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URUGUAY |
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escribe Cándido Los versos de la hermosa canción popular que dieron fuerza a los sueños de los uruguayos que dentro y fuera del país luchaban por el retorno de la libertad durante los años sombríos de la dictadura, vuelven a la memoria. Y seguramente volverán, entre lágrimas y risas, a poner un nudo en las gargantas al confirmar su predicción de que «volverá la alegría...» Será una alegría cargada de tensiones porque la magnitud de los problemas que dejarán como herencia los dirigentes de los partidos tradicionales (en un análisis más riguroso un sólo partido, el partido de la oligarquía), es impresionante. Desde el saqueo del país a través de un sistema financiero totalmente corrupto, hasta la condena a la miseria a cientos de miles de uruguayos. Solamente en Montevideo, cerca de 300.000 en los llamados eufemísticamente asentamientos, gran cantidad de niños entre ellos, ocultos tras la sucesión de viviendas, insolentemente lujosas algunas, decorosas todas, que marginan el camino arbolado desde el aeropuerto de Montevideo a la ciudad. Dando una falsa visión al viajero que transita esa ruta. Todas las encuestas coinciden en que la coalición agrupada en el Frente Amplio obtendrá la mayoría suficiente para evitar una eventual segunda vuelta. Pero aún en el caso de que tuviera que realizarse esta segunda vuelta, el desprestigio del «partido de la oligarquía» no podrá impedir lo que el pueblo ya ha sancionado. El fin de una era, que será irreversible. Cuando luego de 12 años de feroz dictadura, instrumentada por el imperio, que afectó como es sabido, además de Uruguay a todo el sur latinoamericano, junto con las «democracias tuteladas», retornó también la esperanza. Los nuevos gobernantes elegidos en elecciones relativamente libres -porque no hay que olvidar que los grandes medios de comunicación, canales de televisión y diarios, pertenecen directa o indirectamente a la «rosca oligárquica»- defraudaron rápidamente la esperanza popular. A la falta de voluntad política para defender, en los reducidos límites de lo posible, los intereses del país y de los ciudadanos que los habían elegido, sumaron una criminal corrupción que terminó con muchos ministros testaferros en la cárcel. Hay muchos procesos en marcha. Y no todos los responsables fueron a la cárcel. Tenían un capital político, no importa a estas alturas, si bien o mal habido, y lo dilapidaron. El pueblo sufrió en carne propia las consecuencias dramáticas de sus políticas y ya no cree más en la invocación irracional a las «divisas» blanca o colorada, y mucho menos en los «líderes» de esos partidos, que cada vez que aparecen en televisión pierden votos. Tampoco la campaña de terror instrumentada principalmente por el ex presidente colorado Julio María Sanguinetti, con la colaboración de la «prensa democrática», ha influido en la voluntad popular, que más bien ironiza con ella. (Esperemos que a pesar de su desesperación, tengan la sensatez de no incurrir en una provocación mayor de las que han cometido en estos días contra los militantes de la coalición). Esa voluntad popular es la de otorgarles una licencia indefinida en las tareas de gobierno. Otra vez retorna la alegría y la esperanza. Y se inicia otra lucha en la que estamos todos los que creemos que otro país es posible. Sin grandes expectativas, conscientes del verdadero lugarcito de Uruguay en el mundo, sin cometer la necedad de uno de los presidentes «salientes» que se enorgullecía de la cantidad de autos 0 kilómetros como un signo de prosperidad. Con o sin segunda vuelta disfrutemos la alegría de los uruguayos, de lo logrado hasta hoy. Y si seguimos alegres después del domingo, seamos conscientes de cuánto más habrá que luchar para hacer que esa alegría de hoy pueda ser también la de mañana. |
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