inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 15-Julio-2005

Lo que los medios de prensa no muestran: el hospital de al-Qaim
Una tragedia casi imposible de describir

 

escribe Sabah Ali

"Enfrente de Qusai había un niño de diez años, Ahmad Abdullah. Tenía conectados muchos cables a la nariz, las manos y el abdomen, que estaba vendado. Ahmad regresaba a casa al salir del colegio después de recibir sus calificaciones de fin de curso. Había obtenido buenas notas y estaba contento de poder pasar al curso siguiente cuando un proyectil de mortero le alcanzó en el estómago, el hígado y el páncreas. Tenía metralla en la cabeza."

Los pintorescos y apacibles paisajes que se suceden a lo largo del camino a al-Qaim contrastan claramente con la trágica realidad que esta pequeña ciudad, situada a unos 400 kilómetros al oeste de Bagdad, está viviendo desde hace más de dos años. El Éufrates fluye despaciosa y pacíficamente entre pueblos y pequeñas ciudades de los que casi nunca se habla en los medios de comunicación: Karabla, Ebeidy, Rumana, al-Ish, todos ellos rodeados de huertos con frutales. Las casas bombardeadas que van apareciendo por el camino empiezan a querer decirnos algo ya... pero "[...] la realidad supera cualquier posible descripción", como nos cuenta el Dr. Hamdi al-Aalusy.

El Dr. Hamdi no estaba en al-Qaim cuando llegamos, pero vino desde la ciudad donde se hallaba para poder reunirse con nosotros. Estaba muy enfadado.

- ¿Qué van a hacer por nosotros? En una ocasión, y tras hacerme otra entrevista, las tropas estadounidenses vinieron hasta aquí y me retuvieron en mi oficina durante más de cuatro horas. No me permitieron salir hasta que les mostré los archivos y documentos médicos pertinentes que apoyaban todo lo que había manifestado en aquella entrevista.

- ¿Qué querían?
- Me preguntaron por qué había hablado de víctimas entre mujeres y niños mientras que el portavoz de los militares estadounidenses había dicho que eran terroristas. Les dije que las víctimas de las que me ocupé aquí eran mujeres y niños y les mostré los expedientes médicos.

Dos semanas de combates

Después dimos una vuelta por el hospital escuchando cuanto tenían que decirnos pacientes y empleados, y comprendimos por qué su ira era lo mínimo que podía esperarse. El Dr. Hamdi tenía que trabajar, proteger a su equipo médico y ayudar en los cientos de casos urgentes en condiciones de extrema dificultad en medio de una situación casi imposible, sin ayuda alguna:

"Los sucesos empezaron el 2 de mayo de 2005 -comenzó el Dr. Hamdi para describir la situación-. Hubo un combate feroz y el hospital se convirtió en un campo de batalla. Después de tres días de lucha y bombardeos sobre el hospital decidimos trasladarnos a un lugar alternativo en el centro de la ciudad. Allí prestamos primeros auxilios, transfusiones de sangre, soluciones a problemas de nutrición y medicinas. Logramos salvar muchas vidas en muy difíciles circunstancias. Estábamos bajo una presión muy fuerte. Las ambulancias no podían apenas moverse, no podíamos llevar a cabo muchos tipos de operaciones, pero nos las arreglamos para salvar a muchos niños. Hubo infinidad de víctimas, la mayor parte civiles, decenas de cadáveres, decenas de heridos. La situación era de una gran tragedia. Hicimos muchos llamamientos de auxilio a organizaciones humanitarias y también a los bandos en lucha para que pararan el baño de sangre. Gracias a Dios que en ese punto la situación no fue a más. Pedimos a Dios paz y seguridad para nuestra ciudad.

