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Cuba sigue |
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escribe Cándido Gobierno y pueblo cubanos celebraron el pasado martes un nuevo aniversario de la gesta del Moncada, punto de partida del proceso que culminó con el acontecimiento más relevante de la historia del siglo XX en América Latina, la Revolución Cubana. Una revolución, que por ser tal y no al estilo de las revoluciones «naranjas» que tanto entusiasman a los gobiernos y medios occidentales, ha sido asediada y agredida en todos los frentes, desde el momento mismo de su nacimiento. O al menos desde el momento en que quedó claro que era una revolución en serio, con el pueblo como protagonista y beneficiario, lo que implica necesariamente, la conquista del gobierno y también la del poder. Para instaurar la justicia, indivisible de la libertad, es necesario romper un orden injusto y herir los intereses de la minoría privilegiada.Y eso fue lo que ocurrió con la Revolución Cubana, bajo la conducción de líderes excepcionales como Fidel Castro, Che Guevara, Camilo Cienfuegos y toda una generación de jóvenes revolucionarios. En el caso de Cuba, el perjudicado resultó ser, además de la oligarquía cubana, por insólitas coincidencias geopolíticas, el imperio «americano». En esa guerra más o menos encubierta, no ha faltado nada. Desde las agresiones militares, los intentos de asesinatos, el bloqueo económico, los atentados terroristas perpetrados entre otros por uno de los mayores terroristas de la CIA, Luis Posada Carriles, actualmente protegido por el gobierno de Bush que niega la extradición solicitada por el gobierno de Venezuela, donde estaba procesado por la autoría de la bomba colocada en un avión cubano en Barbados, que costó la vida de 72 personas. Sin faltar, claro está, en la lista de agresores el enorme poder de las principales empresas que controlan y manipulan, conforme a sus intereses, la corriente de información que circula por el mundo. En esa guerra, que dura casi medio siglo, no ha habido tregua. Precisamente en estos días las empresas mediáticas del mundo occideental han dedicado grandes espacios a denunciar «la represión a los disidentes», por parte del «régimen castrista». En Cuba hay muchas personas que disienten con el régimen socialista, que añoran poseer todas esos objetos, la mayoría superfluos, que adornan los escaparates del mundo occidental y que se fabrican por millones al costo de envenenar aún más el castigado planeta, para seguir dando oxígeno al sistema. Están en su derecho y no se les persigue por ello. Pero no son los «disidentes» que quisieron realizar una demostración delante de la embajada francesa en La Habana, (protestando contra el gobierno galo por haber distendido sus relaciones con Cuba) quienes están probadamente financiados por el gobierno de Bush y el sector terrorista del exilio cubano en Miami. Y que pretenden crear las condiciones para el eventual derrocamiento del gobierno que el pueblo cubano, por aplastante mayoría, se ha dado. Curiosamente en momentos en que en el Reino Unido se tira a matar, con consentimiento de Tony Blair a cualquier sospechoso de aspecto terrorista (es decir de cutis no muy blanco), que lleve una mochila, y los gobiernos y medios de la Unión Europea piden leyes «más severas» «contra el terrorismo» que hasta ahora se han usado para perseguir a militantes de izquierda, sin impedir los verdaderos ataques terroristas, esa misma UE que no ha dicho una palabra sobre el horror de Guantánamo, se muestra «preocupada por los derechos humanos y los presos políticos en Cuba». Y arrecian la ofensiva en momentos en que el huracán Dennis ha golpeado gravemente la infraestructura del país. Aunque ha dejado pocas víctimas mortales porque el gobierno del «dictador» con la colaboración disciplinada del pueblo evacuó cerca de un millón de personas antes que golpeara el siniestro. Una previsión de la que no gozaron bajo la democracia de Fox, los turistas de Cancún. Hasta ahora Cuba ha resistido y superado todas las consecuencias de esa guerra y nada indica que no seguirá haciéndolo. El odio les ha confiscado la razón y terminan haciendo el ridículo. Sólo les queda confiar en los avatares de la naturaleza. Como diría Don Quijote, «ladran Sancho, señal que cabalgamos». |
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