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11-Marzo-2005

 

Entrevista al economista Alberto Couriel, senador del Frente Amplio-E.P
La deuda, la peor herencia

 

escribe Ignacio Cirio

Si el Fondo Monetario Internacional (FMI) no accede a postergar al menos por un año los vencimientos de deuda pública uruguaya previstos para el 2005 el gobierno que asumió se verá en graves dificultades para cumplir con sus metas económicas, pero sobre todos de rescate social. El senador -reelecto por el Espacio 609- Alberto Couriel no es neófito en estas lides y, en entrevista con Siete sobre Siete cruza espadas de teoría y práctica económica con el futuro ministro Danilo Astori, por ejemplo, con respecto a la política cambiaria. Además, explica por qué deberían exceptuarse del cálculo del déficit primario las obras de infraestructura y el gasto social, y abre juicio sobre los dos primeros años del gobierno Lula.

¿Tuvo contacto con la última misión del Fondo Monetario Internacional?
Fui a una reunión, invitado por el Fondo, donde participamos parlamentarios. Eramos cinco del Frente -que fuimos cuatro-, cuatro del Partido Nacional, dos del Partido Colorado y uno del Partido Independiente. Yo diría (que se hablaron) cuestiones clásicas. Yo pregunté por el tema del tipo de cambio y ellos sostienen que prefieren que haya libre flotación, sin intervención del Estado. Yo pienso distinto, lógicamente. Pregunté sobre la posibilidad de que hubiera obras de infraestructura y gasto social financiados por fuera del superávit primario y, en principio, la respuesta no es positiva.

¿Qué disponibilidad existe para la postergación de algunos vencimientos de deuda para este año?
No se habló de ese tema.

¿Pero es uno de los temas que preocupan al próximo gobierno?
Normalmente los organismos financieros internacionales, o te dan préstamo para que le pagues todo lo que le debes como servicio de deuda, o te lo corren un año. No creo que ese sea un gran problema. Estoy hablando del pago de amortizaciones a los organismos financieros internacionales, de los tres (FMI, Banco Mundial y Banco Interamericano de Desarrollo). La impresión que tengo es que el BID y el BM seguramente ya deben haber acordado que van a dar los préstamos exactamente en el mismo monto que los servicios de deuda, quiere decir que no se va a aumentar la deuda. No tengo el conocimiento pleno de eso, con el Fondo seguramente se va a conversar. Pero, digo, no creo que sea un problema insalvable.

¿De no lograrse esa flexibilización, de dónde surgirían los fondos para impulsar el proyecto productivo que define el futuro gobierno?
Sería casi imposible hacer el pago de las amortizaciones a los organismos financieros, generaría enormes dificultades. Yo creo que se va a flexibilizar, que no va a haber problemas.

Usted ha venido planteando que no se contabilice el gasto social en el cálculo del superávit que determina la negociación con el FMI. ¿Qué implicaría ese matiz?
Supongamos que yo tengo un Producto (Bruto Interno) de 100 y los ingresos tributarios son 10. Si el Fondo me pide cuatro puntos de superávit primario, el gasto antes del pago de intereses y amortizaciones sería 6. Yo no puedo tocar ese 6 porque lo acordé con el Fondo. Vamos a suponer que el BID da un préstamo más, entonces en lugar de ser 6 el gasto pasa a ser 8 (y) está financiado. El Fondo no te deja. Acá hubo una reserva del Fondo Nacional de Vivienda, que no gasté. El año que lo quise gastar superaba el margen global, entonces no lo pude gastar. Esta es una metodología que inventó el Fondo (pero) yo quiero tener gasto social. Para tener ese gasto social le estoy pidiendo al Fondo que el incremento de gasto que voy a tener, que está financiado, no me lo aumente a los 6 del superávit primario, que lo analice afuera.

¿Hay precedentes en otros países sobre este tipo de excepción?
Esto de obras públicas es lo que está pidiendo Brasil y es lo que hace Europa y lo del gasto social es lo que pide el Grupo de Río. Yo me estoy agarrando de cosas que ya están resueltas, en el plano latinoamericano.

Sin embargo, desde el entorno del futuro equipo económico se ha dicho que esa propuesta no tiene sentido.
No tengo conocimiento de ello, no lo leí.