"Pero hubo más ciudades que estuvieron expuestas a fuertes bombardeos; en Karabla y Rumana murió mucha gente. No pudimos llegar hasta ellos hasta que pararon los combates. Les aconsejo que vayan allí y vean los daños, las casas demolidas y las víctimas que se abrasaron bajo los escombros. Hubo decenas que murieron de esa forma. Por ejemplo, en una de las casas había cuatro muertos y siete heridos. Las bombas y los proyectiles no hacen diferencias entre civiles y combatientes; tampoco distinguen a niños, ancianos o mujeres.

El horror fue espantoso. Muchas familias escaparon al desierto, sin nada con que contar, sólo con la arena y el cielo. Fue una tragedia humana; pedimos a Dios que no vuelva a ocurrir."

- ¿Qué cifras hay de víctimas?
- 42 muertos y más de 50 heridos. Les aseguro que la mayoría eran civiles, mujeres, niños y ancianos. En Rumana encontramos seis personas muertas en una casa, cinco en otra...

¿Qué pasó en el hospital alternativo?
- Lo instalamos en un diwan [gran sala o vestíbulo para invitados] de una casa. La familia propietaria nos lo ofreció. No era fácil trabajar allí pero hicimos lo que pudimos, como decimos los árabes en los momentos penosos: "Al menos tienes dos opciones: o te quedas y pones en peligro las vidas del equipo médico o te vas de la ciudad". Los combates duraron casi dos semanas. No sólo tuvimos que trabajar al-Qaim. Nos las arreglamos para enviar alguna ayuda médica a Karabla, pero las carreteras hasta Rumana estaban cerradas, no pudimos ayudarles, nos disculpamos ante ellos a través de algunos canales-satélite. Pero fuimos a verles en cuanto acabó la lucha.

- ¿Quién les ayudó?
- No lo sé muy bien, pero trasladaron a algunos de los heridos a través del desierto hasta Mosul. Instalaron un hospital alternativo en Ebeidy y les enviamos un cirujano y un anestesista. Fue terrible porque no podíamos trasladar a los heridos al hospital, no podíamos hacerles llegar una ambulancia y no sabíamos realmente qué hacer.

- ¿Qué está ocurriendo en los días normales, cuando no se producen operaciones militares, hay también víctimas?
- Ciertamente, contamos con los francotiradores estadounidenses. Cada día hay muchas víctimas. Pero, desde luego, cuando hay operaciones militares la cifra es mucho mayor, la situación se vuelve indescriptible. Sin casi equipamiento médico, con las posibilidades de movimiento de las ambulancias muy limitadas, en condiciones de gran dificultad... Al segundo día, en el hospital alternativo explotó una bomba a tan sólo unos metros de distancia. En situación de normalidad tenemos las víctimas de las minas antipersonas, de los francotiradores, de los enfrentamientos, no hay un solo día sin disparos, víctimas y familias abandonando la ciudad.

- En esa situación de normalidad, ¿tienen suficiente equipamiento médico para atender especialmente los casos urgentes?
- El Creciente Rojo, La Ayuda Humanitaria y otras organizaciones nos están auxiliando, pero la situación es muy complicada y por supuesto que necesitamos más ayuda...

- ¿Qué daños ha sufrido el hospital?
- El hospital fue parcialmente destruido, perdimos dos ambulancias y un Land Cruiser, la instalación de aire acondicionado, la red de electricidad, las conducciones de agua, el instrumental médico, parte de los edificios, etc. Apelamos a la ayuda de las organizaciones humanitarias. En el hospital alternativo, podíamos llevar a cabo varias clases de intervenciones: transfusiones sanguíneas, dar soluciones a problemas de nutrición, cirugía, amputaciones y paracentesis pulmonar. Tuvimos que elegir entre abandonar a los heridos a su suerte o hacer lo que pudiéramos para salvar sus vidas. Como doctores no podemos llevarles a nuestras consultas privadas, que están cerradas ahora. Atendemos a los pacientes en las casas y en las calles...

- ¿En las calles?
- Sí, paramos en el camino para examinar a los pacientes. Los francotiradores no hacen diferencias entre la gente, tampoco los proyectiles, los morteros y las bombas. Son muchas las víctimas.

