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El XV Festival Internacional de Poesía en Medellín |
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escribe Ángela García Las impresiones se hacen cúmulo. Tantas lecturas de poemas en tan diversos auditorios, donde los rostros de los oyentes se nos antojan de cercanía entrañable. Sin embargo tienen luego una inexcrutable continuidad en los rostros ensimismados, absortos o dispersos que encontramos en las calles, aventados contra el pavimiento por la mano áspera y desdeñosa del azar. Hay centenas de personas circulando cada día en el centro de la ciudad, entre la bruma del smog y el plomizo color de los bajos del metro, el arrume de ventuchos cerca a las penumbrosas galerías que ofrecen toda suerte de objetos, colgando de puertas, muros y vitrinas. O entre las tienduchas improvisadas con cajones o carretas de legumbres, granos y frutas que espesan otro laberinto de olores trenzado a las chazas de golosinas y cigarrillos. Medellín es buen ejemplo de la doble Colombia. Lujo y miseria. En unos lados, sobre todo hacia el costado suroriental la ciudad esplende en su desarrollo, las calles están limpias y los árboles se enseñorean de amplios terrenos. En el centro antiguo las calles adquieren el aspecto de cloacas. Decenas de mendigos vestidos más con capas de mugre que con harapos, se mueven como si no pudieran explicarse a sí mismos el hecho de estar aún entre los vivos, desahuciados por un inverosímil desamparo, siendo parte de los desperdicios que no alcanzan a recoger los camiones de limpieza. Y mientras tanto el ruído como un temporal denso al borde del oído fustigando los tímpanos. De tal modo asombra mi ciudad. Y sin embargo Medellín es un abrazo humano, profundo, visceral, definitivo. No sólo lo sentimos los oriundos sino también extranjeros que vienen y que parten con nostalgia. Es la ciudad de la fiesta del encuentro, de la sed de la voz que traspasa los decíbeles de ruído. Medellín es la ciudad que ha llamado y ha forjado la mayor fiesta de la palabra. Se ha hecho lugar de cita, también para recibirse a sí misma. Es la ciudad que ha realizado la concepción del encuentro, esta fantasía asombrosa de ofrecer una noticia para el mundo que empieza siendo noticia para sí misma: que la reunión se cumple y es grande el alborozo de verse miles de prójimos, confirmando a la poesía como hecho premonitorio. Más que la aclamación y los aplausos que pueden engolonizar en el escenario, cada poeta verificó el interés del público por la poesía, dependiendo de ella para auto-valorarse y afirmarse. Todos sentimos el oído atento, los ojos fijos, la envoltura del silencio. En buena parte del centenar de sedes: auditorios, salas, bibliótecas, recintos culturales tradicionales o improvisados, tarimas en plazuelas, parques o avenidas, los esperados y los que esperaron accedimos juntos a un acto comunicativo. Suprema responsabilidad de poetas y organizadores, delicado proceso de formación el que viene cumpliendo el Festival Internacional de Poesía en Medellín desde 1991, año de su fundación. Proceso no excento de complejidades, ya que la educación por el arte preserva la salubridad mental y espiritual, rescata de la confusión los sentidos, al tiempo que soporta la presión de prerrogativas sociales que son extraordinaria y progresivamente apremiantes en Colombia. Pues la única lealtad que han preservado la mayoría de nuestros gobernantes ha sido a la historia venal, a la tradición de vender patria. Desde los tiempos de Independencia se instauró una distinción entre la autonomía criolla y la del colombiano común, se legitimó con leyes la construcción de un país para unos y la destrucción o usurpación del mismo para otros. Los frentes de acción del mandato actual se resumen en reformas tributarias, -ya lleva tres-, la ley de justicia y paz obligan las minúsculas- dirigida a los paramiltares, la campaña de re-elección que empezó casi al tiempo con este período presidencial, y la seguridad social. Mecanismos que quieren legalizar en el actual conflicto nacional- una vez más la perpetuación de los privilegios de algunos y la miseria de millones. Y entre telenovela y telenovela la propaganda estatal insiste en los méritos heroicos de la fuerza militar, en el falso éxito del proceso de reinserción de los paramilitares. Los noticieros acolitan las ceremonias del poder, la desinformación general de la que nos quejamos los ciudadanos del mundo adquiere en Colombia grados abominables. En vía opuesta a semejante extravío la posibilidad de oirse, en un evento como el festival donde se escucha la experiencia diversa del hombre de hoy a través de la voz de los poetas, vigoriza la activación de los individuos, decanta la conciencia, aporta a toda ese conglomerado el reflejo de su fuerza, de los muchos que somos, el reflejo de una faz cada vez más completa del ser colectivo. Es el razgo que diferencia estos eventos masivos o otras iniciativas artísticas y pedagógicas (como Tallerarte en Medellín), de los meramente intelectuales que conforman un espacio más entre la oferta cultural de las sociedades del bienestar, en ellas incluídas las élites altas de nuestros países. Existen también colectivos de trabajo y medios alternativos que comparten la misma estrategia formativa en otras ciudades del país. Las revistas de poesía por ejemplo, -algunas de las cuales (Común Presencia, Luna Nueva, Número, Otras Palabras, Arquitrave ) han preservado por años su circulación-, prueban que el lenguaje poético ejerce pese a todo un liderazgo en Colombia y quizás en América Latina; no para vanagloriarse de los grandes públicos, -ya se sabe que la multitud es un fenómeno efímero y circunstancial-, sino para atender a la fecundación de fondo. La poesía busca un orden interno que suele ser lento, accidentado pero verdadero. El poder convocador de la poesía - del cual Medellín es ejemplo emblemático-, comprende unas dinámica y orientación propias. No conviene maniobrar o reducir sus alcances a una reiteración emocional del sufrimiento traumático que implicaría descender a la obviedad. Dice Brodsky que el problema con los discursos acerca de lo obvio es que corrompen la conciencia con su facilidad, con la velocidad con que aportan bienestar moral y la sensación de estar en lo cierto. Trascendente responsabilidad de poetas y organizadores en los festivales de todo el mundo. Llegan propicatorias ahora las palabras de Heaney- que el poema además de ser placenteramente directo, posea sabiduría, que no sea una variación tocada para sorprender al mundo, sino una nueva afinación del mundo. N.R. El XV Festival de Poesía de Medellín considerado como uno de los eventos poéticos más importantes a nivel internacional, tuvo lugar del 24 de junio al 2 de julio de 2005 con la presencia 80 poetas invitados provenientes de 52 países. |
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