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Con el pintor y músico José Luis Liard |
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Por espacio de 23 años ha existido en una céntrica esquina de Trelleborg un gran mural hoy un tanto descolorido, que cubre toda la fachada de un edificio. La obra es para muchos es uno de los símbolos de esta ciudad portuaria del sur. Lo pintó en 1981 el artista plástico y músico uruguayo José Luis Liard, y dentro de muy poco esta obra va a desaparecer para siempre, cuando en esa esquina construyan un nuevo edificio de apartamentos. De ésto Liard se enteró por casualidad, porque hasta ahora ninguna autoridad se tomó el trabajo de comunicárselo, pese a que el mural fuera entonces encargado oficialmente luego de que el artista ganara un concurso convocado para realizarlo, como también naturalmente existen disposiciones legales que amparan el derecho de propiedad artística y protegen la obra en caso de sufrir daños físicos. En estos casos, según opinión de Jan Torstel Ahlstrand director del Skissernas museum de Lund, es costumbre de que se haga un acuerdo con el artista cuya obra va ser desmontada o que desaparecerá del espacio original en la que ésta había sido ubicada. Naturalmente José Luis está apenado y me dice que no tiene ánimo para meterse en una incierta batalla contra la burocracia. El mural de Trelleborg que ahora desaparecerá es parte de otros dos que Liard pintó por aquellos años; uno en la fábrica de TetraPak en Svedala y el otro en un patio interior de Folkuniversitetet en Malmö. Un dibujante que tocaba jazz Conocí a Liard en la Escuela Nacional de Bellas Artes en Montevideo, cuando a mediados de los años 60 ambos coincidimos en los mismos estudios. Andaba siempre con el grupo que era motor de la escuela, cuando todos nos proponíamos llevar el arte a la vida cotidiana de la gente. Ya entonces era José Luis además de buen dibujante, un joven reconocido como dotado clarinetista clásico y saxofonista, que se ganaba la vida tocando en bares, cafés, clubes de jazz de la noche montevideana, y otras veces en la televisión acompañando a destacados artistas. Un día lo dejé de ver, se había ido a probar suerte en Buenos Aires donde el prestigioso caricaturista Hermenegildo Sábat, también uruguayo, lo recomendó para que le sustituyera como dibujante en la revista semanal Panorama. En la capital argentina donde vivió hasta que llegó la máquina militar de matar, trabajó como escenógrafo, dibujante y consiguió empleo estable en una oficina municipal encargada del diseño de los espacios públicos durante el corto gobierno progresista del presidente Héctor Cámpora. A cuestas siempre con el saxo y el clarinete siguió tocando jazz, bossa, boleros y candombes por las noches, allí donde se armara una banda. Con los restos del naufragio nos volvimos a reencontrar en Suecia, y durante los 80 José Luis hizo muchas cosas de las cuales me fuí enterando con el tiempo. Dibujante político de la revista de izquierda Kommentar de Estocolmo, para seguir siendo pintor, muralista y profesor de artes plásticas y de música. Continuó tocando en diferentes grupos que actuaron por todo el país; volvió a estudiar arte en Östra Grevie Folkskolan; se graduó después como licenciado en Arte y Filosofía de la Universidad de Lund y por último completó estudios pedagógicos en la Lärarhögskolan de Malmö. Hasta hace pocos años atrás Liard trabajó como profesor de artes plásticas y de música en una escuela en Hässleholm, hoy se desempeña sólo como docente de la primera de dichas especialidades en una escuela de Rosengård en Malmö. La revancha del mural Pero Liard sigue interesado en el mural y desde hace un tiempo a través del trabajo que lleva adelante con sus alumnos de Rosengård. Parece consolarse ante la inminente destrucción de su muro de Trelleborg cuando me dice: Total al fin y al cabo, que le quiten lo bailado a este mural, estuvo allí 23 años. Miles de personas lo pudieron apreciar y hay gente que creció viéndolo todos los días. Ahora pasé a verle mientras da sus clases en Örtagård skolan. En el salón de clase reina un silencio casi absoluto, sólo interrumpido cuando algún alumno viene a mostrarle a José Luis lo que ha dibujado. Y en un aparato de música suena una sinfonía clásica: Siempre pongo la misma música. Fíjate que casi nunca se dan cuenta que escuchan lo mismo. Sólo un alumno me dijo una vez al final del año: Profesor usted se pasó todo el tiempo tocando el mismo disco. Y le dije: Sí, pero no se lo digas a nadie& Me pongo a mirar los trabajos escolares y descubro de que Liard enseña a partir de la historia del arte y del interés de sus alumnos por contemporáneas formas de expresión, como por ejemplo el grafitti y el afiche. Con una población escolar entre sus alumnos mayoritariamente de origen extranjero, el profesor les hace reconocer en la Historia mucho de sus propias culturas. Con autorización de las autoridades de las escuela, a partir de ahora y durante un largo tiempo por delante, las paredes y corredores comienzan a poblarse de dibujos individuales pintados por los alumnos. Al final serán alrededor de 200 alumnos los que hayan participado en este gran mural colectivo donde cada persona dejará registrado su pasaje por el centro escolar. Es la revancha que él y sus alumnos se toman, cuando en Trelleborg el muro que Liard pintó haya desaparecido para siempre. A otras horas junto a Dan Schyman, un joven y talentoso contrabajista, Liard sigue tocando jazz uniéndose con otros músicos y cantantes de acuerdo a lo que va surgiendo. Próximamente para la semana que se realiza en Malmö en homenaje al centenario de Pablo Neruda, José Luis ha formado un nuevo grupo, esta vez sólo para tocar boleros. Mientras sigue pintando. Y obsesivamente como toda la vida, no deja abandonado jamás su lindo saxofón dorado. |
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