El manantial invertido es el título de un pliego que reune dieciséis poemas del poeta uruguayo Héctor Rosales (Montevideo,1958), que fue reeditado por Montebarna Ediciones de Barcelona en su colección Las otras voces / Serie Pliegos.

Antes de esta entrega de Montebarna, El manatial invertido contó con otras cuatro ediciones incluyendo una traducida al gallego por Armando Requeixo, aunque esta de ahora incluye poemas más recientes de Rosales.

Autor entre otros de los poemarios Espectros (1983), Desvuelo (1984) y Alrededor del asedio (1989), Rosales que reside en Barcelona desde 1979 y es cofundador del grupo Ahora, centrado su actividad en los últimos años en la difusión de la poesía hispanoamericana a través de la colección Las hojas del diluvio, que él dirige.

El poeta ha dicho que estos poemas que integran El manantial invertido fueron escritos ha medio camino entre el epigrama largo y el cuento brevísimo, y en la pre-sentación se señala con razón que en los textos de Héctor Rosales se encuentran al-gunas de sus propuestas más persuasivas y como él mismo lo aclaró en algún momento, su poesía está interesada en lo interior, lo invertido hacia dentro, y en ese sentido la escritura muchas veces fluye como un surtidor de ideas, sensaciones, planteamientos, escenarios donde algo que quedó en un papel comienza a crecer hacia el interior del que lo escribió y de los otros posibles lectores. El texto crece también hacia sí mismo, en un especie de manantial invertido. P.V.

RECETA DEL TREBOL ENCENDIDO

Compensar el defecto del trébol, añadirle
la hoja cuarta recortada con cuidado
esta misma superficie que lees y olvidas.

Poner la figura en el ojal y salir
por cualquier página hacia las palabras
que te afirmen tres veces, o te nieguen,
iluminado sin ayudalguna de la suerte.

BRISA

Tijeras, tallos, pétalos, primer vals
rosado de la brisa. aquel perfume.
Y lo que tanto amé sin salvación.
El aire respirándome hasta hoy,
sin saberlo.

EL ANSIA

Dame lo que queda del mañana.
Ponlo aquí. Tardaré un destello
en devorarlo.No salpicaré.

Ponlo aquí, al amparo de tus garras
maternales, muertecita. Y mira,
mira mi hambre sobrevivirnos