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01-Abril-2005

 

Advierten sobre peligro
de guerra civil en Kirguizistán

 

escribe Ernesto Tamara


Cuando la limosna es grande, hasta un santo desconfía, dice un viejo dicho. Cuando los grandes medios de comunicación social cantan loas a la interrupción de un proceso político, el derrocamiento de un gobierno, una insurrección, es que el cambio sirve a los intereses de los poderosos. Aunque algunos de los sublevados en Kirguizistán, se dedican al saqueo, las agencias internacionales de noticias, los grandes diarios y cadenas de televisión, subrayaban el triunfo de la denominada "revolución de los tulipanes" o "revolución rosa" al haber derrocado al presidente sin violencia después de varias jornadas de protesta y la toma de edificios públicos.

Sin embargo, la situación en Kirguizistán sigue siendo inestable. Rusia, Estados Unidos y varios países europeos tienen tropas en el país, con fronteras estratégicas con China, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán, y muy cerca de Afganistán, por lo que es considerada la ruta del narcotráfico proveniente de ese país (que aumentó su producción en un 60% después de la invasión norteamericana), y del petróleo de la región.

El gobierno de George Bush ha dado la bienvenida en forma apresurada al nuevo gobierno y no ha hecho ningún comentario crítico sobre la sublevación que derrocó al presidente Askar Akayev, e instauró provisoramente en el poder a líder de la oposición, Kourmanbek Bakayev.

La secretaria de Estado Condoleezza Rice, telefoneó al ministro de Exteriores ruso, Sergey Lavrov, para unir fuerzas con Rusia en torno a la ex república soviética. "Vieron de cerca la situación", señaló un portavoz del Departamento de Estado, Adam Ereli. Al mismo tiempo, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) anunció que prestará asistencia al pubelo kirguís en su transición política.

En Bruselas, el alto representante de la Unión Europea (UE) para la Política Exterior y de Seguridad Común, Javier Solana, lanzó un llamado a la población de Kirguistán para que "se comporte de modo responsable, restaure el orden en el país y prescinda de la violencia y los saqueos", sin comentar la interrupción del proceso constitucional.

Por su parte, el presidente de la Federación Rusa, Vladimir Putin, declaró "ilegal" el cambio de gobierno en Kirguizstán y ofreció asilo político a su derrocado presidente. "Si Askar Akayev quiere venir a Rusia, no tendríamos objeciones", dijo el primer mandatario ruso.

Putin, pese a la crítica sobre el cambio de gobierno, tendió una mano a las nuevas autoridades, con las que dijo espera tener "buenas relaciones bilaterales". Y afirmó: "Conocemos muy bien a esta gente (el nuevo gobierno kirguizo) y sabemos que ellos hicieron mucho para establecer buenas relaciones entre Rusia y su país".

Putin, afirmó que los acontecimientos en Kirguistán son el "resultado de la debilidad de las autoridades y de los problemas socioeconómicos acumulados".

Bakyev, el dirigente opositor nombrado presidente y primer ministro interino por el Parlamento subrayó que "nadie pensaba cambiar" la orientación "tradicionalmente amistosa" de las relaciones con Rusia.

También aseguró que su país respetaría todos sus compromisos internacionales, sobre todo en cuanto a la presencia en el territorio de las bases aéreas rusa y estadounidense, no muy lejos de la capital.

El cambio

"El Parlamento me ha designado como primer ministro y me ha dado funciones de presidente. Ahora ejerzo los cargos de primer ministro y presidente", señaló Bakayev a la multitud concentrada en el centro de Bishkek, la capital kirguiz, el pasado viernes.

Mientras tanto, el presidente derrocado, Askar Akayev, reaparecía desde el un balneario kazajo, antes de partir a Rusia que le ofreció asilo político, y denunciaba que no había dimitido, y calificaba de "golpe de Estado anticonstitucional" la rebelión popular que lo apartó del poder.

Akayev dijo que "los rumores de mi renuncia son mentiras maliciosas y deliberadas", y calificó a la oposición de "racimo de irresponsables aventureros políticos y conspiradores".

Los grandes medios de comunicación, norteamericanos y europeos, se apresuraron a calificar la rebelión como "la revolución de terciopelo" y la equipararon a la denominada "revolución naranja" de Ucrania, o la "revolución de las rosas" en Georgia.

Todos hacían énfasis en señalar la continuidad de un proceso de "desovitización" y lo presentaban como la cumbre de un esfuerzo por borrar todo razgo del llamado "autoritarismo soviético" y apartarse de la "tutela de Moscú".

