inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 28-Octubre-2005

Sembrando vientos

 

Escribe Cándido
Los recientes atentados terroristas contra la mezquita de la ciudad  Malmö se inscriben en un peligroso entorno de discriminación, racismo y xenofobia que abona el terreno para respuestas violentas.

Semanas atrás el  rector de una escuela en la que se procuraba estimular en los alumnos  orientaciones de solidaridad y convivencia, fue objeto de una seria agresión física por parte de varios jóvenes neonazis. Un cuidador de otra escuela que procuró impedir   la difusión de propaganda xenófoba, fue igualmente maltratado físicamente por otro de grupo  similar . Lo primero que llama la atención es el discreto tratamiento dado por los medios de comunicación a estos graves hechos. La jerarquización de las informaciones, a veces el ocultamiento, en el tratamiento de los mismos hechos según quien los protagonice repite, en este caso en Suecia, lo que suele ocurrir a escala global.

Si los atentados contra las mezquitas y las agresiones físicas a personas hubieran sido realizados por alguna agrupación de filiación izquierdista o por ciudadanos de origen musulmán, la palabra terrorismo y los grandes titulares hubieran abundado. Incluso hechos accidentales  como el incendio de un vagón de trenes de cercanía en el barrio de inmigrantes de Rinkeby en Estocolmo fue presentado como un presunto atentado terrorista. La verdad, esa vez, no tardó en abrise paso por boca de las autoridades. Se trataba de un accidente en un tren que debía haber estado fuera de servicio. La empresa Conex  explota el servicio, pero consecuente con la filosofía dominante de que el mercado y la rentabilidad están por encima de la vida de los ciudadanos, el tren que debía de estar fuera de servicio, continuaba transportando pasajeros. (Esta misma empresa es la que despidió al dirigente del sindicato que agrupa a los trabajadores del sector porque denunció públicamente las carencias  en la seguridad de los trenes).

Recientemente un jefe policial que envió una carta privada al  jefe de la comuna de Malmö, en la que se expresaba en términos inequivocamente racistas y denigrantes sobre los extranjeros pobres, fue liberado de culpa y probablemente sera mantenido en el cargo.

Mientras se sindica como presunto terrorista a cualquier ciudadano que por su aspecto revele su condición de extranjero, estos jóvenes nazis parecen contar con el silencio de los medios y en gran medida, por influencia de estos, en amplios sectores de la población. La televisión sueca, que encuesta recientes muestran no contar con la  aprobación de  los ciudadanos, que abonan una buena suma para su mantenimiento, tiene una gran responsabilidad en esta deliberada ausencia de objetividad para informar  sobre cuestiones políticas. La pasividad  de las autoridades responsables ante una prédica que envenena el contexto social y que puede tener consecuencias dramáticas, no  es menos censurable.



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