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17-Diciembre-2004

 

«El pantano de la muerte»

 

escribe Cándido
Este era el título de una vieja película de cowboys en la que la escena final, grabada en la memoria de más una generación, mostraba al villano que en la huida de sus perseguidores-linchadores se internaba en un pantano en el que se iba hundiendo lenta pero inexorablemente hasta que sobre la superficie sólo quedaba recortada la imagen de su sombrero. Esa imagen ha vuelto a mi memoria a propósito de los acontecimientos en Irak. Cada día que pasa parece confirmarse la afirmación de que «la potencia más poderosa del planeta», se metió en un territorio de arenas movedizas que amenaza con engullirlo. Aunque algunos medios «proamericanos» hayan desplazado lo que ocurre en Irak del centro de las noticias -como si con ello pudieran cambiar la realidad- lo cierto es que la resistencia a los ocupantes lejos de disminuir aumenta. El descontento y la desmoralización de las tropas resulta inocultable al punto de que se lo dijeron en la cara al propio Rumsfeldt, los heridos, la mayoría de ellos mutilados se cuentan por miles y resultan un peso mayor que el de las víctimas mortales, porque les espera el mismo amargo destino que el de los veteranos de Vietnam y la guerra del Golfo de 1990, de engrosar la legión de los sin techo, los enfermos mentales, viviendo a la intemperie, porque la crueldad del sistema no repara en ellos. Total son ciudadanos de tercera categoría, negros e hispanos en su mayoría.

Todo ha salido mal y la incompetencia del entorno mafioso que maneja más que «asesora» a George W.Bush es sólo comparable al de los corruptos servicios de información y seguridad que pese a todas las advertencias no supieron o no quisieron evitar el ataque del 11-S.01.

Incompetencia política e incompetencia militar. Las voces que desde el interior del país tanto como del exterior, independientemente de las mentiras sobre las que se montó la agresión, advirtieron sobre los riesgos de la invasión a Irak, fueron desestimadas. La mafia y el necio de Bush «vendieron» la «mercancía» de que los iraquíes los recibirían con los brazos abiertos, agradecidos por librarlos del dictador y por iniciarlos en las delicias de la democracia «made in USA» Ahora es el propio aliado el primer ministro iraquí quien les reprocha el error cometido al disolver todos los cuerpos de seguridad del régimen de Sadam. La destrucción literal de Faluya, un episodio digno de incluir su nombre en la lista histórica que enumerara Olof Palme a propósito de Vietnam, un crimen que silenciaron la Unión Europea y los medios del mundo «democrático», parece no haber terminado. Tras semanas de intensos bombardeos en los que ni las mezquitas se salvaron, con miles de «terroristas» abatidos y sin ninguna baja «americana» según los medios vasallos, resulta que nuevamente un grupo de «fanáticos» según el capitán de marines Paul Barry, resiste todavía, causa bajas a los invasores y obliga a nuevos bombardeos, cuando todo parecía «bajo control». Mientras tanto otras «ratas», los gobiernos polaco y húngaro, anuncian que abandonan el barco, a despecho de los esfuerzos del patético Powell por conseguir «carne de cañón» entre sus aliados europeos. Si a todo ello se agrega el cada vez más insoportable costo financiero de la aventura, las perspectivas para el imperio son mucho más sombrías de lo que fueron las de la derrota de Vietnam. Su decadencia se ha acentuado y las únicas incógnitas son los plazos. Todo ello condicionará en buena medida los acontecimientos mundiales en los años inmediatos. Una circunstancia muy importante especialmente para los países periféricos que buscan sacudirse el yugo imperial.



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