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Entrevista con Mario Romero, poeta argentino |
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escribe Víctor Montoya Mario Romero, ex redactor de El Mundo y encargado de la Sección Cultural desde su fundación hasta diciembre de 1980, recuerda en una cafetería de Estocolmo a Santa Cruz, sus poetas y su gente. Me reconocerás por mi aspecto de latinoamericano, tirado a hindú, me dijo por teléfono con un inconfundible acento tucumano. A las cinco de la tarde, exacto como para desmentir la impuntualidad latina, descendió del metro, con una bufanda liada al cuello y un poemario debajo del brazo. Nos saludamos como si fuésemos viejos amigos y caminamos rumbo a la Casa de la Cultura, desde cuyas ventanas se podían contemplar las sombras de los edificios arrastrándose por el asfalto y el tránsito ordenado y sistemático de los suecos. Cuando ingresamos al edificio, donde había estado antes con otros escritores latinoamericanos, nos sentamos junto a una mesa para tomar café y conversar lejos del bullicio de la calle. -¿Cómo te sentiste cuando en 1976, durante la dictadura militar, tuviste que abandonar Argentina y enfrentarte a Bolivia? -Esa realidad a la que te refieres, que tal vez se la pueda definir como la realidad profunda de América Latina, ¿la encontraste en todo el país o en algunas zonas más que en otras? -¿Qué opinión tienes de Santa Cruz, donde viviste durante cuatro años consecutivos? -¿Cuál fue tu experiencia como redactor de la Sección Cultural de El Mundo? -¿Qué has hecho en Europa en estos últimos años? -¿Piensas regresar a América Latina? -¿Cómo te sientes en Suecia? De pronto, nuestra charla languidece. La noche, casi incolora, ha empezado a cernirse sobre la ciudad. Una noche extraña, sin señales de la oscuridad. Pero noche al fin. Desde la ventana de la cafetería de la Casa de la Cultura de Estocolmo, veo alejarse la figura de Mario Romero, poeta de pintura ciega, ex redactor de El Mundo y actual refugiado político en Suecia. De repente, el poeta, quien dice que lo que más le gusta de Santa Cruz es su gente, desaparece en una multitud extraña, mientras yo quedo cavilando en que todos dejamos jirones de vida por donde andamos. * El escritor Víctor Montoya, a modo ampliar las referencias bibliográficas de quien fuera uno de los mejores poetas latinoamericanos en Suecia, saca de su archivo una entrevista poco conocida para la mayoría de los lectores. Antecedentes bio-bibliográficos Su obra poética está compuesta por los libros: Las señales (Editorial Monopolo, Tucumán, 1973), Pintura ciega (Editorial Estaciones, Madrid, 1982), La otra lanza (Editorial Siesta, Estocolmo, 1983), La última mejilla (Editorial Tierra Firme, Buenos Aires, 1988), Tinta roja sobre tinta negra (Editorial Orions, Estocolmo, 1997) y Vieja pared (Florida Blanca, Buenos Aires, 1998). Traducciones del sueco al castellano: Detrás de las máscaras, de Eva Stenvång, libro que recoge la experiencia del teatro latinoamericano en Suecia; La nueva poesía sueca, en colaboración con Roberto Mascaró; Cuando despunta el alba, obra de teatro de Birgitta Edberg; Francisco, querido, ¿dónde te has metido?, obra para niños de Staffan Westerberg. Textos de teatro: La luna llena y el sol vacío, en colaboración con Christian Kupchilk; Versión libre del lazarillo de Tormes, en colaboración con Manuel Martínez Novillo; y Por la huella, compadre. Sus poemas, además de haber sido traducidos al inglés, francés, finlandés, italiano, portugués y sueco, están registrados en las antologías: Nueva poesía argentina, de Leopoldo Castilla, Editorial Hiperión, Madrid, 1987; A palabra nomade, de Santiago Kovadloff, Editorial Iluminarias, San Pablo; Larbre á peroles, Bruselas, 1985; 50 poetas latinoamericanos en Escandinavia, Selección de Juan Cameron, Ediciones Liberación, Malmoe, 1990; Hundra dikter av hundra diktare med utländska rötter, editado por Invandrarnas kulturcentrum (IKC), Estocolmo, 1990; y Världen i Sverige, de Madelaine Grive y Mehmed Uzun, Editorial En Bok för Alla, Estocolmo, 1995. Dejó inédita la novela Alias Minotauro. |
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