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08-Octubre-2004

 

Sobre poetas y locos
Psiquiatría & Surrealismo

 

escribe Juan Cameron

Como un manual práctico para comprender al surrealismo y a su relación de amor odio con los hospicios psiquiátricos, puede catalogarse el volumen del Dr. Carlos de los Ríos Möller, editado y presentado hace un par de semanas en su ciudad natal.

Para Carlos De los Ríos, el arte apunta a una mayor capacidad de simbolización, en los enfermos mentales, que corta la imagen o los dibujos. El delirio pasa a estar como «encapsulado» pero sin la presencia mortífera de la fragmentación yoica.

Bajo este precepto de la página 144, el psiquiatra desarrolla su trabajo (todo libro se escribe al revés) para establecer, de una vez por todas, que la función del arte, el para qué de la poesía, se encuentra en el delineamiento o conducción de los impulsos psíquicos (nuestra natural retórica) a través del objeto creado.

Una sociedad sin arte es una sociedad sin memoria; pero también está condenada a la barbarie, a la expresión de sus impulsos naturales en pro de la destrucción de sus propios íconos. Y ese peligro está latente en esta nueva institucionalidad, afirmada hace algunas semanas, en Viña del Mar, con motivo de la presentación de su libro.

Psiquiatría & surrealismo apareció en julio reciente bajo el sello de Ediciones Altazor. Su autor, Carlos De los Ríos Möller, médico psiquiatra, nació en dicha ciudad turística en 1960. En Chile se ha desempeñado en el Instituto Psiquiátrico Dr. José Horwitz Barak y en el Hospital El Salvador, de Valparaíso. A partir de 1987 su formación continúa en diversas instituciones de Venezuela, Argentina y Francia. Además de docente, es un conocido columnista de revistas y periódicos nacionales.

Psiquiatría & surrealismo es una revisión de este movimiento estético a través sus hitos, históricos, desde la locura bélica, en pleno 1915, hasta el Arte Bruto y la contracultura de los sesentas y setentas; en otras palabras, desde Breton a Matta. Su vínculo con la medicina y su acercamiento a través de las diversas etapas queda centrado en la relación habida entre los principales directores de estas disciplinas que, de los Ríos, establece en los siguientes puntos: desencuentro entre Freud y Breton, admiración de Freud por Dalí y, por último, en la estrecha relación intelectual entre el pintor español y Jacques Lacan.

André Breton reconocía que «el surrealismo nació en un hospital psiquiátrico», refiriéndose a su formación laboral -como estudiante de Medicina- a partir de la Gran Guerra. Allí propugna el paralelo entre el delirio surrealista de los enfermos y la concepción controlada del mismo como mecanismo de creación. Sigmund Freud es, en esta historia, su arquetipo forzado e involuntario que, como él mismo manifestara, nada tenía que ver con el arte. Son los artistas quienes intentan vincular las figuras retóricas con la mecánica del sueño, cuestión que al médico austríaco lo tiene sin cuidado.

El quiebre de la civilización -la locura bélica- induce a los poetas a sostener que la enfermedad se encuentra fuera de los asilos; y que éstos no son sino prisiones para corregir el discurso creador y liberador del individuo. El pintor holandés sería el caso más ejemplarizador, según Antonin Artaud, en Van Gogh el Suicidado por la Sociedad.

Los surrealistas son tributarios de la psiquiatría en la utilización de la escritura automática y la mecánica de los sueños. Tanto como lo son de Lautremont en la búsqueda de lo maravilloso a través de la fórmula: «bello como el encuentro fortuito de un paraguas y una máquina de coser sobre la mesa de disección».

Esta figura, que en un comienzo parece una mera instalación (o imagen) sobre la página en blanco, contiene el germen creacionista; ese tercer estado que el poeta busca a través de su oficio. Tendremos que esperar la aparición de Jacques Lacan para desenmascarar «la belleza». En sus escritos, tomo I (Siglo XXI ed. Buenos Aires, 1988), el lingüista aclara el fenómeno: La chispa creadora de la metáfora no brota por poner en presencia dos imágenes, es decir dos significantes igualmente actualizados. Brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras que el significante oculto sigue presente por su conexión (metonímica) con el resto de la cadena. Es decir, tanto el objeto reemplazado como el referido, han sido reemplazados e, incluso, contienen unidades semánticas comunes. He allí la belleza; se trata solamente del placer estético producido por la economía del pensamiento. A idéntica conclusión llega Freud en su estudio sobre El chiste.

Por otro lado, la Psiquiatría se nutre luego del surrealismo. El Art Brut sirve a los psiquiatras y a los hospicios (tanto como éstos sirvieron a los surrealistas como refugio durante la ocupación alemana) en el tratamiento de los enfermos mentales. El control del impulso retórico natural -expresado ¡obviamente! a través de lenguaje- será en adelante una práctica continua.

Carlos De los Ríos Möller ordena esta relación y la explica en términos accesibles a cualquier lector; «un trabajo historiográfico, hermenéutico y antropológico», cita el Dr. Rafael Parada Allende en la contratapa. Psiquiatría & surrealismo, recién publicado en Chile, tuvo una gran venta en su edición argentina y sirve -a cuerdos y locos- tanto a psiquiatras como a poetas en su búsqueda por comprender este movimiento fundacional de comienzos del siglo anterior.



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