Francotiradores estadounidenses

La atmósfera era tensa en todo al-Qaim. El cartel que en la entrada principal a la ciudad decía "Bienvenido a al-Qaim" había desaparecido. La calle comercial principal aparecía extrañamente desierta; muchas casas y edificios públicos estaban destruidos hasta los cimientos.

En el hospital, una multitud de hombres esperaba, uno de ellos lloraba. En las paredes, en las ventanas rotas, en las ambulancias y en las instalaciones de aire acondicionado había huellas de impactos de proyectiles, balas y ráfagas de ametralladora. En la sala de urgencias, yacía un hombre joven, Qusai, con la cabeza y el pecho vendados, con un tubo respiratorio en la nariz y otro tubo que salía del pulmón ensangrentado. Qusai tenía una tienda de zapatos en el mercado. Estaba abriéndola cuando un francotirador estadounidense le disparó en la cabeza y en el pecho.

"¿Cómo se encuentra ahora?". "Todavía en situación inestable", contestó el Dr. Laman que nos acompañaba en la visita. "El pulmón derecho está destrozado, y no sabemos aún cómo va la herida de la cabeza, tenemos que enviarle a Bagdad para que le examinen a fondo, no tenemos aquí equipo adecuado. Ayer enviamos a otro hombre herido; murió camino de Bagdad"

Un hombre empezó a hablarnos de forma espontánea:

"Cosas así suceden a diario. Matan a mujeres y niños todos los días. Con Qusai resultó herido un niño de nueve años, en una joyería, junto a uno de los dependientes. El mismo lugar, la misma calle, todos los días. Los francotiradores están por todas partes, ocupan los edificios altos y disparan indiscriminadamente. En un mes mataron a cinco mujeres, una de ellas muy anciana, cuando iba al banco a recoger su pensión, dispararon contra el coche y cuatro personas murieron en el lugar, incluida ella."

El hombre que lloraba afuera cuando salimos era el hermano de Qusai. Lloraba con amargura, y no podía ocultar su rabia:

"Somos civiles inocentes que van a su trabajo. Los francotiradores estadounidenses están escondidos por todas partes cogiendo como objetivo a cualquier persona. No podemos hacer nada, y esto lleva siendo así durante meses, francotiradores, aviones, morteros, bombas. Dios nos vengará de ellos."

Todos los habitantes de al-Qaim dicen que el edificio de aduanas, cuya fachada da a la calle comercial principal, que está ocupado por las tropas estadounidenses y es utilizado como cuartel, es el lugar desde donde los francotiradores disparan a la gente.

Enfrente de Qusai había un niño de diez años, Ahmad Abdullah. Tenía conectados muchos cables a la nariz, las manos y el abdomen, que estaba vendado. Ahmad regresaba a casa al salir del colegio después de recibir sus calificaciones de fin de curso. Había obtenido buenas notas y estaba contento de poder pasar al curso siguiente cuando un proyectil de mortero le alcanzó en el estómago, el hígado y el páncreas. Tenía metralla en la cabeza.

"Lo que ocurrió es que lanzaron un proyectil de mortero, Ahmad se asustó y empezó a correr hacia la casa y entonces lanzaron un segundo proyectil que le alcanzó. No había combatientes armados en los alrededores, ningún terrorista, los estadounidenses estaban disparando indiscriminada y continuamente", explicó su padre.

En la sala de pediatría, dos mujeres preparaban a dos niños que sufrían de diarrea para salir del hospital, llevando con ellas las medicinas y las botellas con la solución que debían tomar.

- ¿Qué hacéis?

- Nos vamos; no es seguro permanecer en el hospital.

