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18-Junio-2004

 

Eduardo Llanos Melussa y su necesaria recopilación
Antología presunta

 

escribe Juan Cameron

La antología poética de Eduardo Llanos, aparecida luego de un par de lejanas publicaciones, cumple con la necesidad de reunir en un solo tomo la obra de un autor inteligente y reconocido por el medio; al tiempo de establecer sus límites y sus proyecciones dentro de una poesía en constante evolución.

Con muy buenos augurios apareció hace veinte años -en 1983- Contradiccionario, del poeta Eduardo Llanos Melussa (psicólogo, nacido en Santiago, en 1956). A partir de entonces guarda un prolongado silencio; en tanto se le consulta sobre poesía chilena, se le considera un crítico inteligente y acucioso, se sabe que ha obtenido premios literarios en distintos lugares y también, que ha participado en algunos encuentros internacionales. Al parecer se desempeña como lector editorial para el Fondo de Cultura Económica en Santiago y, a mayor información, en marzo del 2003 aparece una Miniantología, bajo el sello Leutun, Colección Rayentrú, en forma de libro y de disco compacto al mismo tiempo.

Uno de esos buenos augurios corre por cuenta de Enrique Lihn en el prólogo a los 16 poetas chilenos, de Erwin Díaz, publicado en Santiago en 1987. Es necesario reproducir lo dicho por Lihn, por cuanto su buen ojo destaca las condiciones más notorias del poeta santiaguino: «En cuanto a Llanos, que casi todo lo sabe en materia de poesía y poética, publica aquí sobre el tema poco socorrido de la modestia, poemas que, como muchos de los suyos, se distinguen por su inteligencia de la composición. Este estudioso de la lengua poética es, virtualmente, el crítico que compensaría los dogmas de la crítica oficial, harto teológica, si viviéramos en una democracia, bajo la bandera de la razón» (citado de la contratapa de Miniantología).

Con todo, dicha recopilación -Poesía chilena actual/ desde Parra a nuestros días- es a juicio de quien escribe estas líneas- obra del propio Llanos y de Jorge Montealegre. Tal vez, por razones de pudor o de modestia, se hizo necesario entregar la autoría a Erwin Díaz, por entonces un joven y desconocido poeta de la SECH, de una obra en que ambos aparecían incluidos entre otros notables creadores de la capital.

La Antología presunta, editada en la prestigiosa colección «Poetas chilenos Tierra Firme» del Fondo de Cultura Económica de Santiago durante el reciente año de 2003, reune buena parte de su primer libro, más textos de trabajos premiados e inéditos que van integrando las diversas secciones de la selección: Libertad vigilada, Premio Iberoamericano Rubén Darío en 1984; Disidencia en la tierra, Premio Iberoamericano Rubén Darío, de Nicaragua, en 1988; Espejos retrovisores, Premio Centenario Gabriela Mistral, en 1989, y Como un brasero que se extingue en la llovizna, Premio Pedro de Oña, Santiago, en 1990. Para estructurar este libro, Llanos ordena su producción en forma cronológica y bajo los siguientes nombres: Contradiccionario(1976/1983),Disidencia en la tierra(1976/1988),La brasa y la brisa (1986/2000), Paisaje histórico (1984/1989),Prohibido estacionar(1992) y Cofre de haikus (1988/2002).

La inteligencia es el recurso más destacado en este autor: inteligencia en la observación, inteligencia en la aplicación de sus conocimientos sobre construcción poética e inteligencia para situarse en el discurso político y poético en boga. Usa así las aliteraciones en un sentido natural y prefiere, a través de ellas, indicar más que descubrir, como si acaso fuera la protesta el principal motivo de toda reflexión sobre el medio. Ello le permite acceder a la perfección en ciertas formas, como el soneto, o a la onomatopeya (citada por su prologuista, Niall Binns) en su intento por unir sonido y sentido en el texto. Parto con dolor, de Contradiccionario es un buen ejemplo de este procedimiento, el cual se repetirá posteriormente en algunos de sus caligramas.

Un tema recurrente en Llanos es la crítica a la actitud social de los poetas, ya mostrada a partir de sus primeros textos, en un sistema de anotaciones en que prevalece el contenido en desmedro de la forma; y a veces puede resultar obvio: «Si ser poeta significa poner cara de ensueño» o «¿Te crees astro/ porque escribes poemas?/ Ah, ¡poet...astro!». Del mismo modo, en sus trabajos más difundidos de su primera época, como Las muchachas sencillas o Malversaciones de fondos y formas en homenaje a Jacques Prévert, pareciera rehuir a cualquier expresión de sensiblería que -aparentemente a su juicio- podría perjudicar el buen comportamiento intelectual sobre la página en blanco.

Se hecha de menos, en Llanos, precisamente esa búsqueda de la razón del término que, a través de la intuición, logra acceder al tercer paso, mágico o semántico, propio del oficio. Una voluntad demasiado austera que, en definitiva, se convierte en su estilo reconocido y propio.

Todo lector exigente -en especial los de poesía- requiere ubicar el sentido de lo dicho en el texto mismo, por estrecha que sea la relación de éste con la realidad a la cual se refiere. Y en este aspecto, Eduardo Llanos Melussa alcanzará la maestría una vez que abandone el inmediato mundo de la contingencia; pues su alta capacidad en el oficio así se lo ha señalado.



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