inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 15-Juli-2005

Una grotesca pelea

 

Los atentados terroristas en el metro y a un autobús urbano en Londres la semana pasada, como antes los que se perpetraron en Madrid y en Nueva York con un saldo importante de víctimas civiles, vuelven a generar reacciones que atentan contra la democracia verdadera y la libertad de la gente. Así de simple es.

No para Bush ni para Blair, que obtienen fácilmente buenos pretextos para argumentar en favor y poder proseguir así con la lucha contra el terrorismo en Afganistán e Irak y por extensión en el resto del mundo.

Después de los atentados en Londres el presidente George W. Bush sacándole partido al doloroso hecho proclamó que la lucha continúa y la vida sigue, manifestándose orgulloso de cómo los británicos enfrentaban el terrorismo. Claro que no se refería a quienes murieron en Londres ni a sus familiares que aún no han podido sepultar a sus seres queridos destrozados por las bombas, sino a ese grupo de políticos blindados que él integra y que desde verdaderos bunkers dirigen la barbarie capitalista, el saqueo cotidiano de recursos en favor de los monopolios norteamericanos y europeos.

Los asistentes a esa cumbre en Gleneagles del G8 para hacerse más potables decidieron (como habían anunciado antes con bombos y platillos) condonarles las deudas externas a sólo 18 países africanos. No por generosos, sino porque como Fidel Castro había prevenido ya en los años 80, ellas eran impagables e incobrables. Y todo ésto cuando Africa pedía que se aliviara la deuda del conjunto, a lo que se negaron los del cónclave de Escocia y cuya consecuencia lógica será de que millones en ese continente seguirán muriéndose de hambre y enfermedades curables, mientras los prestamistas felices continuarán chupándole la sangre a las economías africanas.

Los de el G8 prometieron llegar al objetivo de una ayuda colectiva del 0,5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) para el 2010, y de un 0,7 para el 2015, Cifras son ya de por sí insuficientes y no existe ninguna garantía de que sea implantada algún día. Y en el caso hipotético de que esa ayuda llegara (lo que es muy poco probable) su efecto sería nulo en razón de que los del G8 con EE.UU a la cabeza, mantienen a rajatablas todas las normas del comercio injusto: el de las subvenciones agrícolas, las cuotas de importaciones y demás barreras que impiden que los africanos y los países del Tercer Mundo puedan vender sus productos. En Gleneagles quedó claro que ni EE.UU ni la U.E están dispuestos a cambiar las reglas del comercio mundial y como dijo Bush la vida sigue.

Tampoco en lo referente al cambio climático del planeta los del G8 llegaron a un acuerdo, porque EE.UU seguirá sin firmar el acuerdo de Kioto mientras espera algún día descubrir tecnologías limpias que no envenenen la atmósfera.

Si miramos hacia el otro aspecto, el de la guerra contra el terrorismo de la que Bush y Blair dicen ir ganando y que el mundo es más seguro luego de la invasión a Irak, la realidad muestra lo contrario.

Como muchos han señalado todo comenzó muy mal y en base a grandes mentiras. A Bin Laden lo entrenaron los norteamericanos y lo financió Arabia Saudita, y en Irak no habían armas de destrucción masiva. Pero la venganza imperial por el 11-S no se volvió contra los sauditas amigos en el petróleo, sino contra Irak gobernado por un imprevisible y díscolo Sadam Hussein sentado también sobre barriles de petróleo.

Y en ese macabro juego, Londres segundo centro financiero mundial no quedó fuera de la ira fundamentalista islámica, y después de Nueva York se expuso también a previsibles ataques terroristas, aumentados por la participación fervorosa de Tony Blair en la invasión a Irak de 2003. Frente a estos ataques que efectúan pequeños grupos suicidas no hay servicio de inteligencia o policía capaz de prever o impedirlos en ninguna ciudad del mundo. Ahora tanto Bush como Blair y muchos otros gobernantes del G8 piden ya más poderes para controlar, espiar, interrogar o detener, a quienes les parezca sospechoso de terrorismo, hasta alcanzar a la población toda.

Está claro que a las muertes que a diario los EE.UU y sus aliados perpetran en Irak, los suicidas islámicos les responden con atentados contra civiles fuera de fronteras. Una grotesca pelea, donde ni los cruzados del islam derrotarán al imperialismo ni éste vencerá al terrorismo. Unos y otros alimentan su propia guerra. Guerra que sí puede ser finalmente derrotada por la resistencia iraquí y por quienes se opongan en todo el mundo a los designios guerreristas y dominadores del imperio y sus aliados.



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