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Pensando a Cuba |
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escribe Angela García La historia de la Revolución cubana, es un asunto incómodo para el mundo. Se cree conocerla, pero se la ignora en su devenir profundo. El ensayo humano que se hace allí, no ha sido suficientemente valorado ni siquiera por lo que podría ser sana curiosidad antropológica. Pasando por el desconocimiento se ha negado a verla con ojos claros, porque nunca ha habido ojos claros para Cuba. Todo lo que se ve en ella son flancos sospechosos, que conducen instantáneamente a la condena. Tal comportamiento, no obstante, funge como efecto de espejo (y he aquí de donde parte la gran incomodidad internacional), pues refleja y revela el ingénito ejercicio del orden vigente de pisotear, intimidando, embargando, amenazando y ejerciendo el ataque armado de hecho. Pero hay que decir que el delito de Cuba para el orden imperante en todos lados ya no es sólo, casi ni siquiera es ya, que tenga un sistema distinto, sino que éste se sitúe precisamente en las antípodas del sistema donde toda posible soberanía se ha entregado a las prerrogativas del mercado, a la dictadura de la bolsa como medida única de valor que determina la relación entre hombres y sociedades. Y este delito capital del sistema cubano sumado al férreo impedimento de la injerencia de los grandes centros de ese poder en el destino de la isla, hace que lo intolerable del desafío alcance su climax. Si Cuba permitiera esta intervención hasta casi se le permitiría un cierto socialismo a su manera, si de tener un rótulo se tratase. De la misma manera que se llama democracia a la práctica de un orden que contradice sus principios, pues para esas dudosas democracias poco importa el engaño. Pero como los principios socialistas de facto niegan la intersección del mercado, el resultado inevitable y necesario es el combate permanente. Cuba es una guerra política sin tregua, y cada uno, de la inmensa mayoría de los cubanos, un guerrero. Cada proyecto arduamente levantado, es todavía más arduamente sostenido: la educación, la salud, la cultura, el compromiso social, son al mismo tiempo puntadas del socialismo y provocaciones para los de afuera. El tiempo de escasez ha menguado pero no la extrema vigilancia frente a un posible ataque exterior, ni la racionalización de la vianda. Todavía la vivienda no alcanza y se vive como en una prolongada transición hacia un estadio seguro donde los vientos de amenaza cambien de rumbo o se disuelvan, donde se logre avanzar en la construcción del país en una atmósfera de respeto. Pero por sobre todo la guerra cubana es una guerra de resistencia, lo cual es todavía más difícil, pues es imposible prever el tiempo de duración y mientras tanto se suceden las bajas por agotamiento. Pero quizás tampoco aquellos guerreros, los que más firmes están cuanto más pasa el tiempo y cuanto más difícil se hace todo, los que son capaces de enfrentar el aparato de guerra del bloqueo convirtiéndolo en escudo, querrían ahora dejar de serlo de tal manera erguidos en su razón de existencia como un honor irrenunciable. La diferencia entre lo individual y lo colectivo se resuelve en la construcción conjunta, mediante una participación orgánica o sea una orquestación de ambas instancias. El logro de lo colectivo depende del desarrollo de las potencialidades propias de cada individuo, hasta su destino natural que comportan obviamente la interrelación, tal como sucede en la naturaleza. Tales potencialidades por cierto han subsistido y subsisten dispersas en el caos de las sociedades humanas, sólo que atrofiadas o adormecidas en medio del magma hostil, o domesticadas y utilizadas por el orden imperante, el de los privilegiados y su neurosis acumulativa. Durante casi medio siglo Cuba ha intentado desarrollar un proyecto en el que lo individual y colectivo alcancen ese clima idóneo para la autoconstrucción y todo ello siendo el foco de una agresión multidiversa ¿Qué sería Cuba ahora si en vez de haber invertido tiempo y dinero desarticulando el sistemático terrorismo en su contra lo hubiera usado para articular el programa total de su revolución? Revolución legítima, por justa, por mayoritaria y por visionaria. Porque 1959, fecha emblemática es un paso consecuente en los diferentes momentos de la prolongada guerra de liberación, particularmente espinosa entre las espinosas guerras de independencia de la América Hispana. Por ejemplo es fácil pensar en los errores que se hubieran evitado y que dieron lugar a una pérdida de credibilidad en distintos momentos de las pasadas décadas. Credibilidad que es una de las columnas de la relación internacional del proyecto cubano. Damos por descontado que tanto errores y fallos, como acciones deliberadas, desde todo punto de vista inaceptables, en aquellos que condenan a Cuba pertenecen al mundo secreto o están tratados al sesgo, semiocultos en la propaganda, la saturación informativa, el entretenimiento y todo tipo de laxativos de los media. Damos por descontado también que el gigantesco aparato de agresión contra la isla, se construyó partiendo de menos cero en cuanto a una confiabilidad entre quienes se le oponían desde el principio, obviamente con la primera generación de los exiliados del antiguo régimen. De los que debían salir, en los que quedaba, como ha quedado en las sociedades latinoamericanas, el gérmen vivo del colonialismo. Pero después les sucedieron otros. Los que combatieron al lado de Fidel y el Ché, pero que en el fondo no creían en el socialismo. Los que siguieron creyendo en la revolución pero no en el sufrimiento que les estaba costando y que fueron víctimas de los susodichos errores. Los que simplemente se cansaron del bloqueo y de la pobreza, del esfuerzo colectivo y de la tensión agotadora de resistir. Los que han salido sin salir para resistir desde afuera, para construir lazos, para respirar un poco y aliviar el desgaste de la esperanza. Pero cualquiera sabe que la nostalgia de la patria es un dolor que no cesa a lo largo de la vida, tanto de los que han partido como de los que regresan. Y si pensamos que cada persona tiene sus modos singulares de defenderse del dolor, concluiremos que la nostalgia de patria se puede convertir -como ha sucedido con otros fenómenos de emigrados- en un vertedero de ángeles y demonios. En la trama sanguínea de los lazos humanos las batallas son brutales y la ternura es siempre insospechado umbral entre la tiniebla y el alba. Depende de lo que signifique patria para cada fulano. La carga obsesiva puede dar lugar a una mirada vidriosa o a una mirada brillante. Irse o quedarse no es la medida, sino crear y consolidar, o destruir. No importa el lado de la frontera o las millas de distancia. Cuba se ama con desesperación pero exige ser protegida con firmeza. La desgarradura es el muro. Durante casi cinco decenios se ha educado a los cubanos para que sepan que es una patria, para miradas brillantes y para sanar la desgarradura. Uno lo puede ver en lo que se sostiene airoso, en el nivel cultural, en la entereza y visión crítica, en el panorama creativo, la fluencia de la lengua y la salud integral que es una lucha interna. En tanto que la mirada vidriosa se ha envilecido en el poder de las armas y en los terrenos perdidos. Alguien se refería al gobierno de Fidel Castro como la tiranía omnipresente que nadie puede prever, bajo la cual sólo se puede apreciar el color de la sumisión, frase que de modo excepcional define y le cabe al régimen que ha agredido sistemáticamente a cuanto país, que como Cuba surja independiente en su panorama expansivo. Y la sumisión es al artificio de un orden que esgrime la palabra libertad como un producto industrial, un trozo de vidrio hecho de mezclas de laboratorio, quebradizo y vulgar. |
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