inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 15-Julio-2005

En el Rincón de los Muertos

 

escribe Antonio Parodi Buendía

ITE MISSA EST- pronuncia  el sacerdote al finalizar el oficio divino bendiciendo a los fieles, beatas en su mayoría, éstos se persignan y salen. Las campanas repican asustando a las urpituchas haciéndolas volar sobre los tejados.

Desde las tahonas se va elevando el humo hacia el purísimo cielo azul; los pongos trabajan afanosos preparando con leña el pan crocante mientras los parroquianos esperan en largas filas. Los niños bien peinados y uniformados, acuden prestos a las escuelas y las vecinas se reúnen a chismorrear a la vez que barren la vereda.

Así va transcurriendo una mañana habitual en Ayacucho (rincón de los muertos en quechua), la ciudad de las trentaitrés iglesias, la que conserva su estructura gótico-mudéjar y renacentista casi intacta. En el frontón de un templo jesuita, se ven esculturas representando elefantes y tigres, reflejo del intenso tráfico comercial y misionero entre El Callao, Manila, Goa, las costas de Malabar.

Pasa un vendedor de illas -objetos mágico-religioso para protegerse de las nefastas carcanchas- al lado de un camión militar estacionado repleto de sospechosos capturados durante la noche; nadie dice nada mientras miran impasibles e inescrutables las kalasnikovas que les apuntan. Va calentándose el ambiente y las tiendas se abren exhibiendo artesanías: mates burilados, traslúcidas piedras de Guamanga, retablos. Estos últimos vienen a ser cajones de 50 centímetros de alto por 30 de ancho conteniendo figuritas de yeso en donde se aprecian escenas diversas propias del lugar: un cuatrero azotado delante del dueño del ganado, fiestas matrimoniales, procesiones, raptos de novias, toritos de Pucará, pasajes bíblicos. José María Arguedas escribió que estos cajones sincréticos se llamaban sanmarcos y son la herencia de las capillitas portátiles que utilizaron los romeros en el Camino de Santiago para luego ser traídos al Perú por los primeros colonos españoles.

De una chingana se escucha el nostálgico yuyarispa:
 
URPITUCHA 
Urpituchas uywakurqani,
palumachatas uywakurqani,
chakray patapi minsk´ i wankaqtaq,
chakray patapi minsk´i takiqtaq.
Manas urpitu tarinkimanchu
manas paluma tarinkimanchu.  
 
Palomita 
Tuve una palomita,
tuve una torcacita,
que cantaba dentro de mi chacra,
que entonaba dentro de mi huerto.
Ya no hallarás la palomita,
ya no encontrarás la torcacita. 
 
Por la Plaza de Armas pasan trotando apretados batallones de Sinchis (jóvenes guerreros en quechua), tropas de élite de temible fama. Robustos mocetones de 1,80 de talla que han sido trasladados hasta aquí para combatir a Sendero Luminoso. Van mostrando sus torsos desnudos y ensangrentados pues acaban de destripar perros como práctica, llevando intestinos caninos alrededor de los cuellos. Los conduce un comandante cuarentón no menos musculoso, que grita lemas para ser coreados por los subalternos:

Buenos días! Le saluda un comando preparado pa´la guerra.

Centinela! No te duermas / si te duermes yo te mat.o Quiero bañarme
en una piscina llena de sangre /sangre terruca.Uno,dos,tres,cuatro,cuatro,tres,dos,uno!

 Buenos días! Les saluda un comando preparado pa´la guerra.

Centinela! No te duermas si te duermes yo te mato. Quiero bañarme en una piscina
llena de sangre/ sangre terruca. Uno,dos,tres,cuatro,cuatro,tres,dos,uno!

 La masa broncínea cubierta de sangre, sudor y polvo, se aleja bajo los gallardetes tremolantes.

Después de ver este tour de force decidí entrar a un huarike a tomar la chicha de jora mientras se escuchaba el huayno de García Zárate.

Es una mañana como de costumbre.



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