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10-Diciembre-2004

 

 

Claudio Gaete, Premio Iberoamericano Pablo Neruda de Poesía
Una poética del merodeo

 

escribe Juan Cameron

Claudio Gaete Briones es uno de los más señeros poetas aparecidos en las más recientes promociones en Chile. Su próximo -y primer libro- El Cementerio de los Disidentes, sólo dará cuenta de un oficio mayor ya reconocido por sus pares al interior del país.

El epígrafe de la primera unidad es sintomático. Tomado del más grande trovador medieval, Guillermo, IX Duque de Aquitania, lo ocupa en su literalidad: Haré una poesía sobre absolutamente nada;/ no tratará de mí ni de otra gente; no tratará de amor ni de juventud,/ ni de otra cosa,/ ha sido compuesta mientras dormía/ sobre un caballo. Puesto que el gran Guillermo, a pesar de lo certificado en esa primera estrofa del Canto IV, escribe precisamente a aquellas cuestiones. La fórmula equivale a la advertencia «cualquier parecido con la realidad...» y nada más.

Gaete consigue con su intervención justificar a nivel estético -o al menos en lo experimental- un primer libro integrado por cuadernillos disímiles que, hacia el final del volumen, textura con singular inteligencia.

El Cementerio de los Disidentes -próximo a ser editado- muestra a un autor en pleno uso de sus facultades. Lejos está su escritura de la primera aparición pública, en la antología Hipocampos, de Bruno Serrano, que entregara la Sociedad de Escritores de Chile en Valdivia, en 1998. El término disidentes implica ahora, desde el título, una actitud distinta frente al lenguaje, actitud a la que se refiere a partir del primer cuadernillo, Comienzo de siglo. El poeta, liberado de los temas ontológicos -un derrame de buganvilias en el frontis de un edificio de gobierno- se apresta a enfrentarlo con un nuevo código, una suerte de numismática guardada en una cajita de metal. Los signos equivalen a palomas sobre el asfalto (¡la vieja página en blanco!) o al canto de un queltehue para echar abajo la armonía.

Las declaraciones de independencia abundan en el texto: una vez elegido el tema los entusiasmos tropiezan con signos por quebrar; partido he/ los tiempos de conjugación de una ciudad que solía llamar natal; una poética del merodeo, etc. La cuestión final de su escritura será la escritura misma; de eso se trata escribir. En tal poética - la del merodeo o el desdibujar el objeto a través del entorno, Gaete observa el comienzo del siglo/ para fundar religiones, es decir, una forma «otra» de acuerdo a los tiempos; opuesto, tal vez, a ese hermoso Adiós al siglo XX del venezolano Eugenio Montejo.

Cibernauta, en cambio, es el mundo electrónico, el cielo de los desesperados, lugar atemporal donde todo coexiste. En la anonimia de esas páginas como olas la democracia se ejerce en el foro del silencio entre individuos que, en su pura imagen de sombra o reflejo de algo, son pura vibración; metáfora de su energía. Se trata del paraíso de la huida, la utopía prometida en la que este diario de navegación- su personal registro- funciona sin embargo; porque hablar es ser capaz de reiterarse. Y los símiles que reitera en tanto imágenes se convierten en un estilo muy propio. Así, lo virtual (y lo escritural) es una traducción de cada acto en tiempo y toda palabra es una pregunta por el sentido de sí misma. Gaete es sin duda un fundador; aunque, a cambio de un pequeño Dios, según nos señala, el poeta es un hacker. ¡Valioso y logrado descubrimiento!

Un texto aparte, pero que se reintegra en la propuesta general del libro, es Óbolo (procedimientos eutanásicos). Los significados del antiguo término griego -moneda, medida, limosna- son «adoptados» por el autor en todo el sentido del término y en la forma (los tres anillos de la palabra ÓBOLO) para acceder a sus metáforas. Se trata, al parecer, de un trabajo escrito con anterioridad pues, en él, concede a ciertos sentimientos a pesar de la promesa oculta en el epígrafe de Guillermo de Aquitania. Recursos más plásticos se incorporan en esta sección, como esa lograda aliteración Elí Elí helicópteros vacíos o la de aquellas líneas de Juan de la Cruz un no se que que-/ quedan balbuceando, en clara referencia al ruido de las aspas. Ciertas imágenes a destacar -Tres veces al día/ abro la llave del agua/ y bebiendo tres veces/ el agua destruye lo mío, o sobre una piedra/ cruzo la nave del anochecer, por ejemplo- actúan en función de símbolos de otros códigos, cuyas claves el autor reserva para lectores asiduos. Es el caso del sentido y preciso poema Shibboleth, cuyo título nos recuerda alguno similar de Paul Celan. La contraseña hebrea se refleja en la palabra de la amada que descubre para este un mundo nuevo. Más que una simple contraseña, la voz de aquella le permite el ingreso a un estado superior: si entonces tú me hablas/ yo escucho el mar detrás de tus palabras.

Este manejo de estructuras superiores permite, a Gaete, una muestra de recursos en el capítulo que da nombre a su libro. Por cementerio de disidentes podría señalarse el lugar donde yacen -y perviven- figuras distintas a las aceptadas por la mayoría. De ser así, la designación de esta obra resulta encierra un logro conceptual pocas veces observado. Lugar también de construcciones mayores, puede agregarse. Como muestra vayan los siguientes versos: Vuelven las pequeñas depresiones: extienden/ sus gavias y basculan contra el viento, debo/ decir aquí: en el oleaje de los años, si me diera el ánimo/ para una metáfora naval. Simplemente vuelven/ por lo bajo, vendiendo humo y el cráneo/ de rigor en la mano derecha -quien sabe/ a estas alturas si el bufón no es acaso/ la mejor estrategia de combate (el subrayado es mío; en cursivas en el original). En estas líneas, a una frase nominal continúa una en primera persona, otra frase nominal para luego concluir son una expresión atribuible al mismo autor; el efecto indica un estilo fuerte y seguro.

En el extenso texto final, De lo que va es de un cierto paso, el poeta reflexiona sobre el silencio y el hecho de la escritura precedente. La poesía bien puede ser una cuestión de visión o de sonido; pero sin duda se trata de un quiebre. En el rescate de estos fragmentos retoma y subvierte una vez más las imágenes utilizadas con anterioridad. Por este medio consigue encerrar el texto y proporcionarle una estructura semántica. Es de acuerdo a tal sentido que deberá enfrentar estas páginas el lector de El Cementerio de los Disidentes.

Claudio Gaete Briones nació en Valdivia, en 1978. Obtuvo el título de Psicólogo en la Universidad de la Frontera, en Temuco, y continúa un Magister en Letras en la Universidad de Playa Ancha, en Valparaíso. Este año fue galardoneado con el Premio Iberoamericano Pablo Neruda, por un jurado integrado por Antonio Cisneros, Raúl Zurita y José María Memet.



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