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La pobreza y la deuda externa agobian al país |
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escribe Néstor Omar Fernández Argentina comienza el año 2005 con perspectivas relativamente alentadoras con respecto a un par de años atrás, pero sin que todavía se insinúe una fuerte recuperación que permita a su población mejorar sustancialmente su calidad de vida. Hay que tener presente que casi la mitad de sus 37 millones de habitantes vive debajo del ìndice de pobreza. siendo el 2l % indigentes. Los salarios siguen considerablemente retrasados y la reactivación económica es por demás lenta y con una masa de desocupados que ha disminuído levemente en los últimos meses. Se estima que las personas ocupadas perciben unos $ 650 mensuales y el límite de la pobreza es de unos $ 720 (unos 240 dólares), con un desemplei que supera el 20%. aunque datos oficiales se empeñan en rebajarlo. Las políticas de neto corte neoliberal instrumentadas desde hace casi tres décadas, y la abrumadora corrupción que ha evidenciado en diversos niveles la clase dirigente, contribuyeron para que un país con bien ganada fama de rico y próspero haya descendido verticalmente, hasta arribar a esta realidad que asombra y aterra. A modo de ilustración es necesario recurrir a referencias históricas que aclararán a quienes viven en el exterior (y también a residentes locales que suelen desinformarse con algunos de los princiapales medios nacionales) el porque de este presente. En l950 la masa salarial de todos los trabajadores argentinos sumaba 50% del ingreso nacional. En l970 este proceso fluctuó entre 42 y 46%. para caer a 30% en l980, y bajar l0 puntos más en la actualidad. La Argentina, además, padece otros gravísimos problemas. El principal de ellos una agobiante e impagable deuda externa, que obstaculiza notablemente su crecimiento. Aún con la actual dirigencia gubernamental, que está mejor orientada y es menos corrupta que las anteriores, no es suficiente como para erradicar este flagelo. Simplemente lo ha atenuado. También debe acreditarse en favor de la nueva administración de Kirchner que realizó una depuración de fondo en la Corte Suprema de Justicia. Desplazó a jueces comprometidos con la corrupción y la entrega del patrimonio nacional e incorporó a hombres y mujeres respetables, de probada honestidad y con trayectorias académicas que los tornan creíbles y capacitados para cumplir tan delicada y fundamental función. El Fondo Monetario Internacional, El Banco Mundial y otros organismos de crédito marcaron a fuego el derrotero económico de los últimos años, y por seguir ese modelo, Argentina fue puesta como ejemplo en los foros mundiales en la década de los 90. Carlos Menem, presidente en ese tiempo fue la figura emblemática del continente sudamericano, con el economista Domingo Cavallo como fogonero de ese proyecto neoliberal y conservaddor simultáneamente. Contó con el inestimable apoyo del Partido Justicialista, con la complacencia de una cúpula sindical igualmente corrupta y con una oposición frágil y desperdigada, que cuando se hizo del poder a través del radical Fernando de la Rúa (y un conglomerado de fuerzas de partidos centristas) fracasó estrepitosamente y fue destituído por el pueblo de Buenos Aires y sus adyacencias en las calles. Esta hecatombre provocó no sólo la aceleración de la miseria, sino además la aparición de asambleas populares (hoy inexistentes) y los piqueteros que reclaman en sus movililizaciones ayuda inmediata y la creación de fuentes de trabajo. El ex vicepresidente de la Nación y ex gobernador de la provincia de Buenos Aires, Eduardo Duhalde -también fue presidente a la caída de la Alianza- fue un factor determinante para que Menem no asumiera nuevamente la conducción del país. Se inclinó, luego que aquel venciera en la interna peronista, por el patagónico Néstor Kirchner, y el riojano, convencido de su derrota, no se atrevió a enfrentarlo en la segunda vuelta electoral. Kirchner, con el soporte del grueso del movimiento peronista, cuya idelogía es indefinible, porque alberga en su seno variopintas expresiones. excepto las filomarxistas y las de izquierda revolucionaria,, ha otrogado a la gente una módica esperanza, luego de tanto caos. Lo más positivo de su breve gestión se encuentra en el campo de los derechos humanos, porque reivindicó las luchas de los jóvenes de los años 60 y 70, censurando abiertamente la represión militar de la dictadura que asoló la Argentina entre l976 y l983 y que Menem había enaltecido con el indulto a los genocidas. Pero en lo social y económico se mantiene el mismo modelo que ha sumergido a los argentinos. Una minoría se ha enriquecido extraordinariamente a costa de la decadencia de las mayorías y no se vislumbran aún reformas de fondo que deparen una más equitativa distribución del ingreso. Nuestra región es la más desigual del mundo, peor que Africa y el sur de Asia- Kirchner suele criticar con frecuencia al FMI, pero ya ha pagado 9.000 millones de dólares en 2004, y en 2005 debe cancelar la friolera de 11.300 millones de la moneda norteramericana. De ese total, 5.500 millones con el Fondo y el resto con tenedores de bonos post default. Para revertir este dramático cuadro es imprescindible, entre otras cosas, hacer una reforma tributaria que altere de razón este perverso esquema de exclusión social de vastos sectores populares. El Estado debe aplicar una tributación justa y progresiva, promoviendo el trabajo productivo, arracando la renta especulativa y el drenaje de divisas al exterior. Pero, como puntualizamos, por ahora es una mera especulación, lejana y de difícil concreción. No se advierte una decidida voluntad politica que afecte seriamente a los grupos económicos y de poder que se favorecieron durante la dictadura y los sucesivos gobiernos. Y todavía hay grandes franjas populares que confian en el surgimiento de lideres providenciales con vocación de imponer, por si solos, una auténtica justicia social. |
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