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También hay periodistas dignos |
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escribe Leo Resulta reconfortante para quienes seguimos de cerca el rol de los medios como «formadores» de opinión, la mayoría de ellos al servicio de intereses muy concretos, generalmente contrapuestos a los de la sociedad, el comprobar que también hay periodistas honestos capaces de enfrentarse al poder en busca de la verdad. Tal es el caso de los colegas del programa Kalla Fakta, del Canal 4 de televisión, Sven Bergman, Joachim Dyfvermark y Fredrik Laurin, que fueron distinguidos con el Gran Premio del año por la serie de reportajes sobre la expulsión de Suecia, de dos ciudadanos egipcios sospechosos de vinculaciones con el terrorismo. El jurado que en representación del Club de Publicistas que instituyó el premio, fundamentó su decisión expresando que «pese al secretismo intentado por todas las instancias responsables de la decisión, (los mencionados periodistas) lograron revelar un impresionante caso de violación de los derechos humanos así como la debilidad (claudicación) de Suecia frente a las exigencias de una superpotencia». (Estados Unidos). La contundencia de la fundamentación define con objetividad, la gravedad de este hecho y el comportamiento indigno de una democracia de los autores. La actitud de los periodistas laureados resalta, en medio de un entorno general de servilismo, desinformación y ausencia de objetividad y ética, que predomina en la autoproclamada prensa «independiente» y «democrática». Y precisamente cuando el mundo es testigo de un episodio vergonzoso, la retractación humillante de la publicación estadounidense Newsweek sobre denuncias que formulara sobre agravios al Corán por parte de los interrogadores de los prisioneros alojados en el campo de concentración de Guantánamo, la base que Estados Unidos usurpa en el territorio de Cuba. Un hecho que despertó indignación y violentas reacciones en el mundo árabe. Intentando vanamente neutralizar las consecuencias, el Pentágono, Condoleezza Rice, Rumsfeld y otros miembros de la pandilla optaron por «apretar» a los periodistas de la publicación para que dijeran que los hechos eran falsos. Un proceso de concesiones que terminó en una humillación deshonrosa. Deshonra que además resulta inútil ya que nadie, menos que nadie el mundo islámico, dará crédito a una rectificación lograda en base a presiones de un poder que ha demostrado total falta de escrúpulos y no repara en utilizar métodos terroristas cuando de acallar críticas u opositores se trata.. El episodio constituye un testimonio invalorable sobre «la libertad de prensa», tan alabada por los periodistas «democráticos», existente en la mayor «democracia» capitalista del mundo. Y en cierta medida, enaltece la dignidad de los periodistas laureados. |
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