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Obras reunidas de Armando Uribe Arce |
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escribe Juan Cameron El pasado año 2004 se otorgó el máximo galardón de las letras chilenas al escritor Armando Uribe Arce. Casi de inmediato un sello de la capital recoge su obra poética primera para recopilarla en un solo volumen. Queda por determinar, a pesar del alto prestigio del autor en el género, si es la poesía la causa de este merecido galardón. Tajamar Editores, una casa santiaguina dedicada a publicar figuras de culto, entregó a poco de anunciarse el Premio Nacional de Literatura para el 2004, una recopilación de la poesía del galardonado escritor Armando Uribe Arce El trabajo -que lleva por título Obras reunidas- se conforma con los cinco primeros libros de este autor, a saber Transeúnte pálido (1954), El engañoso laúd (1956), Los obstáculos (1961), No hay lugar (1970) y Por ser vos quien sois (1989), más algunos textos recogidos de diversas fuentes y fechados entre 1951 y 1965. Uribe Arce nació en Santiago, el 28 de octubre de 1933, y es abogado de profesión. Ejerció cargos diplomáticos en Francia, Estados Unidos y China y dictó cátedra en Derecho en el primero de estos países. Sus primeras publicaciones corresponden a la época de «El Joven Laurel», grupo literario que dirigía el profesor de castellano del Colegio Saint George, el poeta Roque Esteban Scarpa. A pesar del profundo respeto que genera entre sus pares -se trata de un pensador provocador y certero- en el mero ámbito poético su obra pareciera no estar a la altura en que se le ubica. Un áspero yo (Yo no es más que el sujeto que afirma la oración, se justifica) escarba con lírica amargura su condición de individuo. A veces puede resultar irónico y otras desenfadado. Ello le ha dado gran prestigio entre sus seguidores aunque, en una lectura a vuelo de pájaro, Uribe Arce nos resulta una suerte de Enrique Lihn menor, sin esa magia y sin la batería semántica que la poesía de este último rebalsa siempre. Este tipo de poesía responde a una exigencia ontológica feroz, pero no juega, a pesar de espectaculares aciertos que de libro en libro nos sorprende, con esa magia en el decir que sí encontramos sin embargo en varios de los poetas de la Generación del 50. Uribe Arce resulta demasiado serio para jugar con la palabra. Como el lector entenderá, avizorar aristas o murmurar quejas a la poesía del último poeta laureado puede resultar, en Chile, un pecado capital, una muestra más de la saña, la estulticia o la inconsciencia. Con todo, una lectura de su obra completa tampoco deja, por otro lado, la alegría o el placer estético que sí entrega un Derek Walkott o un Efraín Barquero. Y a ello apunta esta nota. Hay piezas -decíamos- de antología. Y así lo han destacado los compiladores; como este ejemplo magnífico de Transeúnte pálido, que dice: Soy pobre como la rata./ Triste como tía./ y toco esta corneta de cartón en cumpleaños/ de pequeños deformes./ Y la guitarra del cielo suena sola/ con la indolente angustia de la noche./ Y las palomas de las oraciones/ vuelan cenizas por la tierra muda. Y esta es una muestra entre muchas, se entiende. Es que Uribe es, ante todo, un intelectual Y si se busca esa condición en su poesía, el resultado es muy satisfactorio: Silencioso y enviciado/ en mi silencio de carpeta,/ de silla, de papel/ con la palabra silencio.// Puesto a pensar/ qué es el silencio, en silencio./ Sacado de ahí/ vuelto al silencio en silencio. Son constantes allí las ideas de la ira y de la muerte, la injusticia que lo rebela y bendice como aquel desaforado orador que todos quisieran ser, y el desgarro ante el dolor y la pérdida. Esta ha sido brutal con el autor: primero un hijo, luego su compañera de vida. Pero Uribe Arce es un ser que se indigna y escribe: Y contesto... No contesto./ Ni voy a cantar ni voy a leer/ ni voy a reir ni voy a conjugar este verbo. Así ha entregado libros como Odio lo que odio, rabio como rabio (1998), el volumen doble de Los ataúdes y Las erratas (1999), y Contra la voluntad (2000), entre sus obras más recientes. Destacan también: Pound (1963), Las críticas de Chile (1999) y El fantasma de la sinrazón & El secreto de la poesía (2001). Del mismo modo el ensayo, tanto político como literario, es parte importante de su obra. Allí figuran Léautaud y el otro, El libro negro de la intervención norteamericana en Chile (1974) entre otros títulos. Este cantarse a sí mismo cobra intensidad en No hay lugar, cuyos temas va repitiendo en Por ser vos quien sois: su negocio con Dios y una innegable formación cristiana que intentarán esconder el verdadero motivo de su escritura: la culpa. Esa misma lo obligará a continuar escribiendo, a redimir la existencia a través de ella porque su condición de caballero así lo exige y, además, lo origina. Como bien lo explica en el epílogo de esta edición: Desde hace seis años, examen de conciencia y de letras propias. Arqueo sin números de la vida entera, retrospectivamente revista. Confesión pública, publicada. Preparación, buena o mala, para morir. Sería candoroso afirmar que Armando Uribe Arce es uno de los grandes maestros nacionales. Seguramente es un destacado poeta, un tipo culto y valiente, un nuevo quijote de esos que la patria necesita, sin duda. Pero, en opinión de este escriba, el Premio Nacional de Literatura le es merecido más por su obra global que por esa particular poesía. |
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