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Un nuevo libro del colombiano Víctor Rojas |
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escribe Ángela García Esos benditos vecinos es el título del octavo libro de Víctor Rojas recientemente aparecido en el sello Simon Editor de Jönköping. La obra está conformada por siete relatos, ubicados en dos bloques culturalmente diferenciados. Quienes conocemos al autor entendemos perfectamente la continuidad de su doble indagación en las atmósferas culturales que han albergado su devenir literario: América Latina y Escandinavia. En la primera parte, los dos re-latos están hechos en tiempo circu-lar que desde el presente se enrum-ba al pasado y regresa al presente. Circular como la descripción de la miseria y el hambre; la ignorancia y la superstición. El primero Por esos montes sin dueño es un cuadro que detalla la tierra seca y rala, el viento, imagen de la soledad. El tiempo de escasez prolongado sin piedad. La miseria aún de ilusiones, en un cuadro figurativo. Es en la segunda parte donde el lenguaje cambia y se percibe la visión del contraste de quien atestigua el pro-ceso de asimilación de una nueva patria. Monólogos trenzados de humor, crítica y asombro, el cual se usa como catapulta a la necesaria adaptación del exilado. Pero son los primeros cuentos los que me han suscitado el deleite más jugoso. Me llevaron a la evo-cación de uno de los más maravillo-sos cuentos de Juan Rulfo, el mo-nólogo de un ser simple entre los simples, un epiléptico de edad im-precisa, que hace un ingenuo retra-to de sí mismo, con pasajes de in-consciente sensualidad. El monó-logo de Victor Rojas es el de un po-bre campesino que conoce tan solo ese nudo de representaciones con-centrado en la cosecha, relación tierra - cielo - estómago: más allá ningún otro escenario: casucha y siembra; procreación descontro-lada, forcejeo con la plaga. Y está bien que no haya en el relato alu-sión alguna a datos geográficos o nominación de patria, aspecto en el que también coincide con Rulfo. Dos o tres nombres propios no di-cen nada, Macario o Salvador sin apellidos, ni castas.La violencia absurda, la obstinación incom-prensible de la muerte en estos pa-rajes pueden ser propios de cual-quier país latinoamericano: pién-sese en Nicaragua, El Salvador, México, Colombia o Brasil. Los personajes principales aparte de la familia que agoniza, son la milpa que no prospera, los gusanos úni-ca fertilidad que la devasta; las iguanas, y la peste de los hombres con armas. Las únicas alusiones precisas son la descripción (que se vuelve simbólica) de los bichos: en Maca-rio ranas, cucarachas, grillos, ala-cranes, y en Por esos montes sin dueño gusanos e iguanas. El único señalamiento aquí es la agonía por hambre de una familia perdida en los eriales de una tierra pávida a la que las matanzas le han arrasado el alma, sin apoyarse ni en leves alu-siones discursivas o políticas, sin juicios. Sólo el precario raciocinio de personajes insignificantes, pero con un lenguaje asombrosamente alumbrado por imágenes frescas cuyos destellos hacen de éste y otros relatos del libro de Víctor Ro-jas piezas de gran armonía es-tilística. Víctor Rojas |
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