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La reforma de la ONU, un desafío |
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El miércoles pasado comenzó en Nueva York una reunión cumbre de jefes de Estado y de gobiernos, convocados en ocasión de que la Organización de las Naciones Unidas cumple su sesenta aniversario, para abocarse a reformar la máxima organización internacional, creada en 1945 en la Conferencia de San Francisco para garantizar entonces la paz de la posguerra. Cuando escribimos estas líneas aún no han finalizado las sesiones, pero la batalla diplomática en torno al documento de propuestas de reforma, presentado por el secretario general Kofi Annan, es intensa. Alí Rodríguez, canciller de Venezuela se quejó de que no hubo oportunidad de hacer propuestas ni de oponerse a otros aspectos que recoge el documento. Rodríguez adelantó que su país se iba reservar su posición frente a las propuestas de reformas de la ONU, en consideración de que se usó el antidemocrático procedimiento de negociación entre unos pocos países. Es claro de que el gobierno de Estados Unidos busca eliminar de un plumazo el compromiso acordado por la ONU en el 2000, conocido como "Metas del Milenio", con claros retrasos en su cumplimiento. Ese acuerdo contiene resoluciones en torno a temas como el hambre, pobreza, educación, salud, medio ambiente y desarrollo. Por eso Bolton mostró claramente el interés de la administración Bush de deshacerse de ese compromiso en relación a la asistencia a los países pobres, anular todo lo relacionado con las medidas a adoptar ante los cambios climáticos contenidos en el Protocolo de Kyoto, borrar los de las Metas del Milenio, eliminar lo referido a la creación del Tribunal Penal Internacional, así como cambiar la frase del documento que insta a los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad a no emplear el veto contra medidas para detener el genocidio, crímenes de guerra o limpieza étnica. Estados Unidos por el contrario pone el acento en la lucha contra el terrorismo, la promoción de la democracia y los derechos humanos, según su limitado criterio, la exigencia de que otros se desarmen y no ellos, junto a oponerse a una moratoria sobre el desarrollo de nuevas armas atómicas y la no ratificación del Tratado de Prohibición de Pruebas Nucleares. El unilateralismo en las relaciones internacionales que es la práctica seguida por la superpotencia imperialista, expresada al máximo en la invasión a Irak en 2003 sin contar con la autorización de la ONU, pretende también Estados Unidos instalarla en el Consejo de Seguridad, oponiéndose a su ampliación o mediante el traslado a ese organismo -donde cinco tienen derecho a veto- de otras atribuciones que hoy están en manos de otros organismos dependientes de la Asamblea General. Que la ONU debe democratizarse y funcionar mejor es una aspiración de la mayoría de sus miembros, pero el organismo vive también una crisis profunda de la que Estados Unidos y otros países ricos intentan sacar partido en su beneficio. Mientras tanto el mundo sigue muy lejos de alcanzar el objetivo de erradicar el hambre, la pobreza y las guerras. Si la tendencia actual continúa en el 2015, fecha que se fijó como meta para alcanzar las Metas del Milenio, existirán más de 800 millones de seres humanos viviendo en la extrema pobreza. Porque hoy, según el Programa de la ONU para el Desarrollo (PNUD) un 40 por ciento de la población del planeta vive en la mayor pobreza y sólo tiene el 5 por ciento del ingreso mundial, mientras el 10 por ciento de los más ricos se beneficia de un 54 por ciento de ese ingreso. En muchos países se ha retrocedido en relación a cumplir con esas metas acordadas, entre ellos más de una docena de países son africanos y seis que formaban parte de la desaparecida Unión Soviética. Las Naciones Unidas en sus sesenta años ha fracasado en detener guerras y en frenar la pobreza, sin hablar ya de erradicarla. Para la Humanidad pese a todo, sigue siendo su principal herramienta para la verdadera convivencia y colaboración internacional, y no menos para salvaguardar la existencia de naciones soberanas. |
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