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Brasil duele |
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De la alegría inicial y la esperanza cifradas en el triunfo de Lula da Silva y su partido el Partido de los Trabajadores (PT) , los acontecimientos recientes y el confuso rumbo político muchas veces adoptado por el gobierno, han sembrado el desconcierto y el dolor. Esperanza de que ese nuevo gobierno contribuyera a terminar con la pobreza y miseria en la que viven millones de brasileños, y que el norte fuera una estrategia de cambios reales que significaran al fin y al cabo la incorporación política, económica y social verdadera del "otro" Brasil que nunca ha sido tenido en cuenta por la derecha oligárquica. En el presidente Lula la mayoría de los pobres tiene todavía cifradas sus esperanzas de redención, pese a la corrupción denunciada en altos niveles de su gobierno y de su propio partido que ha puesto en evidencia la endeblez de la democracia en el coloso sudamericano. El teólogo Leonardo Boff apunta, en un artículo reciente, al hecho de que en Brasil el pueblo no está aún presente en el gobierno de la cosa pública, porque quienes le representan son en su mayoría gente que se caracteriza por ganar mucho, trabajar poco, realizar negocios y enriquecerse a costa de los dineros públicos y entrar al mercado por lo alto. Y señala que mientras un tercio de la población del país siga excluída esta seguirá siendo una democracia de "baja intensidad". El fenómeno de la corrupción no es patrimonio del PT. Este fenómeno es intrínseco al sistema mismo que este gobierno pretendía cambiar. La derecha histórica, de conservadores y liberales, en todas sus formaciones políticas, ha mezclado siempre, como algo natural los intereses públicos y los privados en su beneficio. En ese perniciosio vicio cayeron también parte de los nuevos dirigentes, transformándose de la noche a la mañana en blanco de ataque de la derecha deseosa de recuperar el gobierno que perdió en 2002 cuando Lula ganó las elecciones. Frei Betto, amigo personal del presidente, que renunció en diciembre del año pasado a su trabajo como asesor del plan "Hambre Cero" preocupado ante la involución política de la gestión gubernamental, ha expresado con crudeza lo acontecido: "la derecha brasileña no consiguió en décadas lo que un pequeño núcleo de líderes petistas logró en pocos años, desmoralizar a la izquierda. Después de trabajar junto a los movimientos populares para construir una nueva propuesta, un pequeño grupo de dirigentes mete el pie y el alma en la corrupción comprometiendo el proyecto." En síntesis, una élite de inconsecuentes hombres de una izquierda travestida, acomodaticia y posibilista, que ha sido incorporada al "gatopardismo" posneoliberal y que no le da para poder cumplir siquiera con el precepto burgués liberal del mismo: "cambiar algo para que todo quede como está" . O esta crisis le sirve al gobierno de Lula para rectificar rumbos y hacer los cambios necesarios que se le prometieron al pueblo, o este proyecto será derrotado y la derecha tradicional volverá a tener el sartén por el mango. Y ello costará y dolerá mucho más. |
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