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27-Agosto-2004

 

En el Festival de Malmö
El porvenir de las raíces

 

escribe Àngela García

Entre la oferta cultural que ofreció Malmöfestivalen, se impuso a menudo una difícil elección.Ayudaba en el escoger, no sólo las preferencias de géneros artísticos, (música, teatro, danza, poesía), sino las preferencias que se tuviera en los tipos de géneros. El conocimiento sobre tal o cual expresión artística, determina el hallazgo de nuevas respuestas distintos espectadores. Es un cierto nivel de profundidad que permite el criterio de elección. Sin duda para algunos la oferta artística no fue ninguna noticia, pero para una generalidad había evidentemente mucho de donde escoger.

La carpa de cine del Festival se ha caracterizado por ser siempre una buena alternativa, porque combina la imagen con la música, la poesía, y lo argumental en los más variados planos humanos. Alienta una reflexión sobre temas que individuos y grupos están dilucidando en torno al panorama internacional, cuestiona la pasividad general y sobre todo muestra el mundo en sus inconcebibles grados de miseria.

La programación musical ha sido todos los años la que mayormente más se le destaca. Menos se puede apreciar en cambio de otros géneros como la danza, la poesía, el teatro. Sí de música podemos escoger entre exponentes clásicos o experimentales de jazz o folclórica, brasileña, salsa, tango, etc. entre exponentes de las otras artes había escasamente dos o tres opciones.

Pese a eso, alguno de esos pocos, resultó regocijante para el público. Me refiero a la muestra que jóvenes de Skånesdansteater hicieron en Manegen, el domingo 15 de agosto. La presentación era una muestra de un espectáculo mayor, cuyo nombre original ROOTS esta sustentado en un trabajo diverso de diferentes escuelas de danza en la ciudad y que muestran un nivel bastante avanzado de madurez. Partes de una exposición mayor con impulso en las raíces de los propios integrantes y que luego establecen una especie de diálogo donde hablan de las diferencias y las semejanzas de los jóvenes aquí involucrados, según se leía en el programa general.

Este espectáculo evidencia un feliz proceso de integración, pensado con elegancia en el marco de un lenguaje que viene de lo primitivo, el lenguaje del cuerpo, y de una búsqueda de reunión que habla del futuro. Los que presenciamos esta muestra de sólo 30 minutos pudimos observar además la seriedad de estos chicos. Su determinación, fluidez y profesionalismo en el escenario hablaba mejor de la belleza de su juventud que la fácil virtuosidad de la condición de joven. Aun el joven precisa de intenso trabajo para merecer su juventud. Muchachos de diversas procedencias mostraban la alegría simple del deseo de vivir, mediante aires musicales de raigambre que recrean la escenografía del movimiento. No me refiero al obvio movimiento de los cuerpos, cabezas, brazos, abdómenes, piernas, manos, ojos, etc. Aludo al movimiento social, al devenir histórico que puede resumirse en esa integración. No me refiero sólo al movimiento del tiempo sino a la sumatoria de diferentes tradiciones que han depositado en la danza desde la antigüedad modos de resistir, de combatir, de alimentarse de sí mismos, diferentes estadios rituales, conmemoraciones de eventos humanos de gran trascendencia para las más variadas comunidades humanas. Tangible como es, a través de la danza, el cuerpo se convierte en símbolo y posibilita otra escritura de la historia del hombre, sus modos de celebrar, sus modos de mudar o evolucionar, o de insistir en la belleza o en la luz. Aires árabes, celtas, africanos; vals, tango, cumbia, folclor de mundo se mostraron por breves minutos en un espectáculo que recupera el vivo patrimonio universal.



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