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01-Abril-2005

 

Parafraseando preámbulos y ausencias

 

escribe Javier Claure C.

A mi hija Alicia Martha C.

Dicen que el capitán de un barco se hunde con su nave, o sale a flote con todos los pasajeros y la tripulación. Tú y yo supimos dirigir bien el timón y salimos en alta mar con la frente en alto y triunfadora. Tantas noches han aterrizado a mi techo, para murmurar como búho tu nombre de muñequita porcelana. Tantos días han nacido en un charco elíptico y el sol desencapuchado ríe locamente en mi ventana. Por eso mismo soy alfarero de tus travesuras, mensajero de melodías que animan mis sentidos y eterno amador de tus canciones y travalenguas.

Ayer es hoy día; y sigo con el reloj que llevaba cuando corté el cordón umbilical. Desde entonces crujen mis brazos con los tuyos. Suspiro profundamente, así como el bosque cuando juega con el viento en pleno otoño. Mis ojos son fuego. Mis pómulos invencibles cuando me crece la barba. Soy en realidad, tu eterna sombra para dar el zarpazo inalámbrico en el momento justo y necesario.

Hace un momento escribí una carta sobre este mundo equivocado y sin dirección. Me acusan que soy ateo. Además; dicen los criticones, que soy un canalla porque no me doblego ante la corrupción. Los mariposones, que quieren volar teniendo cola de reptil, aseguran que soy irrespetuoso con los ortodoxos. Los figurones atrevidos, se empeñan en decir que las matemáticas me han vuelto un demente. En fin; yo solo quiero que existan diccionarios que contengan la palabra justicia. Anhelo un techo que proteja a cada mortal, leyes que protejan a los niños, acuerdos que aniquilen el odio entre los pueblos, una mesa popular, un sol que levante alegría en cada hogar y muchas otras cosas más.

Mi querida hija, tú sabes muy bien que estoy viajando en un oscuro fotón a mil kilómetros por hora. Mañana saldré a luz como espiga en el trigal. Y con mi pulso adornaré a los rebeldes con causa. Tengo en mi poder un radar para detectar, a los que se encuentran en el otro lado. Nosotros somos ciudadanos de cuarta dimensión. Y en nuestra tarea de guerreros, nos hemos forjado para cortar la piedra, sembrar yuca y arar nuestros campos con bueyes. Tenemos las manos arrugadas por el cincel. El corazón doblado por convulsión y las piernas con catarátas. Somos de verdad, pobladores con metralleta al hombro cuando nos quieren arrebatar el gas y el petróleo. Por experiencia, no podemos canjear injusticias por falsos documentos. Ni podemos vender objetos con etiquetas doble cara.

Nuestro sindicato abarca a mineros, comerciantes, campesinos, transportistas, fabriles, cocaleros y estudiantes. Hemos aprendido a darle cara a la batalla. Por eso, no podrán atacarnos por flancos construidos a medias tintas. A nosotros no nos torean por la espalda, porque somos leones a chorro con los dientes filudos. Los de camisa blanca y derechistas del gobierno, ya no podrán ocultar sus delitos bajo plumas de avestruz degollada. Es hora de proporcionar un megáfono rojo, para gritar democracia en tiempos de muñecos gatunos. Además, digan lo que digan, el viejo Antonio resucitará como rocío de madreselva para dar honor al pueblo que lucha por su causa.

Hoy a las doce del día, los aceituneros de canastas verdes y negras, gritarán a voz en cuello que el pueblo está enfurecido. Los postes eléctricos serán levantados nuevamente. Los tractores y máquinas industriales serán devueltas a los trabajadores. Ya no habrá paro en las universidades. Ni huelgas que atrasan al país. Y lo más interesante, el coronel se pudrirá en sus botas negras de buitre hambriento. Te comparé entonces un sol de cobre para tu pelo, un traje de Blanca Nieves, un anillo de corales para que luzcas como símbolo de triunfo.

Mi querida ratonita de peluche, debo despedirme por ahora. Pero antes de terminar esta carta, quiero confesarte que eres el aire que entra a mis pulmones, la sangre que se agita en las paredes de mi corazón. Eres la tinta de mi pluma, mi bella poesía andando y la metáfora de mi vida.



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