Desde el punto de vista económico, ¿qué innovaciones traería aparejadas el proyecto de país productivo que postula el nuevo gobierno?
No puedo agregar nada a lo que está en el programa del Frente. Sí creo que el país tiene que crecer sobre la base de las exportaciones y de la demanda interna, ambos elementos son complementarios e indispensables. El país tiene que crecer sobre la base de una estructura productiva que se complemente la competitividad con la generación de empleo. No es cualquier crecimiento que genera empleo, depende del contenido del crecimiento y de esa estructura productiva. Esas son propuestas que hay que llevar adelante, que hay que estudiar, para que el Banco de la República, por ejemplo, pueda prestar y decir presto acá porque éste tiene competitividad actual o un potencial de competitividad a la luz de las proyecciones y estudios que se han realizado; y presto acá porque es el que me genera más empleo, directo o indirecto. Esto me parece central a los efectos de determinar las bases de un país productivo.

¿Cuáles son esos rubros en la actualidad?
Ese es el estudio que hay que hacer. Para determinar esa estructura productiva que contemple competitividad y empleo. Hay que hacerlo, hay muchas cosas hechas, pero hay que hacerlo.

¿Es indispensable para ello estar en el gobierno?
Ah, sí. Yo lo intenté hacer con la CEPAL y los fondos que pidió la CEPAL eran tan altos que el BID le dijo que no se los podía dar. Se requieren muchos recursos.

¿Esa tarea será del equipo económico exclusivamente?
Eso lo hace el Poder Ejecutivo y, ojalá, se pueda hacer también con participación de la sociedad. En esto es muy importante la participación de los empresarios, de lo trabajadores, es muy importante para ayudar a definir esos sectores.

¿Cómo atacar el factor de la distribución de ese crecimiento?
La distribución requiere de elementos claves: el primero, es la generación de empleo productivo no cualquier empleo. No informales, no precarios, no subocupado; empleos productivos efectivos. Segundo es el gasto social, absolutamente indispensable para atender indigencia y pobreza, sobre todo en las primeras etapas. El tercero: el año pasado hubo un gran creecimiento de la producción y también un crecimiento de la competitividad pero los salarios no crecen. Entonces, para tener una sociedad donde haya mejor distribución, con el incremento de la producción de la competitividad tiene que haber crecimiento del salario en proporciones relativamente similares y no desde mi formación profesional, que para nada me confiere ese derecho), justamente por no tenerla, por pertenecer a la masa y no a la vanguardia, y por ser masa, considerar que todos en ella tienen derecho a formarse como seres responsables, y en tanto ello ocurra, a dotárseles de la autoridad correspondiente.

De esta manera, discutiremos entre iguales.
Prefiero comenzar con cosas que parecen obvias, y hacerlo de manera rudimentaria. Los refinamientos pueden prestarse a mayores confusiones, cuando no a engaños. Los refinamientos dejémoslos para pocos ¿entendidos?, que generalmente los captan de maneras diferentes.

