 5% de estos hijos de inmigrantes consigue entrar en la universidad. Los demás se desaniman desde que nacen; algunos salen adelante, otros se dejan llevar por la delincuencia. Saben que no se les acepta, que sus orígenes, su color de piel y su condición no les permitirán acceder a la enseñanza superior ni tener una carrera profesional normal".

Las estadísticas le dan la razón a los que denuncian discriminación: El desempleo entre los franceses de origen se ubica en 9,2%. El desempleo entre los franceses de origen extranjero es de 14%
Entre los graduados universitarios el desempleo es del 5%. El desempleo es de 26,5% para graduados universitarios descendientes de nacionales del norte de África.

Manuel Valls, un miembro del Parlamento y alcalde de Evry, una población al sur de París donde la mitad de sus habitantes tienen raíces extranjeras, dice que Francia " no puede decirle qué hacer al Reino Unido o a Estados Unidos", cuando se trata de políticas migratorias.

Francia, según expresa, no tiene presentadores de televisión de origen árabe o negros. Además todos los miembros del Parlamento de Francia, excluyendo departamentos de ultramar, son blancos.
Por otra parte, el gobierno francés quiere ahora impulsar dos planes de inversión en los suburbios y que incluye la renovación urbana, incentivos para radicar industrias en las zonas.

Ese plan se espera desde hace 25 años, según ha recordado el ministro de Empleo y Cohesión Social, Jean-Louis Borloo.

"El primer ministro quiere que se aceleren todos los procedimientos de este enorme plan que nadie ha contestado, el plan de renovación urbana", ha declarado Borloo a la salida del encuentro de urgencia de Villepin con ocho de sus ministros el pasado sábado. El plan de renovación urbana, que tiene una dotación de cerca de 25.000 millones de euros, se lanzó hace 18 años, y tiene como objetivo transformar barrios, doblar el número de viviendas sociales y crear zonas francas urbanas, donde las empresas que se instalan tienen exenciones fiscales. También ha mencionado otro plan, el de cohesión social, que estará dotado con 15.000 millones de euros y que se espera desde hace 20 años. Mientras tanto, con diferencias existen, en Alemania, Holanda, incluso en Dinamarca y Suecia, similares bombas sociales.



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