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03-Diciembre-2004

 

A 87 años de su natalicio
Notas para reconstruir a Violeta

 

escribe Juan Cameron

Durante el mes de octubre se conmemoró, en varias ciudades de Chile, el nacimiento de Violeta Parra. Varios artistas, entre ellos el autor de esta nota, rindieron homenaje a la gran creadora e investigadora nacional. El siguiente «retrato personal» es un fragmnento de aquellas intervenciones.

Violeta del Carmen Parra Sandoval, hija de Nicanor Parra, profesor de música, y de doña Clarisa Sandoval Navarrete, cantora y costurera, nació el 4 de octubre de 1917, en una humilde casa de calle Roble Nº 531 en San Carlos, según consta en inscripción Nº 112, de 25 de octubre de 1917, en el Registro Civil de esta ciudad. La fotocopia de tal inscripción, de página 197, circula entre los amigos por estos días.

Violeta y sus ocho hermanos -y dos medio hermanas por parte de madre- tuvieron una infancia difícil siempre cercana a la pobreza, pero rodeada de un ambiente artístico. Su padre tocaba violín y la dueña de casa entonaba canciones campesinas mientras realizaba sus tareas domésticas.

A los 12 años comienza a componer canciones; tiene un breve paso por la Escuela Normal y canta en improvisados circos y negocios de la capital. Vivió en Valparaíso un tiempo; en esa nació su hijo. A mediados de los 50le es concedido el premio Caupolicán como la mejor folclorista del año. Según cuenta la historia, representó al país en Francia y en Polonia, en el Festival de la Juventud. Recorrió diversos países europeos. En París editó discos y dictó clases en la Universidad de la Sorbona; allí, en 1964 presenta en el Museo de Louvre su famosa exposición de tapices y arpilleras.

En 1957, estudia folklore en la Universidad de Concepción. Sus canciones, de profundo contenido humano, la hacen prontamente conocida. Su fama traspasa las fronteras convirtiéndose en un personaje de culto varios años antes de su muerte. Se suicida a los 50 años de edad, el 5 de febrero de 1967, en su Carpa de la Reina. Tres años más tarde, su hermano Nicanor hace editar sus Décimas.

Alguna vez anduvo por Argentina. Vivió en Junín, en la Provincia de Buenos Aires, acompañando a su madre allá por 1930 o 31. Hasta allí llegó Nicanor a verla y a enterarse de los versos de un poeta local -yo descubrí la coincidencia 40 años después- que lo inspiraron a escribir ese famoso Hay un día feliz. Pero eso es motivo de otra historia, de otra investigación.

Alrededor de 1955 aparece en Santa Rosa, la Provincia de La Pampa. En cuya capital algún reportero del periódico Arena, toma la fotografía que ilustra el cartel del acto celebrado en su homenaje, en Valparaíso. Esa fotografía original me fue regalada a comienzos del 2000 cuando, acompañando a mi mujer que iba a dictar un curso sobre nuevas técnicas en Grabado, algunos periodistas y estudiantes me reconocieron en mi voluntario anonimato. A pesar del pié de imprenta -que lleva mi nombre- no podría haber yo tomado esa fotografía; a los 8 años de edad, tanto como a los 57 de ahora, no soy un destacado fotógrafo. Podría haberse anotado foto de la colección privada de...» Habría sido más justo.

Una tarde del año 72, un 5 de febrero, recibo en Viña del Mar al poeta y cantante argentino Poni Micharvegas. Poni recuerda emocionado que se cumplen 5 años desde su partida. Motivo suficiente para celebrarla con euforia, mucho vino y suficientes canciones.

Por aquella época escucho a unas parientes afirmar que no escucharla,»por rota; son las mismas viejas tías que a mi regreso del exilio insistirán aún que los desaparecidos y las torturas son puros inventos de los comunistas.

Una vez más la figura de Violeta Parra nos señala que ética y estética son una sola cuestión.

Y, por último están sus Décimas. Piezas literarias de tremendo valor y no incorporadas aún a la historia literaria nacional. ¿Por qué? Tal vez la reiterada y mala poesía popular que conocemos, con sus errores silábicos y la consabida superficialidad semántica hayan desprestigiado este género.
Recomiendo a los poetas, a los estudiosos, releerla. Sobre todo cuando nos dice, entre otros varios textos cargados de figuras, versos como éste:

Mi taita hizo la ensalada
con un amor sin igual,
parece un plato real
con verdurita picada;
mi mama, muy preocupada,
sirviendo plato por plato;
cuando en esto me percato
que las variadas personas
formaban una corona
sentadas en los zapatos.

Y alguna vez, entre plato y plato de ese Valdivia de 1972, vi casi agarrarse a bofetadas a Osvaldo Gitano Rodríguez, Jorge Aravena Llanca y Payo Grondona por culpa de la Violeta Parra. Y, ya no me cabe duda, era por celos.

Buen dar con la ensalada que dejó con ese amor sin igual.



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