Teoría o praxis,
falso dilema

Teoría y práctica son dos aspectos contradictorios de una misma realidad: cada uno de ellos considerados aisladamente no tienen sentido alguno, simplemente no existen. La práctica como tal no es más que las modificaciones permanentes (e inevitables) con que cada uno de nosotros, con nuestras acciones, afectamos el mundo que nos rodea. Y afectamos no sólo la naturaleza física, sino también las relaciones entre los seres humanos: su sociedad.
La teoría hace a la reflexión sobre esa práctica, al estudio y el conocimiento de esas modificaciones que producimos. Pero este conocimiento acumulado produce nuevas acciones en y sobre lo real, y por consiguiente, nuevas modificaciones, dando surgimiento a nuevas y diferentes prácticas.
De la teoría, se desprende una intencionalidad a nuestra práctica, se dota a esta de un fin, de un objetivo. En definitiva, es una actividad conciente de transformación de la realidad, lo que nos permite distinguirlas de la simple experiencia, que comprenden aquellas transformaciones inconscientes y no intencionales. La práctica no existe sin la teoría, produce a esta última y a su vez, es su producto. Esto, que es de perogrullo, muchos no lo han entendido así.
De acuerdo a estas interpretaciones de la relación existente entre teoría y práctica podemos definir tres grupos.
I) Por un lado están los que optan por la práctica y caen en el mero activismo. Van del mitin en la fábrica a la manifestación, del comité al plenario, de la coordinadora al sindicato. Saltando de un lugar al otro, poco tiempo dejan para la reflexión, para el estudio de las situaciones en las que participan y a las que afectan con su participación, de las modificaciones que producen con ella, pero también de los fenómenos que se van generando en los colectivos donde participan. Finalmente terminan en eso: en meros activistas.
2) Otro grupo lo conforman también quienes optaron por la práctica, pero que transforman esta en un profesionalismo político. La teoría ha quedado resumida, esclerosada en un dogma, y en tanto es así, este es aceptado a priori y no está sujeto ni a verificación ni a modificación de tipo alguno. Una vez establecido el dogmateoría, se trata de hacer. Una deformación de esto es el empleo cínico e hipócrita de este instrumento para justificar decisiones que se fundamentan en el dogma y en la mayoría de los casos no son más que expresiones de intereses personales o particularistas.
3) De la vereda de enfrente, están quienes han entronizado la teoría, transformándola en un ejercicio profesional, cayendo finalmente en el academicismo. De esta suerte nos encontramos con los puristas o tecnócratas que dotan a la teoría de la categoría de un dogma, comprendiéndolo como un desarrollo autónomo del pensamiento humano, que la práctica no verifica y menos modifica. Y también en este caso la teoría termina justificando elecciones cuyos verdaderos motivos se ocultan. Aunque prácticos y teóricos generalmente se enfrentan, establecen entre sí una relación ambigua, en la que también colaboran. Cada vez que unos y otros ven afectados sus espacios de poder, rivalizan, justamente porque de lo que se trata es de conservar esos diminutos espacios de poder (y de privilegios) frente a las masas.
Stalin pergeñó una fórmula para resolver esto: dotó a los políticos profesionales del poder de decidir y elegir los dogmas, y a la intelectualidad les garantizó sus privilegios siempre que los mismos se transformaran en cada vez más profesionales, cada vez más académicos dispuestos a poner la teoría al servicio de los políticos. De este modo suprimió la función revolucionaria de ambos, los espacios de poder y privilegio se institucionalizaron y el nexo entre teoría y práctica fue desmantelado. Esta división del trabajo entre profesionales de la política y los de otras actividades intelectuales habilitan a que la revolución se bastardice a espaldas del pueblo trabajador. Este queda excluido del proceso de creación política, tanto en la dimensión de la elaboración teórica, como en la de la práctica, ya que estos son campos exclusivos de acción de los respectivos profesionales.
Si partimos de la base que el trabajo en sí (cualquiera sea éste) y las relaciones que entre los hombres se establecen a través de y en el lugar de trabajo, constituyen la práctica social sobre la que los trabajadores tienen la posibilidad de reflexionar para interpretarla y elaborar una teoría, si estamos de acuerdo en que las formas y la organización del trabajo (la práctica de los trabajadores) es el objeto del conocimiento teórico y político por parte de los propios trabajadores y que dicha teoría sirve para conocer la realidad con el fin de transformarla (modificar la práctica), estaremos de acuerdo en que la solución estalinista excluye las formas y la organización del trabajo del campo de transformaciones de carácter político. Esto se convierte en un problema ¿técnico? a ser resuelto por medios ¿técnicos?, neutrales desde el punto de vista político y de clase, y reconozcamos que ésta se ha transformado en una práctica muy común, tanto para capitalistas como para quienes se dicen socialistas.
Y más allá de que el poder esté en manos del enemigo de clase o en manos de los políticos revolucionarios, deberemos por lo menos ponernos de acuerdo en que lo que se trata no es de facilitarle el acceso al poder a políticos revolucionarios secundados por sus incondicionales intelectuales, sino de buscar que sean los trabajadores, en definitiva, quienes tomen el poder.
De ahí la necesidad que los trabajadores vuelvan a unirse correctamente en teoría y práctica.

El Plan de Atención Nacional de la Emergencia Social (PANES), en la medida en que compromete al beneficiario a aceptar un empleo que se ajuste a su perfil laboral, ¿puede pesar a la baja del salario?
No creo. Creo que el salario va a mejorar fundamentalmente porque se va a fortalecer el movimiento sindical. Si hay dinamismo económico y hay generación de empleo, esa generación va a ser fundamentalmente en el sector privado. Y allí se va a fortalecer el movimiento sindical.

¿Habría que cambiar el foco respecto a las exportaciones, sin apostar exclusivamente al sector primario?
En parte sí, pero el complemento básico es el crecimiento de la demanda interna. Y allí te puede dar chance de determinados rubros que sean más generadores de empleo que aquellos que se basan sólo en los recursos naturales.

