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EE.UU. insiste en modernizar y ampliar su arsenal |
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escribe Ernesto Tamara En medio del silencio casi absoluto de los grandes medios de comunicación social, concluyó en la sede de las Naciones Unidas la conferencia de casi un mes, para revisar el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) sin lograr acuerdos sustantivos y ante la constante amenaza de Estados Unidos de aumentar su arsenal nuclear y su búsqueda de consensos para aislar a la República de Corea del Norte e Irán por sus programas nucleares. El Tratado de No Proliferación Nuclear fue establecido en 1970, y allí, 183 naciones renuncian para siempre a las armas nucleares a cambio de la promesa de las cinco potencias nucleares -Estados Unidos, Rusia, Francia, Gran Bretaña y China- de avanzar hacia el desarme. Al mismo tiempo, se les permitía a los estados sin esas armas, el acceso a tecnología nuclear pacífica. Tras ese acuerdo, la ex Unión Soviética y Estados Unidos, firmaron sucesivos acuerdos de reducción y desarme de misiles de largo alcance con armas nucleares en 1972 y años posteriores. Sin embargo, el presidente George W. Bush, canceló esos acuerdos y anunció la construcción de nuevos misiles y la renovación de su arsenal. Esta conferencia en la sede las Naciones Unidas, fue reflejo de la política de Estados Unidos de desarrollo de su producción de armas de destrucción masiva, la protección a los Estados que le son fieles, y su intención de desarmar a los países que considere hostiles, al punto de prohibirle el acceso a la energía nuclear con fines pacíficos. Casualmente en un momento en que hasta organizaciones ecologistas estan revisando sus posiciones frente a la energía nuclear, al considerar que puede ser una alternativa más barata y menos contaminante que el cada vez más escaso y caro petróleo. Así, Estados Unidos no sólo controlaría las armas más mortíferas sino también las fuentes de energía. Un fracaso anunciado El fracaso de la Conferencia era casi un hecho, bastaba con observar la política norteamericana que había emprendido un acelerado camino en sentido contrario. En 2002 el New York Times reveló un informe secreto del Pentágono sobre la revisión de la postura nuclear que en los hechos era la preparación de una escalada armamentista y la posibilidad de atacar con armas nucleares más chicas a objetivos de una lista de siete países, Irak, Irán, Corea del Norte, Siria, Libia, China y Rusia. El Pentágono considera a las armas nucleares un elemento importante en el planeamiento militar, incluidos conflictos potenciales con adversarios que no posean armas atómicas propias. Una de las secciones más delicadas del documento es una discusión secreta sobre qué tipo de capacidades nucleares se necesitan y contra qué países podrían utilizarse. "Al establecer los requisitos para capacidades de ataque nuclear, se pueden diferenciar las contingencias para las que debe aprestarse Estados Unidos. Dichas contingencias pueden clasificarse como inmediatas, potenciales o inesperadas", declara el informe. Y añade: "Corea del Norte, Irak, Irán, Siria y Libia figuran entre los países que podrían estar involucrados en contingencias inmediatas, potenciales o inesperadas". Estas naciones, agrega el documento del Pentágono, deberían considerarse adversarios potenciales por el largo alcance de su hostilidad hacia Estados Unidos y sus aliados, sus vínculos con terroristas y sus programas para desarrollar misiles y otras armas de destrucción masiva. El informe indica que el Pentágono debe estar preparado para utilizar armas nucleares en el conflicto árabe-israelí, en la guerra entre China y Taiwan, en un ataque de Corea del Norte a Corea del Sur, o en uno de Irak hacia Israel u otro país vecino. Claro que ahora Irak ya fue invadido y no tendrán -por ahora- que arrojarle ninguna bomba atómica. En una sección secreta del informe, el Pentágono describe en detalle su futura estructura de fuerzas. Para 2012, Estados Unidos tendrá 14 submarinos Trident (se reacondicionarán en tandas de 2), 500 misiles Minuteman III lanzados desde tierra, 76 bombarderos B-52 H y 21 bombarderos B-2. "Esto proporcionará una fuerza operacional desplegada de 1700 a 2200 ojivas nucleares estratégicas y una amplia gama de opciones para una fuerza de respuesta a contingencias potenciales." El informe señala, empero, que el planeamiento nuclear no es una mera cuestión de cifras. El Pentágono también quiere mejorar las armas nucleares existentes y, quizá, desarrollar otras nuevas. Una de sus prioridades máximas es mejorar las "armas de penetración terrestre", utilizables para destruir instalaciones subterráneas y búnkers reforzados. "En la actualidad, Estados Unidos posee una capacidad de penetración del suelo muy limitada", advierte el informe. Señala que la única arma nuclear con dicha capacidad es la bomba B61 Mod 11 y postula la necesidad de mejores armas de este tipo. La moratoria norteamericana respecto de los ensayos de armas nucleares constituye un punto políticamente delicado. El gobierno de Bush se negó a ratificar el Tratado de Prohibición Absoluta de los Ensayos Nucleares, pero dice no tener ningún plan para reanudarlos. El Pentágono alega, en su informe, que la Casa Blanca podría tener que revertir dicha política: "Si bien Estados Unidos hace cuanto puede por mantener el arsenal nuclear sin ensayos adicionales, tal vez esto no sea posible para un futuro indefinido". Pero este informe no quedó solo en proyectos. Para el año fiscal correspondiente a 2004, el Congreso de Estados Unidos aprobó, en el rubro de la defensa, alrededor de 6 mil 500 millones de dólares para los programas nucleares del país. De ellos, 15 millones de dólares están destinados al estudio, por segundo año consecutivo, de un sistema que penetraría el subsuelo y detonaría una carga nuclear no mayor a 5 kilotones en aras de destruir objetivos militares subterráneos de países enemigos. El programa se denomina Robust Nuclear Earth Penetrator (RNEP) e intenta sustituir a las bombas convencionales como las GBU-28 que EEUU utilizó en las guerras contra Afganistán e Irak. Tres "pequeños" RNEP podrían causar el mismo daño y número de víctimas que las bombas atómicas arrojadas sobre Hiroshima y Nagasaki, sin dejar de lado que por ser ataques subterráneos, contaminarían los mantos freáticos e inutilizarían las tierras para los cultivos y otras actividades económicas por obra de las emanaciones radiactivas que mantienen su letalidad por millones de años. Pero lo más grave es que éste es un nuevo sistema de arsenales nucleares desde el fin de la guerra fría, que podría desencadenar una nueva carrera armamentista. Nueve países tienen unas 30.000 armas atómicas, casi todas se encuentran en Estados Unidos y Rusia. Al firmar el tratado, las potencias nucleares reconocidas -Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, China y Francia- se habían comprometido a eliminar sus arsenales mortíferos, pero no lo han hecho. Se cree que Israel tiene unas 200 bombas atómicas, pero el país no lo confirma ni lo niega. Al igual que India y Pakistán, que ostentan arsenales nucleares, Israel no ha firmado el TNP. Corea del Norte, que dice tener la bomba, se retiró del tratado en el 2002. |
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