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Para José Carbajal |
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escribe Ricardo Collazo Cómo explicarte que te necesitamos. No es que se piense en toda esta fiesta del color, del sufrimiento, de la alegría y de buscar la justicia, en tantas estaciones después de haber visto partir tantos trenes. El corazón se cansa como se nos cansa el cuerpo. Hace tiempo que ya pasó la juventud. El amanecer en vino, canto y guitarra, ya es de otras horas, de un tiempo que está lejano pero vivo en la memoria: de la bohemia barata, de pantalón mezclilla y alpargata. Esa gente que siempre te tiene presente. Creo, sin temor a equivocarme que son los pocos que entienden que los poetas cantores también se cansan. Que se cansan de no querer enfermarse, como me decías vos hace poco en una conversación telefónica. Nosotros nos conocemos, yo diría demasiado y los de siempre pueden pensar que nos estamos tirando flores. Bueno, que piensen lo que quieran. No será la primera vez que pongan piedras en el camino y todo porque elegiste ser y estar de este lado de la barricada, como se dice en términos populares, para definir la posición de alguien. En fin, descalificaciones y alegrías de los que saben que eres como eres. Nosotros somos de un pueblo que creció y nos dio criterios y de comer con el sudor de los laburantes de la textil y de la papelera. Nuestros mayores que construyeron con alegría ese pueblo del que vos y yo estamos orgullosos de pertenecer, del que la mayoría lo conoce como Juan Lacaze. Pero que para nosotros es más un puerto del sauce, ese nido de gorrión de lana y papel. No tenemos la culpa de ser de donde somos, lo asumimos con la responsabilidad que el caso necesita y, hoy, hermano del alma, que estás cansado, un poco enfermo, tu figura se hace más querida y menos olvidada. Estoy diciéndole todo esto como al oído, porque José María Carvajal, el Sabalero, ese de la voz cascada pero llena de ternura y de respeto por usted y por mí, está tocado en su salud. Le cuento esto para que no se entere por los amigos de siempre. José ha estado bastante embromado pero ya va saliendo, tendrá que hacer lo que debió hacer hace mucho tiempo: descansar un año tal vez alejado de los escenarios. Pero le aseguro que vuelve y de qué manera, ya lo verá. Nosotros crecimos igual que los demás niños de nuestro pueblo, en la guardería de la fábrica de la textil la famosa Casa del Niño. De allí nosotros cruzábamos la calle, esperando que sonara el pito y la salida de nuestros padres. Después la vida puso a algunos de los que compartíamos la crianza en la Casa del Niño de obreros militantes sindicales y otros de dirigentes sindicales, en el camino de la cultura popular. Yo siempre insisto que él, el Sabalero, fue entre todos, (Macario Pereyra, el Negro Buscarons, yo mismo), el mismísimo mago que era sin proponérselo. Él, el Negro Carvajal, con su audacia y su frescura, que como ser humano nos metió a todos de a poco, el bichito de ser guitarreros. De ahí que todos nosotros podemos recordar el rancho de Macario en medio del abrojal, el que fue nuestro gran laboratorio, donde cada tema se curtía con mate y tortas fritas, alumbrados con candil de kerosene que al paso de las horas se ponía irrespirable y nos quedaban las fosas nasales como un caño de forchela vieja, lleno de ollín. De este tiempo hay mil anécdotas y cuentos que harían interminable esta nota, y para que usted entienda un poco la cosa, le cuento en dos breves pero memorables historias. Una, que es que el Sabalero en su tema Pál Abrojal sólo tuvo que trabajar con la música. Soy testigo de que todo se desarrollaba como él lo canta. La otra es que en una tarde bastante fresca estábamos como siempre en una tomada de mate con tortas fritas memorables, pero con el humo de candil y el de fritangas de las tortas el ambiente estaba un poco irrespirable. Y es cuando Macario le dice al Negro Perdomo que está a un tirón de brazo de la ventana: Negro abre la ventana un dedo El Negro se hizo el sordo y Macario le repitió: Negro abra la ventana con un dedo . A lo que Perdomo le contestó que él no abría nada, y Macario le respondió con una sentencia casi como una pena de muerte: Estás penado por 40 calderas a lo que el Negro le respondió: Qué me va hacer no tomar mate una tarde. Imagínese como era la cosa. Con estos recuerdos, le queremos decir al Sabalero que ya es parte de nuestra vida y que siempre lo tenemos presente como dice al Hombre del Mameluco el que inventó la alegría - Salud hermano, será hasta muy pronto. Un abrazo de todos los que te queremos bien. Ricardo Collazo, cantautor uruguayo. Integrante del dúo Coirón junto a Gastón Villamán. |
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