Un movimiento similar comienza a agitarse en Bielorrusia y es presentado bajo la misma óptica. Curiosamente, el régimen del derrocado Akayev era conocido por ser uno de los más "occidentalizados" de Asia central, y era presentado como ejemplo de reformas. Después del 11 se setiembre de 2001, y en medio de la los preparativos de Estados Unidos para invadir Afganistán, el gobierno autorizó la instalación de una base militar norteamericana.

Este país es de enorme interés estratégico y económico para Rusia, China y EEUU, más aún en este momento en el que la revuelta kirguiz puede exportarse a los países vecinos: Uzbequistán, Tayikistán, Turkmenistán y Kazajstán, cercanos o limítrofes con Afganistán.

Kirguizstán limita con China al este y con otras tres ex repúblicas soviéticas en las demás fronteras. Cultivan tabaco y algodón, exportan muy poco, y tienen gas, oro y uranio. Con una población de 5 millones, el salario promedio es de 4 dólares y hay una gran variedad de grupos étnicos que en diferentes momentos históricos encendieron choques, algunos muy violentos. Los musulmanes sunnitas son el 75% de la población.

El movimiento popular que terminó con la toma del palacio presidencial en Bishkek arrancó en el sur, la región más pobre del país que limita con Tajikizstán, que a su vez es vecino de Afganistán (por eso la presencia de las bases de Rusia y EE.UU.). Allí convergen la ruta de la droga y la de los fundamentalistas que sueñan con instalar un califato en el valle de Fergán.

La oposición no es homogénea en sus reclamos y no hay un líder que la unifique, algo que ilumina la sospecha de que la revolución de hoy podría disparar mañana una guerra civil.

Pese a los llamados de Estados Unidos, Rusia y la Unión Europea para que los sublevados una vez logrado su objetivo renuncien a la violencia, la situación continúa tensa. Incluso después de la asunción de Bakyev, se registraron desórdenes y saqueos en la capital, Bishkek, donde grupos de adolescentes y jóvenes enardecidos aprovecharon la confusión y se apropiaron de mercaderías en diversos locales. Las cifras extraoficiales hablan de tres muertos y 173 heridos, mientras que una versión de los servicios secretos dice que los muertos fueron 15.

Luego de la toma del poder por parte de la oposición, nadie se hizo cargo de la seguridad en la capital, de donde la policía había desertado el mismo jueves.

Luego de los saqueos que asolaron la ciudad, los opositores y actuales dueños del poder pidieron a los policías que volvieran a su trabajo. Al mismo tiempo, un vocero del Ministerio del Interior anunció que se había instaurado el toque de queda entre las 18 y las 6 de la mañana, aunque más tarde eso fue desmentido.

Según la TV local, en la noche del jueves, decenas de cafés, restaurantes y tiendas fueron vaciadas por grupos de hombres violentos. Mientras los desórdenes continúan, el caos político no es menor, teniendo en cuenta que no hay una oposición unificada y detrás de un mismo líder. Kirguizistán está ubicado en una zona turbulenta y miserable de Asia Central, con permanentes choques étnicos y religiosos, y en donde los negocios de la droga y el petróleo convocan los mayores intereses bajo el imperio de la ley de los poderosos.

Elecciones en junio

En un intento por tranquilizar los ánimos, Bakyev anunció que en junio habrá elecciones presidenciales, bajo las reglas de la actual Constitución. Bakyev también pidió públicamente ayuda a Rusia "en la solución de los agudos problemas económicos y para la superación de la crisis".

El mandatario interino anunció en rueda de prensa que se presentará como candidato presidencial en las elecciones del 26 de junio y aseguró que la prioridad de su gobierno será establecer relaciones "más estrechas y profundas" con Moscú.

"No podemos ni siquiera imaginar un futuro sin Rusia, nuestros países son hermanos", sostuvo Bakyev, y negó que la presencia del mandatario depuesto en Moscú pueda "influir negativamente" en los vínculos de su gobierno con el Kremlin.

El Consejo Coordinador de Unidad Popular, una suerte de asamblea popular que agrupa a la oposición y que asumirá las funciones de gabinete, nombró a Felics Kulov como responsable de seguridad de Kirguizstán. Kulov fue liberado de la cárcel el pasado jueves, luego de más de cuatro años de prisión.

"Dios prohíbe a quien sea realizar de este modo una revolución", señaló, casi defraudado. "Hubo saqueos como en Irak", agregó Kulov al hablar por la televisión estatal, y pidió al pueblo calma y que se ponga fin a la violencia.

El nuevo gabinete lo integran figuras de la oposición, entre ellas el ex fiscal Maktebek Abdylayev, quien asumió como titular del Interior, y la ex ministra de Exteriores, Rosa Otunbayeva, devuelta a ese cargo.

Desde Bruselas, el canciller de la UE, Javier Solana, lanzó un llamado a la población kirguiza para que "se comporte de modo responsable, restaure el orden en el país y prescinda de la violencia y los saqueos".