Empezaron a hablarnos de los problemas que escuchamos de labios de casi todas las madres iraquíes en la actualidad: la leche es cara, los padres no tienen trabajo, la vida está llena de dificultades, etc. La sala era en sí miserable, con el equipamiento antiguo, deteriorado y las camas desnudas. La sala para mujeres no era mejor, ni tampoco las habitaciones para dar a luz. El Dr. Laman nos explica que hay una sala nueva para los partos pero que está cerrada:

"No tenemos personal, ni doctores, ni enfermeras, ni anestesistas..., no quieren trabajar aquí. Hace pocos meses mataron a una doctora y a su novio, que también es doctor; el anestesista fue golpeado duramente por las tropas estadounidenses. Durante un mes no quiso volver a trabajar."

El único quirófano del hospital no presentaba mejor aspecto. Las ventanas estaban tapiadas con ladrillos porque cada vez que reparaban los cristales, la onda expansiva de una nueva explosión los destrozaba. Las puertas fueron destruidas por las patadas de los soldados o por las explosiones.

"Se hacen aquí todo tipo de operaciones", explicó el Dr. Laman. "Al-Qaim es una ciudad con 200.000 habitantes. Pueden imaginar la presión, con todos los casos de mujeres heridas. Hemos añadido ahora una mesa de operaciones, pero el lugar, como han visto, es muy precario".

Las paredes estaban agrietadas, la mesa de operaciones estaba rota y sostenida por un trozo de madera. "Esta es nuestra puerta electrónica", dijo el Dr. Laman con sarcasmo señalando hacia una puerta de aluminio que había sido rota y reparada muchas veces.

"No dejan nada sin destrozar -dice Abu Muhammad, un enfermero y ayudante administrativo- las puertas, los equipos, las ventanas, los coches... Dicen que atendemos aquí a terroristas, pero cuando nos traen un paciente no nos ponemos a preguntar si es terrorista o es un soldado. He estado trabajando aquí durante 30 años, nada de esto ocurría bajo el régimen de Sadam, toda esta injusticia... Ningún doctor era golpeado y humillado. Ningún doctor era arrestado. Nos libramos de Sadam, pero entonces empezó nuestra verdadera desgracia. Si ves los expedientes de las autopsias, todos son de mujeres y niños. El 50% de la gente de al-Qaim ha huido, en mi zona sólo quedan tres familias, las casas están desiertas, las tiendas están cerradas.

Ellos [los estadounidenses] destruyeron el edificio de la Corte de Justicia, la estación de fuel, una casa de acogida para solteros, la compañía de seguros. Los francotiradores están por todas partes, ocupando las casas y edificios. Dicen que quieren protegernos de los terroristas... Pero la realidad es que cualquier día vendrán y demolerán nuestras casas."

Abu Muhammad nos mostró toda la destrucción sufrida por el hospital.

El testimonio de Aysha

Una joven viuda, llamada Aysha, cubierta de negro de pies a cabeza, que trabaja en el hospital y estaba allí el 2 de mayo de 2005, nos dio su testimonio:

"Era mediodía, el tiroteo empezó después de traernos un cadáver. Establecieron un cerco alrededor del hospital; el lugar estaba lleno de hombres armados. Les dije que mis tres niños estaban solos en casa y conseguí marcharme. Tuve que ir corriendo de esquina en esquina, bajo el fuego. Encontré combatientes dentro de mi casa. Me dijeron que me quedara, pero no pude.

"Decidí llevar a los niños a casa de mi suegro cruzando la calle. Lanzaron un proyectil contra la puerta; decidí irme al precio que fuera. La familia de mi marido salió fuera para ver qué ocurría y lanzaron otro proyectil contra ellos, hiriendo a cinco niños y a cuatro mujeres, una de ellas perdió un ojo. Huí de al-Qaim y me fui a Ebeidi; pero el combate era allí aún más duro, por eso escapé a un pueblo llamado al-Yasim, hasta que la lucha terminó. Mucha gente me dice que me vaya de al-Qaim, pero adónde voy a ir, aquí tengo trabajo."

El padre de Aysha, un anciano de 80 años, fue asesinado por un francotirador que le disparó cuando salía de la mezquita. Su marido murió hace cuatro meses en un accidente de coche. El mayor de sus niños tiene seis años.



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