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29-Octubre-2004

 

Medios y manipulación
La «caída de Fidel»

 

La caída sufrida por Fidel Castro tras su participación en un acto multitudinario en la provincia de Santa Clara, Cuba, tal como él mismo lo previó al dirigir nuevamente unas palabras al público apenas se íncorporó, fue noticia foto de portada en la prensa occidental. Talvez tuvo más repercusión que el memorable vómito de Bush, el viejo sobre el emperador de Japón en el banquete de agasajo durante su visita a aquel país, o el ahogo de Bush, el joven con una galletita y su caída desde el sillón donde miraba un partido de fútbol «americano», uno de sus entretenimientos favoritos, un episodio ilustrativo de los trastornos neuropsicológicos que padece. La caída de Fidel fue comentada de diversas maneras. Desde la ironía y la interpretación simbólica de la derecha mundial que con el imperio a la cabeza, hace 45 años que inútilmente han intentado por todos los medios provocar la «caída», hasta la extrema fría crueldad de «Santa» Loyola de Palacio, la exministra de Agricultura del gobierno de José María Aznar, en España y famosa por unas graves irregularidades (matufias) con los fondos de la UE. Desde el corazón mismo de la «civilizada» y sobre todo corrompida y desunida Unión Europa, esta cristiana de toda la vida, recordando a aquel sepulturero que dijo «yo no le deseo mal a nadie pero a mi que no me falte trabajo», expresó su deseo de poder ver la muerte de Castro. Probablemente el odio prevaleció sobre su condición de cristiana del Opus y no midió tamaño exabrupto. Un «exabrupto» que le puso rostro a la derecha mundial, que sintiendo lo mismo no suele expresarlo públicamente de una manera tan cruda. Y que lleva a pensar, con auténtica curiosidad, qué tendrá Fidel, que tendrá una Revolución en una isla insignificante materialmente imposibilitada de constituir ningún peligro para nadie, que tendrá el pueblo cubano que ha dado testimonio en la historia de ser un pueblo valiente y digno y que respalda masivamente esa Revolución, para que la derecha mundial le tenga tanto odio, que sea capaz de obnubilar incluso la inteligencia en tal grado. No me refiero en este caso a la dudosa inteligencia de «Santa» Loyola, pero recuerdo sí que Vargas Llosa, inteligente sin duda, comparó a Cuba con Haiti y a Fidel Castro con Pinochet. Afirmaciones que nadie cree y que sólo sirvieron para ponerlo en ridículo.

Esta hermanita espiritual del inquisidor Torquemada, olvidando aquel sabio consejo de Quijote a Sancho cuando lo nombró gobernador de Barataria: «a quien castigues con obras no hieras con palabras», tras desearle la muerte (a Fidel) lo calificó «siniestro dictador con muertes y torturas sobre su conciencia» que ningún testimonio objetivo podría probar. En suma, que a la luz de estas reacciones, Fidel y el pueblo cubano, que no da muestras de pensar como Loyola, podrían decir, siguiendo con Quijote, «ladran Sancho, señal que cabalgamos». Otra gente menos piadosa pero un poco más objetiva, se preguntó cuando vio a Fidel, 78 años, en una silla tras la caída pidiendo perdón por esta, sin un rasgo de dolor en su rostro, con la mente clara hasta darse el lujo de ironizar sobre las especulaciones de la prensa internacional, explicar que tenía una rodilla rota y un brazo «quizás» fracturado, pero que seguía en su puesto, en funciones, cómo era posible tanta entereza. Y seguramente se habrá respondido que era porque además de inteligencia, honradez y entrega a sus ideales, el dirigente cubano tiene algo más que no es frecuente encontrar entre los líderes políticos europeos como ha podido comprobarse recientemente./Leo



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