¿Cómo compatibilizar la necesidad de inversión extranjera con otras medidas de defensa de la soberanía y de protección de renglones estratégicos de la producción local?
Estamos viviendo un mundo internacional en el que todos los países quieren aumentar la inversión, todos los países quieren incorporar tecnología y todos los países quieren incorporar inversión extranjera, empezando por China. El país que recibe mayor inversión extranjera en el mundo hoy es Estados Unidos. El segundo es China. Entonces, la clave de esto es que la inversión extranjera llegue de manera que sea funcional al modelo económico que la izquierda quiere llevar adelante.

¿Se puede elegir en ese plano?
Yo creo que sí, los chinos lo hacen permanentemente. ¿Por qué nó?

Pero las escalas de Uruguay y de China no son las mismas.
Se ha hecho en toda la historia del Uruguay: cuando en Argentina se privatizan determinados rubros, acá no. Ya lo hemos hecho, hemos seleccionado. El gobierno del Frente va a poder decir: no acepto de ninguna manera que UTE se privatice, por ejemplo.

¿La decisión de impedir a las Sociedades Anónimas al portador la compra de campos puede jugar en contra?
En absoluto, no lo creo. Lo que se plantea es que las SA tuviesen acciones nominativas y no al portador, y eso no puede generar ninguna dificultad con la inversión extranjera, en lo más mínimo. No le estás impidiendo el ingreso, queremos saber quién es el propietario de las tierras. Eso está en el programa del Frente y esa fue la ley que se planteó. No precisan el anonimato cuando compran tierras, para nada.

¿Finalmente se emplearán los fondos de las AFAPS con fines productivos?
Eso depende de lo siguiente: primero, que hayan posibilidades rentables de inversión. No se puede invertir fondos de las AFAPs en rubros o en empresas donde después hayan pérdidas, porque lo que estás perdiendo es el patrimonio de los trabajadores. En un país en que haya un crecimiento sostenido, van a haber chances y posibilidades de invertir, con la anuencia de las AFAPs. La plata es de los trabajadores y las AFAPs son las que organizan eso y dirigen las empresas. Yo no puedo expropiarlas.

En relación al tipo de cambio ¿cuáles son los factores que hacen caer el precio del dólar y qué correctivos deberían aplicarse?
Primero: en los últimos nueve meses -no es circunstancial, no es de un día- hubo una caída de 30 a 24 en el precio del dólar. Si yo soy exportador, y voy a venderle al mercado europeo, hago cálculos y fijo un precio, con el dólar a 30 pesos. Si cuando cobro, el dólar está a 24, el cálculo que hice no me sirve. Entonces, el descenso del tipo de cambio genera incertidumbre y afecta a los exportadores, a los productores rurales, a los industriales e incluso al turismo. Si se quiere un país de desarrollo productivo, no se puede hacer lo que se hizo durante toda la década del 90 con un atraso cambiario que reventó a los industriales, a los productores rurales y a los exportadores.
¿Por qué baja el dólar? Baja porque hay excedente de dólares: se exportó más, en dólares, ingresaron más dólares por turismo y entonces la oferta es mayor que la demanda, por lo tanto el tipo de cambio baja. Si es negativo que baje, por lo que dije antes, el Banco Central lo que tiene que hacer es impedir esa baja. ¿Cómo? Aumentando la demanda, comprando dólares. Tener excedente de dólares en el país es una cosa muy positiva, estupenda. Porque permite comprar deuda y rebajar deuda, no tiene ningún sentido que yo esté emitiendo nueva deuda para pagar las deudas que se vencen, si tengo los dólares en la plaza. Compro los dólares en la plaza y bajo deuda, que es uno de los problemas más graves que tenemos, una de las herencias más terribles que recibimos. Porque recibimos herencia de desigualdades, de pobreza, de indigencia, pero recibimos una herencia de deuda en moneda extranjera brutal. Entonces si compro dólares puedo rebajar la deuda. La pregunta es, si es tan sencillo, ¿por qué no se hace? Dicen: el mercado es el que tiene que resolver, que el Estado no intervenga. Grave error, el Estado debe intervenir. Para que nos entendamos bien: mientras hubo atraso cambiario el Estado intervino siempre. Se dice que si compro dólares largo pesos a la plaza y corro el riesgo de que haya inflación. En estos momentos en que hay crecimiento, cierta reactivación y expectativas favorables, más pesos significan más crédito y más crecimiento, no más inflación.
Por lo demás, se puede ver que si sube el precio del petróleo hay inflación, si sube el tipo de cambio hay inflación, si suben las tarifas hay inflación; si hay escasez de un rubro alimenticio determinado hay inflación y el precio sube. ¿Qué tiene que ver esto con la demanda monetaria? Nada.
Entonces, primero que nada, debe haber intervención del Estado, del Banco Central, comprando dólares y bajando deuda.

