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24-Setiembre-2004

 

Referente de la música popular latinoamericana, en particular de lo que en un tiempo se llamó «canción de protesta», el cantautor uruguayo Daniel Viglietti es también un incansable hacedor cultural. En esta entrevista concedida al cumplirse 20 años de su retorno a Montevideo tras un largo exilio, Viglietti habla de su formación como músico.

El hilo cultural

 

El conocido cantautor uruguayo Daniel Vigletti está realizando una gira de conciertos por Noruega y Suecia. El periodista Rubén Yizmeyián a través de Rel-UITA, página digital de la Unión Internacional de los Trabajadores de la Alimentación le hizo una extensa entrevista a este destacado artista. Lamentablemente por razones de espacio, podemos ofrecer sólo algunos fragmentos de la misma.

¿Qué heredaste musicalmente de tu padre y de tu madre?
De mi madre toda una formación musical muy completa, profundamente ligada a la música llamada culta, aunque esas palabras son opinables, pero bueno, para entendernos, la música mal llamada culta, mal llamada clásica.

¿Pianista, ella?
Pianista. Lyda Indart, originaria de la ciudad de Fray Bentos, hizo una carrera muy importante dirigida por Erich Kleiber, aquí se formó con Guillermo Kolischer, pero estudió con Walter Gieseking, y después trabajó varias décadas en Europa hasta que yo la convencí de venir a Montevideo. Y acá está, sacó un disco en el sello Ayuí-Tacuabé con obras latinoamericanas y es un tronco de influencias. Mi padre, por su lado, me influyó desde la guitarra, sobre todo de la guitarra de proyección folclórica. Él tocaba obras de Abel Fleury y de muchos compositores uruguayos como Alberto Carbone de Paysandú, como Alberto Ulián de San José, gente que con el paso del tiempo van lentamente siendo reconocidos como compositores. Con mi madre entré a escuchar discos con música de Stravinsky, de Debussy, de Ravel, de Manuel de Falla, de Beethoven, etcétera, pero sobre todo me impactó mucho Stravinsky a través de una película «Fantasía», de Walt Disney, que impresionaba mucho a los niños de la época. En cambio, mi padre, Cédar Viglietti, me traía discos, siempre esos discos frágiles de 78 revoluciones con la voz de Gardel, la voz de Magaldi, Los Trovadores de Cuyo, cosas que me fueron vinculando con la música popular del sur, del Cono Sur y en particular del Río de La Plata. Hasta que llega Tormo, que viene de allá de San Juan, en la Argentina, cerca de Mendoza. Tormo me fascinó y sin que yo me diera cuenta, imitando sus discos me hizo descubrir lo que era cantar, siendo un niño de 9, 10 años. Por eso siempre se lo agradeceré y pude homenajearlo en público cuando poco tiempo antes de morir volvió a la fonoplatea de Radio Nacional (Argentina) y yo le canté algunas de sus canciones. El también compuso algunas cosas, como Puentecito de mi río, famosa en su momento. Fue él que difundió Mis Harapos, una canción de corte anarquista muy importante. Y luego está Atahualpa Yupanqui, que le gustaba tanto a mi madre como a mi padre. Atahualpa ha sido un maestro de esos que no dan clase directa pero de los que uno aprende mucho.

¿Es una de las razones por las que has grabado pocos discos en 40 años de trayectoria?
No soy muy prolífico -no me caracterizo por componer montañas de canciones rápidamente-, pero también se agrega esa diversidad de tareas que encaro. Ahora, por ejemplo, estoy haciendo televisión en el canal municipal de Montevideo TV Ciudad, con el programa Párpado, que también podría llegar a emitirse en Argentina. Ha sido un trabajo muy fuerte, muy absorbente. Es un ciclo de cerca de 20 programas donde he narrado cómo nacen las canciones, las he interpretado, he entrevistado gente que de alguna manera tiene relación con esos nacimientos, y eso ha sido causa de que se demore un disco que ahora sí, entre viajes que tengo previstos, me voy a meter a desarrollar. A la vez estoy haciendo un programa radial, Tímpano, tanto en Uruguay, en radio El Espectador, como en Argentina, en Radio Nacional, y en Francia, en FM Paris Plurielle. En este último caso es un trabajo totalmente voluntario, ya que no cuentan con medios y se trata de una emisora solidaria, para una audiencia latina, de hispanoparlantes, de franceses que hablan español y pueden seguir el programa.

