inicio | opinión | notas | cartelera | miscelanea sueca | suplementos | enlaces 24-Junio-2005

Noche de Walpurgis

 

escribe Antonio Parodi Buendía

Pasaban en pequeños grupos por el caminito situado detrás de mi casa. Ellos marchaban solemnes como cuando los mortales acuden al llamado de los dioses.

Finalizaba abril y a medianoche se celebraría la festividad de Walpurgis, vieja tradición germánica, dando término al invierno y saludando a la primavera.

Me uní a un grupo en cuanto vi a Agnetha, mi vecina, preciosa gringa con trenzas y ensoñadores ojos verdes.

Ella me recibió sonriente. Al seguir caminando, más personas se iban incorporando. Agnetha al reirse mostraba un aire a lo actriz bergmansiana y por qué  no decirlo también, al de Freyja, Billing y Skadi, diosas dignas de ser cantadas. En la larga caminata, nos internábamos en lo umbrío del bosque escuchando el canto rauco de los grajos; a veces bordeábamos grandes rocas graníticas como monstruos marinos invadidos de moluscos.

 Llegamos a la planicie y ya la enorme ruma de troncos estaba dispuesta para la pira. El gentío se sentó en silencio mientras pendía la infinita arquitectura del cielo. Varios hombres oficiaron la quema. Las llamaradas empezaron a elevarse; las brasas conjuraban hechizos y sembraban la noche de signos.

Con Agnetha nos distanciamos de la muchedumbre que ahora temblaba silueteándose contra el resplandor.

Ella iba muy junto a mí con el cabello desmelenado y cubierto de flores. Colla del septentrión, cuerpo vestal casi desnudo, conllevaba la antigua facultad de ser hermosa sin comprenderlo. Deseos primitivos de posesión. Impaciencia de Wirakocha. Los ojos bálticos de hidromiel miraban a la lejanía. Porque en la lejanía todo es bello. La imagen siempre adolescente emprendió una marcha nupcial salvaje enmarcada por el dosel de los árboles centelleantes.

Sus labios se abrían bajo los míos al igual que las aguas del mar ante la derrota de un velero. Sentí la arteria abisal compuesta de lavas rojas como su lengua e iba naúfrago por su naútica anatomía con estremecimientos de malaria sudamericana.Estaba preso de su insaciable e inmisericorde belleza. Festín de víctima y victimario en continua incandescencia.

La multitud ya cantaba en corro tomados de la mano. Bajo el Yggdrasil  se escuchó un grito. La luz se desplomó levantando ascuas, el incendio enloquecido vibró sub terra, convulso,dionisíaco. Caímos al fondo del Ginnuga. La multitud siguió danzando con entusiasmo cada vez mayor semejando reflejos carnales de las esculturas de Milles.

Los reinos naturales estallaron exaltados al calor de las fogatas.Superado el estertor, los ojos bálticos contemplaron el ordálico deber cumplido de especie. La obligación hacia el imperio del instinto. La dura mita del amor. Muertas son las lágrimas de Agnetha como si hubiera muerto yo. Retornamos del peligro y del Midgard y ahora vamos hacia el fulgor y el Muspell. Hemos abolido la historia.Todo pretérito es imperfecto.
Trilcemente en medio de la oración de las colinas va cicatrizando la herida equinoccial de la noche,el arte vertebrado de los ídolos de piedra, la agorafobia de las columnas, la voluntad gramática de la estela rúnica, la homeopatáa del fuego.



Copyright ©
Semanario Liberación
Box 18040
20032, Malmö, Suecia
Teléfono: +46 40 672 65 02
Telefax: +46 40 672 65 03
Correo electrónico: