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Perplejidades |
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escribe Leo En las semanas recientes la prensa internacional ha dado cuenta, por cierto que en tono menor si se tiene en cuenta la habitual «sensibilidad» por los derechos humanos según sea quien los viole, de una serie de hechos de extrema gravedad, especialmente en países de América Latina. Veamos algunos; 1.- En un suburbio de Río de Janeiro, 30 personas, mujeres y niños entre ellos, fueron acribillados a balazos por fuerzas de la policía militarizada. Al parecer se trató de una venganza por el procesamiento de ocho integrantes de ese cuerpo represivo. El suceso provocó fuertes reacciones populares, exigencia de justicia y el presidente Lula da Silva prometió hacer justicia. Este tipo de crímenes son habituales en Brasil, tanto en dictadura como en democracia capitalista, con elecciones y «libertad de expresión» especialmente para los partidos propietarios o vinculados a los grandes medios de comunicación, que condicionan, como es sabido, el comportamiento del electorado. Los meninos da rua (niños de la calle) que la democracia capitalista de Brasil ha producido permanentemente, no solamente son víctimas del sistema, sino también de los escuadrones de la muerte que los eliminan sistemática y literalmente. Días antes en este mismo país fue asesinada la monja norteamericana Dorothy Stang y tres campesinos con los cuales trabajaba en defensa de la Amazonia. En ambos casos las autoridades del país han prometido sancionar a los culpables. Como se recordará otros defensores del medio ambiente y activistas de derechos humanos han sido asesinados en distintos Estados de Brasil, donde el poder de los terratenientes no tiene límites. 2.- En una cárcel de República Dominicana murieron 132 reclusos al ser reprimido un enfrentamiento entre grupos rivales de presos. Este es un fenómeno habitual en las cárceles de las democracias capitalistas de América Latina, cuyas condiciones no son la antesala del infierno sino el infierno mismo. Los medios democráticos internacionales dedican al asunto 10 líneas sin mencionar derechos humanos, ni lo que está escrito en todas las Constituciones de esos países. Que «las cárceles serán establecimientos para la recuperación de los que hayan delinquido, para reintegrarlos a la sociedad». 3.- El 27/03/05 la corresponsal de la BBC en México, María Esperanza Sánchez, informaba que el cadáver de una mujer había sido encontrado en Ciudad Juárez. Era el décimo en lo que va de este año y el número 300 desde 1993. Nunca se ha encontrado y presumiblemente buscado a los asesinos. La lista de sucesos de esta naturaleza en países con el sistema democrático capitalista, elecciones periódicas, y varios partidos, sería interminable y terrorífica. Además de cotidiana. Mi perplejidad nace del hecho de que nada de esto ocurre en Cuba, donde la democracia funciona con efectiva participación popular y a la que todos esos medios califican de dictadura. No solamente no ocurre sino que es impensable que ocurra. Porque allí hay un gobierno, con respaldo popular, y no varios «gobiernos» como ocurre en casi todas las democracias. Uno se pregunta, talvez ingenuamente, cómo es que ni EE.UU ni la Unión Europea han condenado esos asesinatos perpetrados bajo gobiernos que gozan de prestigio «democrático». Y la mayor perplejidad es porqué se quiere condenar a Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de Ginebra. Un país acosado en todos los frentes desde hace medio siglo por la nación militar más poderosa del mundo, con abundantes medios para financiar a conspiradores internos contra el gobierno legítimo elegido por la mayoría abrumadora de su pueblo. |
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