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¿Para qué guerra se preparan?

 

En la idílica Åre, estación invernal el norte de Suecia se reunieron esta semana representantes de países miembros de la Organización del Tratado de Atlántico Norte (OTAN) y otros de Europa que si bien no la integran, sí mantienen una estrecha colaboración militar con esta alianza dirigida desde fines de la Segunda Guerra Mundial por Estados Unidos.

Para esta reunión en la que estuvieron ausentes los ministros de Exteriores de los dueños del circo, Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, tampoco Rusia, Suecia gastó varios millones de coronas y apostó más de mil policías para cuidar a los reunidos y disuadir a posibles terroristas que pudieran llegar hasta el aislado lugar para manifestar su repudio al cónclave.

Tras la caída de la Unión Soviética y la disolución de su alianza militar, el Pacto de Varsovia, la OTAN y su mandamás Estados Unidos se han engullido a algunos ejércitos de ex-países socialistas. No pasó mucho tiempo para que a estos nuevos miembros se les comprometiera activamente en nuevas aventuras guerreristas, en la ex-Yugoslavia primero, y luego del ataque a las Torres Gemelas en la cruzada contra el terrorismo de Afganistán e Irak. Otros países como Suecia, si bien no participaron directamente en las guerras de Estados Unidos y sus aliados han estrechado y hecho pública una relación de colaboración que desde los años 50 siempre ha existido. En este orden soldados y policías suecos colaboran en la ex-Yugoslavia y Afganistán, y entrenan a fuerzas represivas del gobierno títere de Irak.

La reunión de esta entidad de seguridad militar que Suecia integra, que denominan Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) y que fue creada para los que están sin estar en la OTAN y la integran 46 miembros, 26 que ya están en la alianza y 20 que no son miembros, no fue esta vez una prioridad para los grandes. Quizá porque dentro de la OTAN, Francia y Alemania mantienen aún algunas diferencias con Estados Unidos en temas militares tales como la ocupación en Irak, el conflicto palestino-israelí o las intervenciones en Africa, aunque en la práctica le han obedecido en todo lo concerniente a la lucha contra el terrorismo de Bush. Y por otro lado porque Estados Unidos que con Condoleezza Rice, está ocupado publicitariamente en bajar el perfil de lo militar como eje principal de la política exterior, en un intento de detener su fracaso en Irak que ha provocado una estampida contínua de aliados en el campo de operaciones y para seguir luchando por enganchar económicamente a Europa en el sostenimiento de la desconstrucción iraquí.

A todo esto el gobierno sueco que oficia de anfitrión tiene que velar por intereses de las empresas aún radicadas en el país pero de propiedad hoy mayoritariamente extranjera. Como nunca antes la industria armamentista local ha visto en los últimos tiempos multiplicadas sus ganancias en miles de millones de coronas por las exportaciones principalmente a Estados Unidos. Y no menos también, por las ventas a los nuevos miembros de estos pactos, que tienen que modernizar y adaptar su armamento a las normas de la OTAN que son en último caso las de Estados Unidos.

En esta nueva geografía política europea y mundial de los países ricos, conflictos y negocios van de la mano y tras la retórica de los cónclaves el mundo no es ni será más seguro. Entonces, ¿para qué guerra se preparan? ¿O es acaso que no pueden sobrevivir si no crean nuevos focos de fuego.



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