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24-Setiembre-2004

 

Con el agua al cuello

 

escribe Leo

Mientras los científicos empiezan a manifestar públicamente su preocupación por la salud mental del presidente de los Estados Unidos, George W.Bush y los dirigentes del mundo, reunidos precisamente estos días en la Asamblea General del máximo organismo internacional, reiteran propuestas ya conocidas para aliviar una situación internacional cada día más insoportable, el planeta parece haber pasado a una fase de respuestas violentas a la agresión sistemática de «nuestro estilo de vida». Los recientes episodios de inundaciones y huracanes que se han hecho sentir en diversas partes de la tierra, con una secuela trágica de pérdidas de vidas, cosechas, viviendas y destrucción de infraestructuras diversas no han inquietado a la elite de dirigentes políticos y económicos, que parecen vivir cada vez más divorciados de la realidad y los ciudadanos.

Desde la primera Conferencia mundial sobre Medio Ambiente celebrada en Estocolmo en 1972, al día de hoy las condiciones del ecosistema han empeorado notoriamente. Sucesivos estudios de organismos científicos como el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, han señalado el aumento de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, particularmente los dióxidos de carbono, que emiten aún muchas industrias y los millones de automóviles que circulan sobre todo en las grandes ciudades, como causa principal del aumento de los cambios climáticos. Que tienen los efectos catastróficos que se comprueban cada día, sobre la naturaleza y los seres que la habitan.

Para intentar atenuar y, progresivamente detener esos efectos, luego de varios cónclaves, se firmó en la ciudad japonesa de Kioto, en 1998, el famoso Protocolo que lleva el nombre de la ciudad donde tuvo lugar la reunión, destinado a reducir las emisiones de dichos mortíferos gases. Uno de los participantes que se ha negado tozudamente a ratificar dicho compromiso, es el hombre que figura al frente de «la mayor potencia mundial», George W Bush, el mismo cuya salud mental empieza a ponerse en tela de juicio. Los «argumentos» para justificar su negativa son la preservación del «estilo de vida americano» (!) y además, que no está suficientemente probado que dichos gases sean la causa del cambio del clima y las catástrofes consiguientes..

Consecuentemente, la superpotencia, con su «estilo de vida», (44 millones de obesos a causa de ingerir comida basura, 34 millones de personas en la pobreza, el mayor índice de consumo de drogas del mundo y por consiguiente el de mayor violencia y delincuencia, y los etcéteras podrían llenar una página) resulta ser también el mayor contaminador del planeta con los mencionados gases.

Por una suerte de justicia cósmica, los «beneficiarios» de ese «estilo de vida» tan poco saludable, están resultando los más castigados por la furia de la naturaleza. Los recientes tornados y temporales que afectaron el Caribe y las costas de la superpotencia, han causado decenas de muertos, millones de viviendas inundadas, interrupción del suministro de energía y pérdidas materiales enormes.
Ciertamente que el resto del mundo «rico», igual que en la infortunada «cruzada con el terrorismo», le acompaña con entusiasmo en la tarea de hacer inhabitable la «casa común» y sus líderes rehúsan emprender un progresivo cambio de dirección en el modelo de desarrollo que amenaza terminar con todos. Prefieren alistarse en la difusa cruzada «contra el terrorismo», que no ha hecho más que estimularlo, antes que adoptar medidas para combatir el terror concreto que provocan los huracanes, inundaciones, incendios devastadores y destrucción de las especies, del que todos están siendo víctimas.



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