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El III Congreso de la Lengua Española |
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escribe Ángela García El III Congreso de la Lengua celebrado en Rosario, Argentina, en noviembre pasado, tuvo como sedes anteriores a Zacatecas y a Valladolid. Este evento se realiza cada tres años y su primera versión nueve años atrás tuvo entonces como lema La lengua y los medios de comunicación. En aquella oportunidad los temas se movieron entre el análisis de la lengua; los medios de comunicación; el libro, la industria editorial y su crisis frente al desarrollo de la cultura audiovisual. Pero hubo allí, un tema subyaciente que fue El español, la lengua del futuro. Para aquel primer encuentro asistieron cerca de 300 invitados entre los cuales se publicitó especialmente la presencia de los premios Nobel de Literatura, Octavio Paz, Gabriel García Márquez y Camilo José Cela. En ocasión del II Congreso realizado en Valladolid en 2001, tuvo el variado lema de El Idioma Español en la Sociedad de la Información. Y los temas tratados por más o menos la misma cantidad de invitados, versaron sobre la conciencia del español como un patrimonio común de cuantos lo hablan, comportando tanto su unidad y diversidad como la influencia de otras lenguas Ahora este III Congreso de la Lengua, de hace menos de un mes, tuvo 400 invitados y la novedad temática de tres ejes fundamentales: Aspectos ideológicos y sociales de la identidad lingüística; identidad y lengua en la creación literaria; el español internacional y la internacionalización del español. A la inauguración asistieron el rey Juan Carlos de España, miembros de las respectivas secciones nacionales de la Lengua y otras personalidades como el escritor argentino Héctor Tizón, el novelista y ensayista mexicano Carlos Fuentes, el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal y el novelista español Francisco Ayala Todos somos protagonistas de la lengua. No sólo el lingüista que la elige como su materia de estudio, sino también el niño que empieza a adquirirla como por ósmosis. Los periodistas, los escritores, los maestros, los editores, los traductores, el libro mismo, los medios mismos. El problema real es la educación, que la lengua no sea más un instrumento de uniformidad que un recurso para la reflexión, más una medida de control que un instrumento de expresión, más un látigo que una palpitación. La lengua no se deja sujetar pues tiene el movimiento análogo de la sangre, por lechos invisibles halada de la riqueza interior de los individuos, y de los grupos humanos -o mejor derivada de ella- que nombran la vida en los momentos más puros, los fenómenos humanos, los objetos, los instantes, los sentimientos, con un sonido comprensible para todos. ¿Qué diferencia puede ser tan relevante ahora entre un libro maravilloso escrito por un nativo de España o un libro escrito por un nativo de México, Paraguay, Cuba o Colombia? Las diferencias se vuelven más substanciales en el lenguaje oral y me atrevo a decir que a favor del español en América, y para ello subscribo la frase de Lezama Lima En América el idioma conversa. El Congreso en Rosario, a pesar de haber contado con dos prominentes indigenistas como el poeta Ernesto Cardenal y el antropólogo e historiador Miguel León Portilla, no llegó a ninguna conclusión realmente constructiva en el sentido del respeto hacia las lenguas nativas. ¡Pero por supuesto que tienen que haber vocablos indígenas para las cosas que no estaban nombradas por los europeos, y palabras para ciertos sentimientos y ciertos modos de la luz y ciertos juegos, y cierta visión animista! Y así mismo vocablos externos se imponen a la lengua local, ciertos anglicismos por ejemplo, derivados de la universalización de la comunicación humana. Se ha anunciado que el IV Congreso de la Lengua tendrá lugar en Cartagena de Indias, donde según el actual presidente colombiano, entonces sí habrán las condiciones propicias para que sea una sede idónea. Es inevitable estremecerse ante lo que el español propio de este mandatario designa como condiciones propicias. Estaría mejor que los Congresos de la Lengua se dedicaran a invertir en la educación que es uno de los mayores problemas de nuestra modernidad y que afianza la gran tergiversación humana. |
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