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Un potro desbocado |
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Cuatro años después de que se produjera el bárbaro atentado a las Torres Gemelas y que el presidente Bush aprovechara el impacto sicológico y el temor de gobiernos y pueblos para imponerle al mundo una guerra total contra el terrorismo, muchos conservadores y liberales comienzan a ver ahora que Estados Unidos los pone en apuros, porque dice una cosa y hace otra. Por solidaridad y también por temor a la ira imperial, la Unión Europea y muchos otros gobiernos en el mundo, aceptaron conceder a todas las exigencias derivadas del Acta Patriótica norteamericana, restrictivas de la libertad de movimiento y opinión a nivel internacional supuestamente para poder protejerse de un enemigo común. Enemigo que en principio fue Bin Laden, después los talibanes afganos, más tarde Sadam Hussein y ahora cada vez es más difuso. Puede ser una guerrilla, un presidente díscolo, emigrantes ilegales, indígenas rebeldes o cualquier otro factor que es visto como resistencia anticapitalista. Controles estrictos de aeropuertos y fronteras, listas de sospechosos, intervención de correspondencia, comunicaciones personales y cuentas bancarias, se hicieron usuales a un costo de millones y millones de dólares. Pero lo más grave aún, la instauración desde entonces una ilegalidad internacional impuesta por el gobierno de Estados Unidos, que recluye él mismo o entrega a gobiernos torturadores a supuestos combatientes enemigos, que invade países por encima de la ONU, que exige impunidad para las actuaciones de su soldadesca a nivel internacional. Esta semana el matutino sueco Dagens Nyheter (15-06-05), que todos estos años ha aplaudido y hecho propia la guerra de Bush contra el mundo, advierte recién ahora que los que están en Guantánamo (para la administración Bush) son malas personas y se alarma ante recientes declaraciones del vicepresidente Cheney que ha asegurado que este campo de concentración permanecerá. También se preocupan por otros agujeros negros en donde se tortura y asesinan prisioneros como sucede en Irak. Si bien el periódico justifica en parte que esta lucha es difícil y que no se sabe bien cual es el enemigo a combatir, critica en cambio lo que consideran el dilema del gobierno de Bush, de exigirle al mundo lo que ellos no respetan. O sea lo que muchos denominamos de otra manera: hipocresía, doble moral, delincuencia imperial, terrorismo de Estado y muchas otras caracterizaciones. Se olvidan de que esta guerra no la desató la extinta Unión Soviética ni la subversión marxista, sino ex-amigos y empleados de Estados Unidos. Como tampoco toman nota que Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, criminales empleados de la CIA, asesinos de excanciller Orlando Letelier y el general Carlos Prats; autores también de la voladura de un avión civil cubano en Barbados; de los asesinatos y desapariciones del Plan Cóndor y de cientos de actos terroristas más, siguen gozando hasta hoy de la protección de la Casa Blanca A nosotros en cambio nos parece que más que un dilema para Bush y Estados Unidos como sostiene el DN, el problema mayor lo tienen ellos ruborizados por los desmanes del presidente norteamericano amigo y su banda de rufianes. Quizá en el fondo sólo les preocupa que les hagan pasar tanta vergüenza. No aprenden, porque se equivocaron una vez cuando coquetearon con Hitler y después se lamentaron por el costo que hubo que pagar. Están todavía a tiempo (si quisieran) de advertir que Bush tampoco va a llevar al mundo por un buen camino. |
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