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El Séptimo Encuentro lo Poético y lo Médico A la salud de unos pocos
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escribe Juan Cameron Recientemente tuvo lugar, en la costa central del país, una reunión de profesionales de la salud y literatos. El encuentro, llamado Lo poético y lo médico, reune a miembros del grupo Sueños, bajo el nombre de Asociación de Médicos Escritores de Chile. Aun cuando su visión literaria y de mundo pueda resultar un tanto ingenua, el neurólogo y poeta Juan Idiáquez construye un escenario válido con singulares normas e imágenes. En su tono particular acumula sensaciones originadas desde el recuerdo y el conocimiento sobre las páginas de Aventuras, su segunda recopilación. Idiáquez organizó recientemente, en Valparaíso, una convención de médicos escritores, a la que concurrieron colegas de diversas partes del país. Más allá del evento son estos dos grandes temas -preocupación ontológica y sanitaria- los que motivan su propia escritura. La angustiante relación del individuo frente al infinito, la idea de la muerte y la esperanza en un supuesto renacer le conmueven tanto como los prosaicos caminos del dolor y su tratamiento. Y pasado y futuro se cruzan en tales cavilaciones como si acaso el recuerdo y la esperanza de algo más allá construyeran el espacio de su poesía: Marchamos de temprano hacia lo alto/ buscando el resplandor en las estrellas/ vientos de dolor nos llevan abajo (&) Nuestra luz perdura con esfuerzo. Es lógico, entonces, que durante la realización del Séptimo encuentro de lo poético y lo médico se hablara del cuerpo y de la armonía, del movimiento de la mano al escribir y de la presión sanguínea, la respiración y la presencia del entorno al mismo tiempo. El conocimiento y la técnica en el delicado oficio de la sanación, junto al natural humanismo de quien trabaja con la palabra, produce -se dijo allí- la fantástica suma del curandero y del werkén, vocero de la tribu y guardián del secreto. La reunión fue inaugurada la tarde del viernes 6 de mayo -en la Escuela de Medicina de la Universidad de Valparaíso- por el académico y ex rector de aquella casa, doctor Benjamín Subercaseaux. Celebró reuniones, además, en La Sebastiana y en el restaurante Valparaíso mi amor, en el Cerro Alegre de la ciudad portuaria. Y fue clausurada el domingo 8 en el Hotel Cerro Castillo, de la vecina Viña del Mar, donde se alojó una veintena de participantes. Pero el punto más alto de la jornada fue tal vez la reunión en la pintoresca casa de Neruda, en los cerros de Valparaíso. Dirigida por el psiquiatra Luis Weinstein, contó con la participación de los miembros de su taller, en el litoral central, y del grupo Sueños, originario de Rancagua y fundador del encuentro. Weinstein es un punto aparte en esta historia; o en cualquiera. Más allá de su especialidad y de un acabado o genuino oficio en las letras, nos encontramos ante un intelectual cuyo trabajo engloba varios géneros y preocupaciones para entregarlo en un producto integrado. Su poesía -en el sentido de poiesis- tiene como objetivo mejorar el espíritu; y sin embargo supera todo lo panfletario que pudiera haber en un esfuerzo tan interesado. De cierta manera, y con genialidad, Weinstein traspasa la traba ética impuesta por lo literario -el más allá de la letra misma- y entrega un resultado estéticamente gozoso y brillante a la vez. Es el caso de El jardín del asombro y del color azul, publicado por Cuarto Propio hace poco más de un año. En el jardín del asombro El reciente libro de Weinstein merece una consideración aparte. Sus catorce trabajos mezclan crónica, poesía y narrativa sin establecer, o respetar, ningún código de límites. El autor utiliza el lenguaje como un medio para expresar; sólo que esta vez lo hace con oficio y una natural disposición frente a la página. Talento o sabiduría, conocimiento o iluminación -no importa- pueden ser las causas de la fluidez con que el autor ataca los problemas. Del mismo modo, el texto propuesto puede beneficiar al lector como a aquel que busca, en su lectura, una solución metafórica a algo -entiéndase- establecido previamente con el escritor en tanto psiquiatra. Weinstein es generoso en el asombro. Nos habla del homo habilis en reemplazo del homo sapiens, entidad sólo reconocible en la Utopía. Sin recurrir a la información precisa o a la estadística, a la manera de Chomsky (a quien de ninguna manera pretende emular), el autor se maneja en el campo de la decodificación y la retroalimentación, en tanto fórmulas que conduzcan a la sabiduría, al amor y al reconocimiento en el otro. Capítulos como El encuentro de colores y El asombro y la crisis evolutiva dan cuenta de esta capacidad y lo enaltecen. En cualquier caso, la participación de poetas como Fernando Retuert, de La Serena, o del joven pediatra Rolando Márquez, de Valparaíso, junto con el narrador Enrique Escobar, de Rancagua, y de algunas poetas de singular desarrollo, dan cuenta de una saludable jornada en vías de mejorar. O como diría Les Murray: Concious and verbal, consciente y con habla por el momento. El esfuerzo de Juan Idiáquez y de los fundadores de esta iniciativa se verá enriquecido si acaso, con trabajo y conocimiento, se contacta a los escritores de primer nivel en Chile que, además, ejercen la profesión médica; como el psiquiatra Marco Antonio de la Parra, por ejemplo. A fuer, por cierto, de limpiarse de algún pedante del todo ajeno al oficio literario. |
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