Por su parte, China al Este de Kirguizstán- decidió cerrar temporalmente sus fronteras comunes, afirmando que "el país está en el caos" y con el objeto de "garantizar la seguridad de los viajeros y de las mercaderías en tránsito", según la agencia Xinhua.

Temores en los vecinos

Kirguizistán es miembro de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva, que integra junto con Belarus, Kazajstán, Rusia, Tayikistán y Armenia.

En ese sentido, algunos analistas opinan que, de llegar el caso, los mecanismos para una intervención colectiva armada ya estarían servidos, aunque la mayoría de ellos consideran que esa hipótesis es de las menos posibles.

Otros no excluyen los compromisos de la pertenencia de Bishkek a otra de esas alianzas, el Grupo de Cooperación de Shanghai, al que está integrado junto con China, Rusia, Kazajstan, Tayikistan y Uzbekistan.

Una posible guerra civil podría azuzar rivalidades entre Washington, Moscú y Beijing, según varios expertos.

En ese sentido, sobresale el llamado de varias naciones limítrofes, también desde Washington y Naciones Unidas a preservar la calma y resolver el diferendo por la vía negociada.

Pero en una nación con serias diferencias interétnicas y llena de radicales islamistas esa tarea pudiera ser compleja.

Un analista británico consideró que sea lo que sea que ocurra en Kirguizistán, ello tendrá repercusiones en Afganistán, y en toda la zona plagada de viejos conflictos interétnicos, y en una de las rutas del narcotráfico mundial.

Kirguizistán no tiene fronteras con Afganistán pero está lo suficientemente cerca para impactar en los asuntos de ese país.

"(Kirguizistán) comparte el valle Fergana con Uzbekistán y Tayikistán, la zona más pobre y más poblada de Asia Central, conocida también el caldo de cultivo del fundamentalismo islámico en la región", sostuvo este analista.

"La mayoría de los pobladores del valle Fergana en Kirguizistán son uzbekos, lo que hace temer un renacimiento de un viejo conflicto étnico. Afortunadamente no hay señales de esto por ahora, hasta el momento ha existido unidad entre kirguises y uzbekos en la protesta anti gubernamental".

Cuando Afganistán estaba controlado por el movimiento Talibán, el territorio de Kirguizistán fue atacado por militantes vinculados a la red al-Qaeda.

Los insurgentes eran seguidores de Juma Namangani, un uzbeko, estrechamente vinculado a Osama Bin Laden.

La ofensiva fue repelida por el gobierno pero varios simpatizantes de Namangani permanecen en la zona.

Una de las claves de la actual situación de Kirguizistán es el desarrollo del integrismo radical. La islamización de los discursos políticos de la oposición es especialmente fuerte en la comunidad minoritaria uzbeka asentada principalmente en el sur del país y totalmente excluida de las instancias de poder nacionales y regionales.

Precisamente, el sur es la zona más pobre del país y donde comenzó la actual revuelta. Allí más de la mitad de la población es uzbeka, lo que hace temer el estallido de un conflicto étnico como el que surgió en la ciudad de Osh a principios de los 90, cuando los enfrentamientos entre las comunidades kirguiz y uzbeka dejaron centenares de muertos.

Grupos integristas como Hizbut-Tahrir y el Movimiento Islámico de Uzbekistán, que fue aliado del régimen talibán afgano, no tienen mucha influencia entre los kirguises, pero sí entre los uzbekos, y en 1999 y 2000 protagonizaron incursiones armadas en Kirguizistán, que fueron neutralizadas por tropas kirguises, uzbekas y rusas.

Las empobrecidas regiones del sur de Kirguizistán están separadas por altas cordilleras montañosas de la próspera mitad norte del país, que tienen un carácter más próximo a Rusia. Durante la era soviética los líderes del Partido Comunista kirguiz eran alternativamente elegidos por Moscú entre oriundos del norte y del sur para no soliviantar a ninguna comunidad.

Manifestaciones pro Akayev

Miles de manifestantes marchan hacia Bishkek, la capital de Kirguizistán, en protesta por el derribo del presidente Askar Akayev. Los dirige el ministro del Interior del derrocado Gobierno, Keneshbek Dushebayev, quien ha advertido del alto riesgo de guerra civil en el país.

Después de los saqueos y la destrucción de los pasados días, una tranquilidad relativa vuelve a la capital, pero en Chym Korgon, a 90 kilómetros de allí, unas 3.000 personas se han dado cita para marchar hacia Bishkek en protesta contra la forma en la que fue derrocado el presidente.

Dushebayev, que lidera las protestas y espera reunir a unas 10.000 personas, dijo: "El país esta virtualmente dividido y todo está a punto para una guerra civil".



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