Recientemente el Banco Mundial ha exhortado a los países latinoamericanos a liberalizar su sector agrícola, un ejemplo de los lineamientos que este tipo de organismos, con gran influencia en nuestras economías, plantean a los gobiernos dependientes. ¿Con qué herramientas deberían enfrentarse esas políticas?
Lo que hay que liberalizar es la agricultura del mundo desarrollado: la agricultura norteamericana, la agricultura europea, la japonesa. Acá ya está liberalizado, no hay ni protección ni subsidios al agro. Desde este punto de vista, los organismos financieros internacionales -a veces lo hacen- deberían poner todo el énfasis en que para que estos países mejoren sus términos de intercambio haya liberalización en el mundo desarrollado.

¿En este sentido Uruguay debería hacer causa común con otros países, por ejemplo el Grupo de los 20?
No tengo ninguna duda que sí.

En algún momento se manejó su nombre para la embajada en Brasil. ¿Cómo observa el proceso del gobierno Lula?
Con inquietud. Primero, cuando Lula asume el gobierno y durante la campaña electoral hubo aumento de la inflación, fuga de capitales, el tipo de cambio se enloqueció, se fue muy alto, el riesgo país se fue muy alto -más de 2.500 puntos- entonces no tuvo más remedio que tomar medidas promercado, porque si no la inflación lo enloquecía. Tomó dos tipos de acciones: una, con los nombramientos que hizo, por ejemplo el Presidente del Banco Central, el Ministro de Economía, de Agricultura y de Industria. La segunda medida fue que se fijó un superávit primario superior al que el Fondo Monetario le pedía. Los resultados de estas medidas (fueron) la entrada de capitales, baja del riesgo país, del tipo de cambio y de la inflación. En el primer año (2003) prácticamente no se crece, pero en el segundo año sí se crece un 5%. Desde este punto de vista, es un éxito. Pero a un gobierno de izquierda lo distingue la equidad y la justicia social, de manera que hay un debe todavía en el gobierno de Lula que es lo social.

¿Consecuencia de lo primero?
De alguna manera, en especial, del superávit primario. Brasil tiene una deuda muy grande y el superávit primario me limita considerablemente las posibilidades de atender la problemática social, que sin dudas es mucho más grave que la que tenemos en nuestro país. Esa es mi inquietud.

Sin embargo, en el seno del partido de gobierno hay algo más que eso y se han registrado fuertes escisiones y críticas a Lula...
Viven en Brasil y lo viven en carne propia, es muy lógico, yo vivo acá, estoy más lejos.

¿Cree que se está a tiempo para cubrir ese debe?
Sin duda, espero que sí.

¿Considera que esa experiencia acarrea lecciones para el futuro gobierno?
La situación nuestra es completamente distinta. Ellos tuvieron un Parlamento con necesidad de hacer acuerdos políticos de tal naturaleza para poder tener mayorías en las principales leyes, nosotros ganamos por mayoría absoluto. El ambiente político y social del Uruguay en estos momentos es de mucho más armonía que cuando ganó Lula, por lo tanto es muy difícil hacer comparaciones.

En el libro que editara el pasado año, La izquierda y el Uruguay del futuro, postula el cambio de cultura de la izquierda desde la resistencia al gobierno. ¿Es inevitable ese cambio o un gobierno de izquierda puede encarnar la resistencia?
No, si sos gobierno lo que tenés que hacer es construir. ¿Te vas a resistir a qué? Para eso tenés que tener cultura de gobierno.

¿Un gobierno progresista puede volverse contra-hegemónico y ser en definitiva de resistencia?
No está en el programa del Frente eso. Por lo demás, nosotros apenas estamos ganando el poder político en este momento, opero hay otros centro de poder que no dominamos, con los cuales para nosotros es imprescindible el diálogo, la negociación, los acuerdos, que son inherentes a la democracia.

¿Cuáles son esos centros a que hace referencia?
El poder financiero, el poder militar y los propietarios de los grandes medios de comunicación. Allí hay que encontrar elementos propios de la democracia y eso significa cultura de gobierno y no cultura de la resistencia. Esas dos categorías son válidas. La cultura de la resistencia es una cultura que generalmente no tiene propuesta. Y sin propuesta no puedo avanzar, no puedo crecer, no puedo desarrollarme ni dinamizarme. Por eso necesito cultura de gobierno y un elemento clave es la capacidad de propuesta.



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