Escribe Juan Cameron.
La primera novela de Pavel Oyarzún nos muestra ya a un avezado escritor. Los trágicos acontecimientos que siguen a la gran huelga general en las estancias de la Patagonia argentina, dan pie a la narración de este joven creador de Punta Arenas, ciudad que le entregara, el año 2002, su Premio Municipal de Literatura.
En diciembre de 1921 un grupo de huelguistas huye hacia Chile. La gran huelga de las estancias ganaderas de la provincia de Santa Cruz, en la Patagonia argentina, ha terminado con la violenta ocupación del ejército, a cargo del teniente coronel Varela. Este personaje, de funesta memoria en la historia del vecino país, comanda el Décimo Regimiento de Caballería. Una serie de asesinatos, a manos de la tropa, continúa a la rendición incondicional de los trabajadores. Quienes no se entregan el gallego Antonio, -anarquista y líder del movimiento y una docena de prófugos- huyen a Chile intentando cruzar a caballo la Cordillera de Los Andes. El lugar elegido, el Paso del Diablo, es un estrecho sendero al borde sur del cerro El Guardián.
Pavel Oyarzún nació en Punta Arenas el 3 de febrero de 1963. Conocido como poeta, ha publicado en dicho género La cacería (1989 y 1997), La jauría desquiciada (1993), La luna no tiene luz propia (1994), Antología insurgente: la nueva poesía magallánica (1998), Patagonia, la memoria y el viento (1999) e In Memoriam (2002). En diciembre de 1998 obtiene el primer lugar en el Concurso Binacional de Poesía de la Patagonia y en noviembre de 2002, el primer lugar en cuento y tercero en poesía en el IX Festival Todas las Artes Víctor Jara. En el abril anterior se le había reconocido con el Premio Municipal de Literatura, que entrega anualmente la ciudad de Punta Arenas. El Paso del Diablo, su primera novela, fue editada por LOM, en su serie Narrativa, el año 2004.
Al publicar In Memoriam, el poeta hizo, en forma privada, una suerte de declaración de principios; muy a lo Ramón Díaz Eterovic, por lo demás, el consagrado novelista también nacido en Punta Arenas y que, como él, comenzara siendo poeta. En julio de 2003 Oyarzún escribió lo siguiente: "Es, quizás, mi último libro de poesía. Actualmente estoy abocado a la novela. He decidido escribir, por lo menos, dos o tres novelas consecutivas. No sé que saldrá de todo esto. Por ahora, eso sí lo sé, me salgo del territorio poético, al menos en lo formal".
El oficio de escribir
Ha sido una buena decisión la de Pavel Oyarzún. Sin desmerecer su alta poesía, demuestra con su novela una consistente capacidad narrativa. Estructurado en cinco capítulos o escenas, el trabajo mantiene una permanente tensión a través de sus páginas. A pesar de lo monótono que pudiera resultar el paisaje -pampa, quebradas, aridez cordillerana- el tablado donde los personajes transcurren hace natural y muy creíble su forma de contar. La precisión en los diálogos y las descripciones, el monólogo silencioso y la objetividad de un observador inmanente, así como la distancia respecto a su propio relato, lo hacen ameno y claro, amén de ubicar al lector en una imagen muy nítida producida por el decurso de los acontecimientos.
El retrato de los personajes, por otra parte, es logrado y demuestra conocimiento y estudio sobre el tema tratado. De tal forma que a ratos, Oyarzún, nos parece un escritor argentino que relata con cierta familiaridad los lugares y la historia de su Patagonia austral. La facilidad para hacer actuar a aquellos a partir de su exacta ubicación en la escala social, sorprende. No los juzga -salvo cuando el movimiento debe explicitarse para su lectura- eliminando de tal manera cualquiera innecesaria empatía o adjetivación.
Con todo, el gran personaje de la novela, el más logrado y trabajado, no es alguno de sus héroes -el gallego Antonio o Anselmo Bruna o el magnífico Esteban Ferrer- sino el sargento Valenciano, el antihéroe, un resentido y desclasado empleadillo -tal vez sin comprenderlo- de la oligarquía criolla. En su rol de suboficial de carrera, inhumano, elemental y eficaz, su única tarea en este mundo pareciera ser el asesinato y la eliminación de los de su propia clase.
La voz de Osvaldo Bayer, el autor de La Patagonia Rebelde, está allí y se le reconoce a partir del decidor epígrafe elegido: "Están mal acostumbrados los del 10 de Caballería. Hasta ahora les había ido demasiado bien, ni uno solo de los cabecillas anarquistas se había salvado". Y en verdad, nadie se salva en esta historia. Los huelguistas huyen, el Ejército fracasa, el suboficial verá frustrado su intento de reconocimiento y el oficial, que observa por mandato y sin intervenir en la persecución, no conocerá ninguna otra gloria que la ignominia, en la desigual balacera que resuelve la obra. Sólo uno, tal vez, merezca ser recordado al finalizar sus páginas; el romántico Ferrer quien, a la manera de Juan, el personaje de Por quien doblan las campanas, detiene el avance de la tropa a costa de su propia inmolación. Su sacrificio rescata el contenido épico de una lucha que ya ha fracasado en todos los campos.
Y otra enseñanza también nos deja, El Paso del Diablo, a los desaprensivos habitantes del centro del país; la Patagonia, así como el alto desierto nortino, es una nación ajena a los límites políticos impuestos por la historia moderna.
El mapa, en definitiva, establece el área de acción sobre la que cada ejército impondrá la voluntad de quienes en verdad mandan.
El Paso del Diablo es una novela ágil y entretenida a la manera de un magnífico guión de cine. Bien podría ser recomendada para la lectura de nuestros jóvenes estudiantes.
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