¿Cómo definiría la solidaridad alguien como vos que siempre la ha practicado, dentro y fuera del país?
¿Qué es el agua?, le preguntaron a la sed. Es algo tan natural la relación del agua con la sed. Si vos le preguntas al agua qué es la sed o a la sed qué es el agua es un hecho, un vínculo natural. Yo creo que el ser humano y la solidaridad tendrían que ser como el agua y la sed, un vínculo totalmente natural. El mundo ha sido construido socialmente en base a otros dominios que generan otros parámetros, intereses, explotaciones. No voy a decir discursos políticos ahora, pero se sabe de qué estoy hablando, y eso hace que la solidaridad sea algo tan particular que haya que preguntarlo como si fuera un pájaro raro en el monte. No es un pájaro raro en el monte, lo han vuelto eso. La solidaridad es algo natural, un ser humano que quiere ayudar a otro, que sabe que lo que da, recibirá, que es un dar y recibir, que es un diálogo humano, que es ayudar al que necesita más, ser fraterno, preocuparse por situaciones duras que hemos tenido. Cuando yo practiqué más la solidaridad fue sobre todo en los tiempos en que había presos políticos, que había torturados y muchos en el exilio. También lo hice en aquellas décadas de un Uruguay que era democrático pero cuya democracia tenía grandes limitaciones y había que ayudar a cantidad de sectores que trabajaban por cambiar la sociedad, que luchaban de diferentes maneras. Había diferentes posturas, pero bueno, todas eran por cambiar la sociedad, por buscar más justicia. Y hoy, acaso, ¿no estamos peor que antes de la dictadura? La dictadura fue lo atroz que fue, y fue el peor período de la historia del país, pero en este momento estamos peor que en la democracia aquella, previa a la dictadura, porque hay más pobreza, hay más corrupción, todo está como exacerbado, todo es mucho más duro. Lo que pasa es que no hay el mismo momento de respuesta, hubo un castigo muy duro que dio la dictadura a la gente y eso subsiste. Lo que se hizo con la educación fue devastador, muy grave, muy serio. El momento es terrible, pero también hoy la solidaridad aflora, se ve, se respira en determinada gente. Encontrarme por ejemplo con la mamá de Fernando Morroni, un joven que fue asesinado vilmente en 1994, en plena democracia, frente al Hospital Filtro, donde habíamos ido a protestar porque no se les daba derecho de asilo a ciudadanos vascos que hacía años estaban en Uruguay. Yo fui a esa manifestación a defender el derecho de asilo, y sin embargo allí vino la represión que vino. Y la hizo un gobierno del mismo partido, el Nacional o Blanco, que ahora se plantea como alternativa del neoliberalismo. Para mí los partidos tradicionales, el Blanco y el Colorado, que hoy está en el gobierno, son dos colores de la misma realidad. Cuando uno encuentra a la mamá de Fernando Morroni, ¿cómo no ser solidario con ese sentimiento? Cuando uno se encuentra con hijos de los desaparecidos, ¿cómo no ser solidario? Ahora estuvimos armando un programa con varios de los hijos de desaparecidos. Yo voy a cantar la canción de Circe Maia Otra voz canta y van a estar ellos en diálogo conmigo. Cuando uno (alguien) no es solidario con gente como esta quiere decir que ya el agua humana de esa persona está totalmente seca.

Cambiaron los tiempos, los momentos, las épocas, pero, ¿seguís expresando al cantar aquella misma rebeldía social y política de los 60 y los 70?
De otra manera. Alguna vez dije que tengo ideas fijas que se mueven a veces muy rápido, no sé si tan rápido como las estrellas. Son ideas fijas en el sentido que hay ciertos conceptos en que no bajo las banderas. El cambio tiene que ser lo más a fondo posible y puede ser un camino más largo del que imaginábamos, sin dudas.

¿Cuáles son tus expectativas ante la posibilidad de que en Uruguay gane las elecciones el Encuentro Progresista-Frente Amplio y pueda desarrollar un gobierno de izquierda?
Creo que es necesario un cambio histórico en este país, se cae de maduro, es un hecho que más de la mitad del país lo reclama. Creo, incluso, que hay sectores que van a votar a los partidos tradicionales que ya lo hacen con dudas, con la mano dudosa, digamos. Es evidente que muchos componentes de esos partidos han ido agrandando las filas del Frente Amplio. Creo que después vendrá una etapa de desafío muy grande pero que es un camino que hay que transitar. En ese camino se verá qué es lo que realmente el Frente va a realizar de lo que ha pensado, de lo que ha prometido. Eso que dice el himno nacional, «sabremos cumplir», se puede poner entre signos de pregunta: ¿sabremos cumplir? Pero para llegar a eso hay que entonar esta etapa, que no es un himno sino una etapa muy dura de trabajo, sobre todo en los primeros tiempos. Lo fundamental está en que la gente tenga los pies en la calle, en eso que se ha perdido un poco, en esa militancia de base, ese estar en la situación, ya que a veces la palabra militancia puede asustar a algunos. No depender de las cúpulas, de los grandes nombres, sino que ellos sean intérpretes de un reclamo que venga empujado desde abajo. Así como las canciones no decidieron el destino de ninguna lucha ni indicaron por dónde había que ir sino que fueron reflejo de lo que la gente estaba haciendo, no hay depender de cúpulas ni de canciones.

¿Se puede ser optimista, entonces...?
Yo trato, porque creo que el hombre ha logrado atravesar cosas terribles y lo va a seguir haciendo. Pero debemos crear un mundo donde no haya que tener estas pérdidas y estas cosas tan horrorosas. Por eso todo vale la pena.



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